Amor sincero.

Capítulo 15: Ella de nuevo.

Andrea

    Nuestras bocas se mueven lentamente disfrutando del momento, de la dicha de tenernos, las manos de mi novio descansan en mi cintura mientras me besa, y las mías se sostienen de su hombros.

   Nos separamos por falta de aire, y mientras recuperamos el aliento nos miramos fijamente, él me sonríe y yo le correspondo de la misma manera.

—Me encanta besar tus labios, mi stellina —dice sin dejar de observarme e inconscientemente mis mejillas arden por sus palabras, y es que a pesar de que han pasado dos semanas desde que somos novios aún no me acostumbro a sus muestras de afecto, y todo esto se debe a que en realidad jamás he tenido ese tipo de trato con nadie, mis padres nunca me han dicho un "te quiero", así que me resulta raro y a la vez me da miedo de amar y que esto termine mal —. ¿Cariño? —pregunta confuso provocando que salga de mis pensamientos.

—Yo... ¿qué decías? —pregunto avergonzada.

—Nada, ¿quieres contarme algo? —habla atento mientras acaricia mi mejilla con toda la delicadeza del mundo.

—Solo pensaba en lo raro que me resulta esto —confieso señalándonos a ambos.

—Lo sé, me pasa lo mismo, siempre habían sido solo mis hermanos, pero apareciste y me cambiaste la vida de mil maneras que ni siquiera lo imaginas —dice mirándome con una sonrisa.

—¿Nunca antes tuviste novia? —pregunto sin pensarlo y ya es muy tarde para retractarme.

—No, bueno novia nunca, solo tú sabes —habla con nerviosismo. ¿Qué se?

—¿Qué debería saber? —cuestiono con el ceño fruncido.

—Andrea, a veces me sorprendes con tu inocencia —confiesa más relajado —. Era solo para pasar el rato, y créeme que eso me avergüenza, pero es mi pasado y tú eres mi presente y mi futuro —habla con seguridad.

—¡Oh! —es lo único que logro emitir al comprender a qué se refería.

—¿Y tú? ¿acaso tengo algún rival? —pregunta con diversión.

—Yo... no, nunca nadie se había acercado a mi —susurro.

—Pues eso era porque sabían que no les convenía enfrentarse conmigo —dice presumido e inevitablemente me río de él —. ¿Así que a mi bella novia le causa gracias? —pregunta al tiempo que me acorrala contra la pared de su habitación.

—Dante —susurro perdida en sus ojos grises.

—¿Qué pasa, cariño? —cuestiona divertido con mi incomodidad.

—Yo... tus hermanos nos esperan para desayunar —le digo queriendo escapar, porque cada vez que lo tengo cerca no soy dueña de mis emociones.

—Bien, iremos, pero antes deberás darme un beso —negocia.

—Está bien —acepto sin resistirme, solo acerco mis labios a los suyos y lo beso, él me presiona más a su cuerpo para prolongar el beso.

—Eso sí que es un beso, ahora sí podemos irnos, stellina —dice separándose de mí, y dejándome hecha un manojo de nervios.

   Ambos caminamos hacia la salida, nuestras manos entrelazadas como ya es costumbre, ninguno dice nada solo disfrutamos del silencio que para nada es incómodo.
 Apenas entramos al comedor, nos reciben las risas de mis "cuñados", aún me resulta extraño llamarlos así, pero sé que con el tiempo me acostumbraré.

—Buenos días, tortolitos —saluda burlista mi cuñada.

—Buenos días —respondo a saludo un poco incómoda.

—Mejor calla, Irene —le dice mi novio provocando que la sonrisa de su hermana se convierta en una mueca de desagrado.

—¿Qué mal he hecho para terminar con estos inmaduros? —pregunta fingiendo estar agotada de nosotros —. Llamaré a Andriano para que me rescate de esta prisión —dice con cizaña e inmediatamente sus hermanos se ponen serios, y debo aguantarme para no reírme de sus expresiones.

—Ya estuvo bueno, Irene —le advierte Dante soltando mi mano para seguidamente correr la silla e invitarme a sentarme.

—¿Ustedes nomás pueden burlarse? —pregunta levantándose de la silla para enfrentar a sus hermanos.

—Desayunemos en silencio —pide Donato.

—¿Qué te enamoró de mí hermano? —cuestiona volviendo a tomar asiento e ignorando a sus hermanos.

—Yo, ... no sabría explicarlo —digo inquieta.

—Ya sabía yo que no tiene nada bueno, ¿ves hermanito que solo está contigo por lastima? —bromea.

—¿Te levantaste con ganas de pelear? —contrataca acomodándose a mi lado para comenzar a desayunar.

—Nah, solo me defiendo —asegura encogiéndose de hombros —. Doni, ¿cómo era que se llamaba esa niña? ¿Lía? —le pregunta e inmediatamente Donato la fulmina con la mirada.

—Metete en tus asuntos, renacuajo —le dice entre dientes para seguir con su desayuno.

—Claro, ustedes si pueden opinar sobre mi vida, pero yo no puedo hacerlo —responde enojada.

—Basta los dos, ya deben dejar los berrinches —ordena Dante, logrando que sus hermanos menores se callen y coman en completo silencio.

                                                          ***

—Cualquier cosa me llamas —repite por tercera vez.

—Lo haré, además ellos siempre me cuidan, no debes preocuparte —le digo sonriente para calmarlo al tiempo que cuelgo mi mochila en mi hombro.

—Si, tienes razón, pero no me perdonaría volver a verte lastimada —habla para seguidamente dejar un beso en mis labios —. Te quiero, cariño —me dice separándose de mí.

—Te quiero, Dan —le respondo para después darme la vuelta y caminar hacia los chicos que me esperan en la entrada del instituto.

—Creí que no te soltaría más —dice divertida.

—Solo se despedía —les explico mientras comenzamos a caminar hacia las instalaciones.

Una vez llegamos al pasillo, Donato se despide diciendo que debe hacer algunas cosas, por lo que nosotras seguimos el camino hasta nuestros salones.

Asuntos ajá, ese niño se ha enamorado —susurra pensativa.

—¿Y eso es malo? —pregunto confundida.

—No, malo no es, lo malo es de quién se ha enamorado —asegura.

—¿Y quién es? Claro si se puede saber —hablo intrigada.




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