Amor sincero.

Capítulo 7: Los Ferrara al rescate.

 

Andrea

 Mi pulso se ha acelerado ante la pregunta de mi cuñada, todos me observan esperando una respuesta de mi parte, pero no sé qué responder.

—Isa, ha preguntado algo, hermanita, ¿qué te sucedió en la frente? —pregunta atento.

—Yo... he chocado con la pared y me he lastimado —miento ante la mirada amenazante de Elliot. Había escondido la herida con mi cabello para evitar dar explicaciones, pero al parecer se me ha corrido el cabello de la cara dejándome en evidencia.

—¿Segura? —cuestiona mi cuñada con desconfianza.

—Segura —afirmo tragando grueso.

—¿Por qué mejor no nos sentamos a almorzar? —pregunta nuestra madre dándome una mirada de te lo cobraré más tarde.

—Claro, madre —responde Aless al tiempo que mueve la silla para que me siente y seguido hacerlo él —. ¿Has estado comiendo bien, Andrea? —pregunta mirándome pensativo a lo que asiento rápidamente. Recuerdo cómo me deje en evidencia con Dante, le he confesado más cosas en tan poco tiempo de lo que alguna vez he hablado con alguien, pero es que el me hace sentir segura y jamás me mira con lastima, al contrario, me hace sentir fuerte.

—Claro que sí, hijo... ya sabes la genética —le dice Lorenza con diversión... Gracias a Dios no me parezco a esa mujer en nada. Observo como mi cuñada levanta la ceja como analizando lo que ha dicho mi madre, creo que tampoco le cae bien y la comprendo.

Mi cuerpo se tensa cuando siento algo recorrer mis piernas, es el pie del maldito de Elliot, el luce tranquilo, mientras yo intento salir de esa situación. Si hago un movimiento en falso me matará, pero no solo a mí, sino que a mí hermano, él ha demostrado ser capaz. Una vez, me mostró el arma con el que me haría daño, he logrado escapar de él muchas veces, pero no sé si un día de esto no lo podré hacer, ... Él está empeñado en tenerme, y sé que Lorenza lo sabe, me lo ha dado a entender durante las palizas, de las cuales ambos han participado.

Clavo mis uñas en su piel, y siento como se remueve, pero no deja de acariciar mi cuerpo a través de la ropa, así que disimuladamente agarro el tenedor con mi mano libre y la llevo hasta debajo de la mesa para seguidamente clavársela en su piel, sus labios sueltan un quejido al tiempo que quita su pie.

—¿Que sucede, amigo? —le pregunta mi hermano mientras me encargo de devolver el tenedor a su lugar y fingir que estoy concentrada en mi plato.

—Nada, ... solo me duele la cabeza de la resaca —se excusa sereno.

—La resaca es el recordatorio de la noche anterior —comenta divertido.

 Podría decirse que las únicas que no nos sentimos cómodas en ese lugar somos Isabelle y yo.

—Debo retirarme, acabo de recordar que tengo clases —digo queriendo escapar de ese lugar.

—¿No comerás? —pregunta Aless.

—No, lo haré en el colegio —aseguro, aunque no es más que mentira.

—Bueno, nos estaremos viendo, principessa —se despide abrazándome cuando me levanto de la silla.

—Asi será —es lo único que digo.

                                                                ***
Aprieto con fuerza mis libros contra mi pecho mientras camino por los pasillos de la escuela, hace dos semanas que no venía, y tampoco era como que lo deseaba, pero si quiero ser asistente social para prevenir cualquier tipo de maltrato o abuso debo graduarme. Las clases que se dictaban a la mañana por esta semana las darán a la tarde.

Mi amigo, Dante, me ha estado enviando mensajes desde que me dejó en casa de Lorenza, no se ha quedado nada tranquilo, pero sabía que si no regresaba todo empeoraría.

Unos pasos detrás de mí me alertan a que no he pasado desapercibida, así que apresuro mis pasos, pero no logro llegar ni al final del pasillo cuando alguien me agarra de mis cabellos, un grito sale de mi labios, eso duele.

—¿Andabas escondida, puerca? —pregunta la persona que más daño me ha hecho en el instituto, Zinerva.

—Déjame, por favor —suplico deseando dejar de sufrir.

—Bueno, ... no, es divertido jugar contigo bulímica —me susurra en el oído provocándome escalofríos —. ¿Qué se siente que nadie te quiera? Ni tú madre, ni tú padre, ni siquiera tu hermano, por el contrario, casi nadie sabe de la existencia de Andrea Lombardi porque los avergüenzas... ¿No te cansas de jodernos la vida con tu asquerosa presencia? ¿No es más fácil tirarte de un puente o cortarte las venas? —me pregunta con cizaña. Sus palabras duelen, porque a pesar de todo tiene razón.

—Suéltame —pido cuando sigue presionando su agarre arrancándome unos cuantos cabellos.

—¿Por qué no te metes conmigo? —pregunta una voz a nuestras espaldas logrando que Zinerva me suelte y cosa que aprovecho para retroceder unos pasos. Me muero de la vergüenza cuando veo tanto a Pía como a Donato, ambos lucen molestos.

—Guapo, está no es nada más que la gorda con la que nos divertimos —le explica divertida mientras mueve sus caderas de una forma sensual hasta llegar hasta los hermanos Ferrara.

—No te he permitido que me hables, y me importa poco lo que estás haciendo, pero con ella no —le advierte dejándome sorprendida. ¿No era que no le caía? —Espero que sea la última vez que te acerques a ella o de lo contrario tenemos problemas —amenaza al tiempo que le agarra de su muñeca para retorcerla —¿Estamos claro? —pregunta con voz dura.

—Sí, Auch, duele... ¡Suéltame, animal! —le grita forcejeando para que la suelte.

—Bien, Zorra... digo Zinerva —habla Pía con malicia.

—¿Cómo me has llamado, niña? —le pregunta enojada y solo consigue un encogimiento de hombros por parte de la menor de los Ferrara —. Te mostraré lo zorra que puedo ser —le dice mientras se acerca amenazante hacia ella, pero Donato se interpone en su camino.

—Ni se te ocurra tocar a mi hermana, ni a Andrea o haré que te corran de este lugar, ahora largo de mi vista —habla sin perder la seriedad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.