Amor sincero.

Capítulo 12: Golpeando al maldito.

Dante

   Acaricio la espalda de Andrea, mientras sujeto su cabello, luego de unos minutos logra parar, está muy pálida para mí gusto, y la siento demasiado débil.
   Ella recuesta su cabeza en mi pecho en señal de agotamiento, la levanto en mis brazos y la llevo hasta el lavado, en dónde la siento para que esté más cómoda, ella me sonríe apenada mientras agarra su cepillo de dientes y se lava la boca.

   Observo cada uno de sus movimientos, y ya no hay dudas, estoy perdidamente enamorado de mi chica de ojos azules como el cielo, conocerla fue lo mejor que me ha pasado, ella es perfección pura sin siquiera saberlo. Me gusta todo de ella, sus mejillas sonrojadas cuando me pongo un poco cursi, sus deseosos labios que muero por besar, su sonrisa que se ha convertido en mi razón para seguir... La pureza de su alma, sus ojos que me transportan a otro universo...

—¿Estás bien, Dante? —pregunta con preocupación trayéndome de regreso a la realidad, y me quiero golpear por preocuparla, ella tan inocente creyendo que me pasó algo cuando solo estaba pensando en lo perfecta que es, quisiera decirle, pero temo que huya.

—Si, solo es que no me gusta verte así —le contesto y no es mentira, me destroza verla tan rota, pero la ayudaré a salir de esta, ella será la persona más feliz y plena de este mundo.

—Lamento eso, no sabes la vergüenza que tengo en estos momentos, siempre me derrumbo y tú estás ahí para sostenerme, pero odio que me veas tan destruida —dice tapándose la cara con ambas manos.

—No debes avergonzarte, eres muy valiente, has aceptado la ayuda que te ofrecimos, y... No quiero que te escondas, no quiero que bajes tu mirada ante nadie, eres una mujer fuerte y guerrera, los demás deben respetarte y temerte, no al revés —le hablo al tiempo que con cuidado separo sus manos de su rostro para que me mire a los ojos —. ¿Dónde estuviste todo este tiempo? —pregunto perdido en sus ojos.

—No lo sé, ¿y tú? —pregunta sin cortar nuestra conexión.

—Esperándote, estaba esperando por mi ángel —le respondo en un susurro.

—¿Qué ves en mí? —pregunta curiosa.

—Veo a la mujer más bella, veo a un ángel que llegó a mi vida para que pueda conocer mi verdadera felicidad —hablo con sinceridad.

—Yo, ... quisiera vestirme para ir al instituto —dice cambiando de tema.

—No irás hoy, quiero que descanses, y luego iremos juntos a la psicóloga —le informo al tiempo que la vuelvo a alzar en mis brazos, ella se sujeta de mi cuello con sus manos.

—Dante, sé que tienes una vida, no hace falta que pierdas el tiempo conmigo —me dice apenada.

—Nada de eso, iré y eso no me lo impedirá nadie ni siquiera tú —hablo con firmeza al tiempo que la dejo con delicadeza en la cama.

—Ya que —dice derrotada.

—Ahora te daré tiempo para que te vistas mientras preparo unas cosas —le informo al tiempo que me agacho para dejar un beso en su cabeza —Cualquier cosa que necesites me haces saber —le pido a lo que ella asiente agradecida.

   Una vez, salgo de allí me dirijo a mi despacho, y lugar en que pasé las últimas tres noches, no quería incomodar a Andrea por lo que le dejé mi habitación para ella y yo vine a mi despacho.

   Observo mis libros de Administración de empresas, y de Ingeniería naval, ... Mi verdadera pasión, es la ingeniería, y sé que mis padres me darían un sermón por estudiar Administración de empresas, sin que sea mi vocación, pero decidí estudiar ambas carreras, porque de alguna manera una de ellas me hace sentir a mis padres cerca, dos grandes empresarios, y la otra me hace sentir pleno.

   Cuando decidí estudiar ambas carreras, mis abuelos se opusieron porque es bastante pesado, y tenía que organizar muy bien mi tiempo para estudiar, trabajar y cuidar de mis hermanos, pero terminaron apoyándome, en especial mi abuelo.

  Mis abuelos paternos fueron de gran apoyo, ellos siguen visitándonos de vez en cuando, o lo hacemos nosotros, y eso me recuerda de que debo llamarlos para saber cómo están. Lamentablemente, mis abuelos maternos fallecieron antes de que nazca...

   Dejo mis pensamientos de lado, cuando mi celular suena, lo saco de mi bolsillo y contesto sin ver el remitente.

—Buenas tardes, señor Ferrara —saludan del otro lado de la línea, y se trata del investigador.

—¿Tienes la información? —pregunto ansioso.

—Si, tengo toda la información de Elliot Messina, ¿Puedo enviarle por correo?

—Envíalo de inmediato, y te haré una transferencia —le digo.

—Bien, un placer hacer negocios con usted —se despide para seguidamente terminar la llamada.

   Guardo el celular y me siento frente a mi escritorio para entrar a mi correo a través de mi computadora, y apenas entró a mi bandeja de entrada, me encuentro con la información.

   Elliot Messina, treinta y dos años, ¡Es un maldito pervertido!...  Es un hombre poderoso, hijo único, padres fallecidos... Tiene denuncias por acoso y lavado de dinero, pero todo se mantiene oculto porque tiene gente metida en el juzgado. Es amigo de Alessandro Lombardi, un empresario de renombre en Italia.
 Eso es lo más importante, la dirección y una foto para saber quién es el miserable.

Hoy te haré suplicar por tu vida, y desearas no haberte metido con mi stellina.

Vuelvo a agarrar mi celular para tomar una foto del informe, y después cierro el correo para seguidamente levantarme de la silla y comenzar a caminar en busca de mi ángel. La llevaré a su sección, luego deberé acompañarla para comprar ropa y finalmente, la traerá a casa para después ir a buscar a ese miserable.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto cuando llego al comedor, ella está sentada mientras está perdida en su mundo.

—Yo, ... me asustaste —dice parpadeando.

—Lo siento, ángel —me disculpo.

—No importa, y si me siento mucho mejor —dice suspirando.

—Bien, entonces nos vamos —le hablo pasándole mi mano para ayudarla a levantarse.




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