Andrea
Espero a que Dante, salga de la habitación para rápidamente levantarme de la cama y correr al baño, en donde me encierro, tratando de huir de mis problemas, estoy cansada de que cada vez que pienso que al fin seré feliz, aparece Lorenza recordándome que estoy condenada a vivir bajo sus sombras. Me miro al espejo, mis ojos están hinchados por el llanto, mi nariz y mis mejillas están rojizas, mis labios tiemblan y mi pulso está disparado por todas las emociones que embargan mi ser.
Ya ha pasado una semana, desde aquel día, y las cosas han cambiado mucho, ya no hablo, me he mostrado muy distante con todos, en especial con Dante, pero eso no quita que siga viendo por mí, y que incluso duerma a mi lado para ahuyentar mis pesadillas.
La odio, odio a Lorenza Lombardi, sé que no es bueno sentir esto por nadie, pero ella se lo ha ganado a pulso, cada lágrima que he redamado, cada golpe, cada humillación, cada cosa que me ha hecho lo tengo gravado en lo más profundo de mi alma, y sé que por más que algún día logre salir de esta situación, y pueda hacer una vida “normal”, eso quedará guardado como un recordatorio del infierno que viví en -sus manos.
Dejo de observar mi detestable aspecto para dirigirme a la ducha, y abrir la llave para que comience a caer agua, y así el sonido del agua contra el suelo evite que alguien escuche lo que realmente sucede en aquel lugar.
Los recuerdos, mis miedos y lo poco que he conseguido en estos meses se van a la basura en el momento que siento la necesidad de devolver todo lo que he ingerido en el día, mis pies se mueven solos con dirección al inodoro, una parte de mi lucha para que me detenga, pero estoy lo suficiente dolida y cansada para luchar.
Fui tan ingenua de creer que a partir de ahora todo sería color de rosa, pero no estaba más alejada de la realidad, por más que queramos escapar de nuestro pasado, este siempre nos perseguiré hasta el fin de nuestros días.
Los atracones que me han acompañado por más de tres años, se hacen presentes, recordándome que no puedo escapar de mi cruel realidad, sigo siendo la maldita bulímica, solo que estaba sumida en un sueño maravilloso que tarde o temprano se iba a derrumbar frente a mis ojos, y pues no ha tardado tanto en derrumbarse.
Expulso todas las calorías de mi cuerpo, fuerzo a mi garganta para que siga con su trabajo, tiene que quedar libre de eso tan dañino para mi cuerpo, soy un fracaso de persona, ella tiene razón le haría un favor al mundo si muero, debo alejarme de ellos o de lo contrario, saldrán lastimados por mi culpa.
Mis fuerzas se han ido, mi garganta duele, estoy sudando frío, los temblores en mi cuerpo son visibles, pero eso no es suficiente para mí, necesito más, necesito algo que me haga olvidar este dolor tan fuerte que siento.
La psicóloga dijo que tenía que controlarme, que tenía que hablar, que tenía que poner de mi parte, que iba a salir de esta porque tenía a personas que me quieren, pero nada de eso ayuda si la causante de todos mis males sigue libre y opacando los pocos momentos de felicidad que he tenido.
Me levanto del suelo, que ni siquiera soy consciente de como termine allí, y tiro la cadena para borrar la evidencia de lo que acabo de hacer. Cuando logro coordinar mis movimientos me doy la vuelta para dirigirme hacia el lavado, en donde me dedico a enjuagar mi boca y después lavar mi rostro, ya no lloro, ya no hay lágrimas o tal vez solo estoy haciéndome la fuerte y en cualquier momento me derrumbaré a llorar como una niña.
Mis ojos ven el filo de la navaja que utiliza Dante para afeitarse, niego tratando de borrar esa idea de mi cabeza, solo una vez lo intente, pero al final no me anime a autolesionarme, según mis investigaciones si te autolesionas sientes paz y te olvidas de tus problemas, pero… ¿Y si eso solo empeora todo?
Tal vez, si lo intento no sea tan malo, solo será una vez, y si duele o algo parecido no lo vuelvo a hacer, … mis manos agarran el objeto cortante, y juego con la navaja, según lo que leí, la mayoría se corta en lugares poco visibles para evitar ser descubiertos.
—¿Dolerá? —me pregunto a mí misma, la ducha sigue prendida.
Dejo esa cosa en el lavado, para comenzar a desvestirme, mi cuerpo es algo de lo que me avergüenzo y es que no veo nada bueno en el, mis ojos lucen tristes, sin una pizca de brillo, solo son unos ojos azules sin sentidos sin ganas de vivir.
Si me corto en mis muslos nadie lo notará, ¿O sí?... dejo de pensar y decido hacerlo de una vez por todas, agarro la navaja y voy bajando hasta mis muslos, lo paso lentamente sin apretarlo, probando el filo, y justo en el momento en que voy a apretarlo contra mi piel, este cae de mis manos por el susto que me provocaron los gritos y el golpeteo de la puerta. Respiro entrecortadamente, él ha vuelto, y está gritando como loco para saber que está pasando conmigo, no puedo hablar por el nudo que se ha formado en mi garganta, él ha evitado que me lastimará más de lo que ya he hecho.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta del otro lado de la puerta, pero no respondo, no puedo hacerlo, solo niego como si el me estuviera viendo —. Si, no abres la puerta entrare a la fuerza —me advierte golpeando la puerta —. Andrea. ¡Por Dios, responde! —grita perdiendo el control, y odio ser la culpable de sus ataques de ira.
No digo nada, solo me acurruco a lado del lavado, me aferro a mis piernas como si estas fueran mi salvación, soy consciente de que estoy solo en ropa interior, pero es lo que menos me importa en estos momentos.
Sus gritos y sus golpes, se detienen y creo que se dio por vencido y me dejará, pero sé muy bien que Dante no lo hará, no hasta que confirme que estoy bien, y él me da la razón minutos más tarde, cuando tira la puerta del baño de un solo golpe. No me muevo, no lo miro, no nada, él está delante de la peor versión de mí.