Amor sincero.

Capítulo 23: Los Lombardi.

Andrea

Sigo a Dante en completo silencio, nos dirigimos hacia su despacho para hablar de lo que le inquieta y lo tiene tan distante de todos, por hasta sus hermanos se dieron cuenta de que algo anda mal.

Él abre la puerta y se corre para dejarme pasar primero, lo observo al pasar por su lado con la frente en alto, no pienso dejarme amedrentar para nadie ni nada, nunca más.

Una vez entramos, nos miramos fijamente sin emitir ninguna palabra, y decido romper ese tortuoso silencio al darme cuenta de que el espera que sea la que hable.

—¿Puedo saber por qué actúas así? —le pregunto y me aplaudo mentalmente por no haber tartamudeado.

—Lo sabes muy bien, Andrea —responde con seriedad y no me gusta nada que me haya llamado por mi nombre porque eso solo significa que es algo que lo ha enfadado demasiado.

—¿Por qué tendría que saberlo? —contrataco a la defensiva al tiempo que tomo distancia entre ambos para no dar mi brazo a torcer y lanzarme a sus brazos.

—Pensé que no teníamos secretos, que confiabas en mí, pero me equivoqué —dice mirándome dolido.

¿Qué he hecho?

—No te comprendo, dime las cosas de frente y déjate de acertijos —le pido perdiendo la paciencia.

 

—Lo sé todo, los mensajes que contienen amenazas de esa maldita mujer —confiesa dejándome muda, él ha descubierto los malditos mensajes, y eso es lo que lo tiene así, pero algo se prende en mi mente y me enojo.

—¿Y se puede saber cómo lo has descubierto? ¿Acaso has estado revisando mis cosas? —pregunto enfrentándolo.

—No haría eso, pero por casualidad sonó cuando estaba recogiendo unas cosas de la habitación, y cuando vi que no dejaban de insistir lo revise por si era algo grave, y vaya sorpresa me encontré al ver todas las amenazas del mismo número —explica suspirando frustrado por la situación.

—Si no te lo dije fue porque no quería molestarte con mis cosas, ya bastante has hecho por mi como para seguir complicando tu vida, y déjame decirte que hoy creí que te habías arrepentido de lo nuestro, tuve miedo porque sé que de tantos problemas que te he traído puedes cansarte —hablo con sinceridad todo lo que he estado sintiendo.

—Jamás podría siquiera imaginar un mañana en donde no estés. Lamento haberte hecho dudar de nuestro amor, pero que quede claro que no estaba ni estoy enojado contigo, si no con esos seres que solo existen para arruinar nuestra felicidad. El simple hecho de imaginarme que algo pueda pasarte me desarma, eres mi calma, mi estrella que ilumina mi camino y si no te tengo no soy nadie —me dice mientras que se va acercando despacio, y es que teme que lo rechace, cosa que nunca haría.

—Dante, debes entender que debo aprender a afrontar mis problemas para no seguir estancada en el pasado, y si no te dije nada era para no preocuparte y para sentir que podía solucionarlo por mi cuenta —le hablo más tranquila.

—Lo entiendo, mi ángel, pero eso no hará que deje de preocuparme por tu bienestar —dice en voz baja al tiempo que lleva una de sus manos a mi mejilla para comenzar a acariciar con suavidad la zona sin dejar de observarme con sus hermosos ojos grises —. Te amo, mi amor —habla con seguridad provocando que todo mi cuerpo se tense ante su confesión, él está reconociendo sus sentimientos.

—Te amo, Dan —digo en respuesta sonriendo aliviada al saber que siente lo mismo —. Tenía miedo que no estuviéramos en el mismo tiempo —confieso.

—Tú y yo siempre estamos en el mismo tiempo, amor —susurra y sin dejarme responder me besa para sellar nuestra declaración de amor.

Sus manos bajan hasta mi cintura para atraerme más a su cuerpo, mientras que las mías se prenden de sus hombros para no perder el equilibrio. Nuestras bocas se mueven en sincronía, nos besamos con dulzura y amor para afianzar todos nuestros sentimientos, esos que han aparecido tan rápido y que son intensos.

Sus manos bajan hasta mi trasero y me invita a enredar mis piernas en su torso y así lo hago todo esto sin dejar de besarnos, después de unos minutos debemos separarnos por falta de aire, ambos nos observamos, él tiene los labios hinchados y yo debo estar igual. Pienso que nos separaremos, pero me sorprende cuando su rostro se hunde en mi cuello y empieza a dejar besos húmedos por mi piel provocando que inevitablemente se me escape un gemido, avergonzada trato de separarme de él, pero me lo impide afianzando su agarre.

—No debes avergonzarte, amor —me susurra sin dejar de repartir besos por el camino de mi cuello, inconscientemente muevo mi cabeza para darle más comodidad y siga con sus besos que me enloquecen como nunca —. Eres tan delicada, mi stellina —habla sobre mi piel.

—Dan… —susurro cuando siento mucho calor.

 ¿Qué me está pasando?

—Estás excitada, cariño —me explica con suavidad. Mucho de los libros que he leído hablaban de eso, pero es mucho más intenso de lo que imagine.

—Yo… —mis palabras son interrumpidas por unos golpes en la puerta que saca un gruñido de Dante.

—Estamos ocupados así que si no es importante puedes volver por donde viniste Pía —le dice con frustración, le fulmino con la mirada por hablarle así a su hermana, suspira cansado y vuelve a hablar —. ¿Qué necesitas, Pía? —le pregunta más suave y me acurruco más en su pecho sonriendo feliz.

—Hay dos hombres que dicen ser familia de Andrea, y puedo decir que lo son por el parecido —explica e inmediatamente mi cuerpo se tensa.

 ¿Alessandro está aquí? ¿Y si vino con Elliot?

—Que esperen en la sala —le dice y sé que se ha dado cuenta de lo tensa que me he puesto —. Amore, no quiero que te alteres —habla preocupado al tiempo que con una de sus manos levanta mi rostro para que lo observe.

—No quiero que me separen de ti, ¿y si ellos me quieren llevar? —le pregunto aterrada con la idea de que me separen de él y sus hermanos.




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