Amor sincero.

Capítulo 18: Musculitos.

CAPÍTULO ESPECIAL

Donato

Donato Romano Ferrara Monti... No sé en qué habrán estado pensando mis padres cuando se les ocurrió ponernos dos nombres y sus dos apellidos, pero igual no me quejo porque a mí me queda todo perfecto por naturaleza.

  Bueno hablando enserio, no me considero presumido, bueno... quizás un poco, pero tengo con que, solo bromeó.
  
  Estoy tan aburrido en la clase de historia que solo pienso estupideces, no veo la hora de terminar las clases para disfrutar de mis merecidas vacaciones, hasta que llegue mis nuevas responsabilidades, y de las cuales según mi hermano Dante, no me puedo escapar como tenía pensado. Pero antes de que llegue el momento de "sentar cabeza", voy a sacarle el jugo a las salidas nocturnas, y no volveré a casa hasta que no recuerde mi apellido, aunque... en ese caso tampoco recordaré la dirección.

—Señor Ferrara, ¿de qué estamos hablando? —pregunta el gruñón del profesor provocando que salga de mis pensamientos, ¿y ahora que mierda digo?

—El Muro de Berlín —me susurra mi cuñada, y sé que me ha devuelto el favor de la vez pasada.

—El Muro de Berlín —respondo con una sonrisa engreída.

—Esta vez se salvó, Ferrara —advierte el maldito, como si eso me importará.

El resto de la clase me entretengo con mi cuaderno de música. Si, me encanta componer, pero solo para mí, soy receloso en ese tema y aún no ha llegado la persona a quien le tenga la suficiente confianza como para compartirle mi gusto por la guitarra y la composición. No me malinterpreten, confío ciegamente en mis dos hermanos, pero esto es algo muy personal.

Una vez, toca el timbre me levanto rápidamente de la silla, agarro mi mochila que por cierto ya estaba preparada hace media hora, no es mi culpa que hoy no sea mi día más activo.

—Gracias, cuñada —le digo manteniendo mi seriedad cuando paso por su lado.

Andrea Lombardi, es la novia de mi hermano mayor, y realmente, me agrada solo que aún me cuesta demostrar algún tipo de cariño hacia ella, uno de mis defectos es que soy muy desconfiado, pero no es por completo mi culpa, es más bien una defensa, y todo viene desde el accidente de mis padres.

Mis padres, Gianna Monti de Ferrara y Doménico Ferrara, dos personas intachables, que fueron víctimas de la maldad de personas que consideraron sus amigos. No tengo pruebas, pero tampoco dudas, he estado investigando sobre el supuesto accidente que vivimos años atrás, y todo lo he hecho a espaldas de mis hermanos, y sé que esto me traerá problemas a futuro, pero Dante no me dejaría hacerlo. Él es un gran hermano, que solo vive por nuestro bienestar, y que muchas veces ha dejado de hacer cosas de su edad por nosotros, por eso cuando me habló tan enserio de su ahora novia, no dude en aceptarla, ya que, al fin, él estaba viviendo un poco de su juventud.

Cuando llego a los pasillos, me encuentro a mi mejor amigo, Santino Bianco, un rubio, más hijo de puta que yo con las mujeres, pero leal.

—Pensé que te perdiste, amor —dice sarcásticamente, solo ruedo los ojos. Olvidé decir que es un idiota en todo el sentido de la palabra.

—¡Vete al infierno, rubito! —respondo con brusquedad, las personas que pasan por nuestro lado nos miran raro y bueno, las mujeres nos miran con ganas de follarnos, no las culpo soy irresistible, pero justo ahora no puedo tener un polvo por "mi noviazgo" con la arpía de Lía Morelli.

Lía Morelli, es una patada en el trasero, pero debo aguantarla, cada día me recuerdo de que es por una buena causa y eso me ayuda a no mandarla al infierno. Su padre es uno de los principales sospechosos de mi lista de culpables, es una lista que yo mismo arme, y el la encabeza.

Cuando estuve investigando a todos los posibles culpables me encontré con que Morelli tenía una hija, así que me concentre en estudiarla y en cuanto supe que estudiaba aquí, prácticamente, le suplique a mi hermano que nos cambiará aquí.

Lía es mi novia, aunque ella ni me soporta, pero bueno, ella me necesita y yo a ella, armando así una perfecta ecuación. 
La condenada está buena, sus ojos turquesa y su cabello como el fuego me atraen, no lo negaré, pero no soy tan estúpido para enamorarme de ella, aunque eso le haya hecho creer a todos, incluso a mi adorada hermanita.

 Llevamos un mes de novios, y aún no he conseguido mi cometido, pero sé que lo haré pronto. 
 Ambos tenemos un trato, yo obtengo la información que necesito, pero que la muy ingenua no se imagina, le he mentido en que quiero esa información para sacarle unos clientes a su padre, y ella... pues solo quiere un novio para presumir ante sus amigas, y para sacarse de encima al imbécil de su ex, el cual golpee hace unos días. El muy infeliz se lo merecía, se intentó propasar con ella, y aunque lo nuestro sea un simple trato, no iba permitir que le faltará el respeto.

—¿En qué piensas? —me pregunta el bastardo de Santino, solo me encojo de hombros.

—En mi chica —digo agarrando el cigarrillo que me ofrece, si mi hermano estuviera aquí me patearía el trasero por fumar, pero solo lo hago en pocas ocasiones.

—En la colorada, está buena la condenada, pero esa una engreída de lo peor —habla pensativo.

 ¿Acaso se está imaginando a Mi novia?

—Ni siquiera te la imagines, es mía —le advierto al tiempo que le doy un tortazo en su cuello —Además, es pelirroja, imbécil —le corrijo.

—¡Eso dolió, animal! —grita con voz dramática.

—Así aprenderás a cuidar tus palabras —le digo expulsando el humo por la boca.

—¿Vas a ir a la joda que hará tu novia? —pregunta haciendo que lo mire confundido.

 ¿Fiesta? La muy condenada no mencionó nada está mañana cuando le comía la boca, bueno capaz sea porque solo me dedique a devorarla hasta que tocó el timbre.

—Ahí estaré, sabes que no me pierdo ninguna fiesta —aseguro.




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