Dante
Me encuentro estudiando en la sala mientras espero a mis hermanos y a mí chica, las cuales tengo entendido han ido de compras, y es algo que me agrada ya que mi ángel se rehusaba a comprar ropa, y solo se conformó con unas pocas prendas.
Me pierdo en mis pensamientos, mi hermano ha estado muy raro últimamente, y eso me preocupa, lo que menos deseo es que algunos de ellos tengan problemas.
Mi amigo, Andriano, también ha estado raro, pero sé que es algo relacionado a uno de sus secretos que guarda en lo más profundo de su ser, él es un hombre que ha sufrido igual o más que yo, y eso lo sé con lo poco que me ha contado.
Supongo que todos tenemos una vida difícil, en la cual nos cuesta seguir por los problemas, las pérdidas, las enfermedades e incluso por la falta de dinero, y a veces esto nos resulta tan difícil de comprender.
Vuelvo a la realidad al escuchar unos pasos, me quedo esperando a que hagan acto de presencia, y en menos de un minuto aparecen en mi visión mi hermana y mi novia, pero eso no es lo que llama mi atención, sino lo pálida que se encuentra mi stellina, sus ojos muestran ese miedo que pensé no volvería a ver, su manos están temblando, e inmediatamente me levanto del sofá para prácticamente correr a su lado.
—¿Qué sucedió? —pregunto preocupado mientras la inspecciono.
—No, ... no lo sé —dice mi hermana.
—¿Qué tienes, cariño? —le pregunto al tiempo que con mis dos manos agarro su rostro para que me mire solo a mí.
—Nada —miente. Pero, ¿por qué lo hace?
—Andrea, ¿qué tienes? —vuelvo a preguntar.
—Solo quiero descansar —dice suplicándome con la mirada para que no siga con mi interrogatorio.
—Bien —acepto sin más opciones, no quiero presionarla así que le daré su espacio y cuando esté lista me lo dirá —¿Y Donato? —le pregunto a mi hermana al no verlo por ningún lado.
—Él dijo que tenía cosas que hacer.
—Bueno, iré con ella, avísame cuando vuelva Donato y dile que necesito hablar con él —le informo a lo que ella asiente sin dejar de estar preocupada por Andrea.
—Yo dejaré las compras aquí y cuando se sienta mejor las acomodaremos —me explica al tiempo que entrelazo mi mano con la de mi novia para comenzar a caminar, ella se mantiene callada durante el camino a la habitación.
Odio este silencio, odio no saber lo que está pensando, lo que está sintiendo o lo que le preocupa, pero no puedo presionarla.
Apenas llegamos a la habitación, ella se aleja de mi dejando un frío en mi mano al no sentir su tacto, observo cada uno de sus movimientos, luce como la Andrea, desconfiada y asustada que conocí meses atrás, y eso solo me hace pensar que lo que sea que le esté pasando tiene que ver con su pasado.
—¿Por qué no confías en mí, stellina? —pregunto nuevamente tratando de que se abra para poder ayudarla.
—Necesito estar sola, por favor —pide y se que está a punto de llorar.
—No, no te dejaré sola en este estado —le digo con suavidad, pero sin perder la seriedad —. Ven, cariño —le pido acercándome a ella, para seguidamente abrazarla con firmeza para que entienda que estoy para ella hoy y siempre, siento su cuerpo temeroso, el cual se va calmando después de varios minutos, en dónde se ha dedicado a besar sus cabellos mientras le susurra palabras tranquilizadoras.
—Estoy cansada, y quiero dormir —dice y es cuando me doy cuenta que no me dirá nada, al menos no por ahora.
—Sabes que en algún momento tendrás que hablar, ¿verdad? —pregunto sin sonar brusco.
—Lo sé, pero no ahora —responde alejándose de mi para acomodarse en la cama.
—Te daré tu espacio, stellina, pero eso no quiere decir que te dejaré en paz. Tarde o temprano, me dirás qué sucede o lo averiguaré por mi cuenta, no me gusta verte tan afectada, y ni siquiera permitiré que tú misma te dañes, ángel mío —hablo con las emociones a flor de piel —. Que descanses, cariño —le susurro para después agacharme a su altura y dejar un casto beso en sus labios.
—Te quiero, Dan —dice cuando estoy a punto de irme.
—Te quiero, mi ángel.
Una vez, salgo de la habitación me apoyo por la puerta, mientras trato de encontrar una razón para que este así de mal, creí que todo estaba yendo bien, que ella estaba feliz, pero ahora resulta que ella vuelve a ocultarse.
Camino hacia la sala en dónde ya se encuentra mi hermano, lo observo de la mala manera cuando me doy cuenta de su estado, tiene el labio partido, y la nariz rota.
—¿Qué significa esto? —pregunto captando su atención.
—Deberías felicitarme, él otro quedó peor, hermano —comenta burlista.
—No estoy para juegos, Donato —le advierto frustrado.
—No seas dramático, solo fue una pelea y ya, no tienes de que preocuparte —me dice encogiéndose de hombros.
—¿Dramático? ¡Por Dios, Donato, no puedes andar de impulsivo sin pensar en las consecuencias! —hablo con enojo, mientras observo de reojo a mi hermana que se mantiene al margen.
—Dante, tú eres igual o peor, así que... —se interrumpe el mismo cuando se da cuenta de sus palabras —. Solo no te metas, hermano —pide un poco más sereno.
—No me pidas que no me meta cuando ustedes son mi familia, mi prioridad —digo seguro de mis palabras —. ¿Con quién te peleaste? Y lo más importante, ¿Por qué te peleaste? —pregunto atento a sus palabras.
—Con un don nadie que se la pasa molestando, y me peleé porque me cansé de sus burlas —explica al tiempo que desvía su mirada hacia otro punto y eso solo comprueba que me está mintiendo.
—Eso es mentira —afirma mi hermana provocando que Donato la fulmine con la mirada, pero ella no se deja amedrentar y procede a contar los hechos —. Se peleó con ese chico por Lía Morelli —me dice.
—¿Lía? ¿Quién es? —pregunto curioso.
—Es... es mi novia, y no les incumbe —dice al tiempo que se levanta con la intención de irse —. Me las pagarás, renacuajo —le advierte a nuestra hermana.