Santino.
Desafío a mi padre con la mirada, y sé que si mamá no estuviera aquí ya me hubiese dado unos buenos golpes para que lo respetará, pero ¿por qué respetar a alguien que no te respeta?
—Estás castigado hasta nuevo aviso, y no me quiero enterar que te escapas porque ahí enserio me conocerás —me amenaza mientras solo lo observo aburrido, siempre es lo mismo y es que al grandioso Abogado Bianco no se le conforma con nada.
—Ajá, nos vemos está noche —respondo ignorando sus amenazas al tiempo que me doy la vuelta para caminar hacia la salida de la casa.
—¡Santino ni se te ocurra salir de esta casa o vete olvidando de tú auto! —me advierte, pero sigo mi camino sin importarme su advertencia, lo que menos me importa es el estúpido auto.
—Ya deja de gritar a nuestro hijo —escucho la voz de mamá, y me duele de que este en medio de nuestros problemas.
No escucho su respuesta porque salgo de allí con la intención de perderme por las calles de Italia, pero me detengo cuando veo a mi prima Lía y a mi pequeña hermana Marena, la niña de mis ojos, con tan solo cinco años es la adoración de todo el mundo, es verdad que cuando supe de su existencia me sentí celoso porque si antes no tenía la atención de mi padre ahora mucho menos lo tendría, pero todo cambio cuando vi esos ojos tan parecidos a los míos que hizo a parecer un instinto protector que no sabía que existía.
—¡Santi! —me grita sonriente a penas me ve llegar hasta ellas.
—Ven aquí, cariño —le pido agachándome a su altura y ella no duda en correr hasta mí y enredar sus pequeñas manitos por mi cuello, dejo un pequeño beso sobre sus hermosos rulos para seguidamente levantarme con ella en brazos —. ¿Cómo está mi prima preferida? —le pregunto divertido, olvidando mis problemas o al menos intentándolo.
—Soy tú única prima, imbécil —responde rodando sus ojos.
—Cierto —digo girando mi rostro a mi hermana que golpea mi pecho para que le preste atención —. ¿Qué quieres, hermosa? —le pregunto con suavidad.
—¿Podemos ir al parque? Es que papá anda malo y no me gusta que lo esté —susurra con tristeza.
—Bien, podemos, pero antes le avisaré a mamá para que no se preocupe —le digo con voz calma, no me gusta verla triste y saber que las discusiones con nuestro padre lo están ocasionando solo me hace sentir culpable.
—Ya le avisé que iríamos al parque, si quieres puedo decirle que iras con nosotras —responde mi prima e inmediatamente niego.
—No, así está bien —digo sin querer hablar con ellos al menos por unas horas —. ¿Tienes tú auto? —le pregunto a lo que ella asiente confundida —. Hemos discutido y no quiere que toque el auto —comento restándole importancia.
—Tú y yo hablaremos más tarde —me avisa, y sé que no puedo quejarme, ella ha sido un gran apoyo para mí desde que éramos unos niños.
—Lo sé —es lo único que digo —. Pues vámonos, hermosas princesas —les pido sonriendo feliz de tenerlas.
***
—¿Me dirás qué sucedió? —pregunta Lía haciendo que deje de observar mi celular para prestarle atención.
—Lo mismo de siempre, mi padre quiere que me anoté en leyes, y que bla bla... ya sabes la misma cantaleta de siempre —le cuento contestando el mensaje de mi mejor amigo, a quien le he contado lo que pasó y me ha dicho que vendrá.
—A veces me desespera mi tío, pero tú tienes la culpa de no enfrentarlo y decirle que lo que quieres es ser futbolista, y que por cierto eres muy bueno en eso —me dice y puedo notar el orgullo cuando dice lo último.
—Él jamás me entenderá, ya sabes que primero está su apellido, y por eso estoy esforzándome para ganar la beca, sé que eso solo cubre una parte, pero no me importa trabajar medio tiempo para cumplir mis sueños —hablo con seguridad.
—Ese es mi primo, sabes que te apoyaré en lo que decidas —asegura sonriéndome con sinceridad.
—Gracias por siempre apoyarme —le digo mientras observo a la distancia como mi hermana se divierte en los juegos.
—Tú estuviste en mis peores momentos —me recuerda —. Ahora cambiando de tema, ¿Me puedes explicar por qué golpeaste a mi ex? —me pregunta y sabía que se enteraría, pero no me arrepiento de haber ayudado a mi cuñado-amigo a pegarle a esa rata después de que se escondió por meses.
—Ese bastardo creyó que se saldría con la suya, pero nadie se mete con mis chicas y sale ileso —digo con sinceridad.
Me dolió cuando me enteré lo que ese infeliz trato de hacerle a mi prima, y agradezco que Donato haya llegado a tiempo. Si no lo matamos fue porque su hermano y el padre de Lía llegaron antes, y aún no sé cómo se enteraron de lo que íbamos a hacer.
—No me gusta que se metan en problemas —responde negando con desaprobación.
—No podíamos quedar de brazos cruzados —le digo —. Donato vendrá enseguida y estoy seguro que armará una escena de celos —comento divertido.
—¿Vendrá tú cuñado, dices? —me pregunta burlista, y me toma unos segundos entender sus palabras.
—No sé de qué hablas —finjo confusión.
—Lo sabes perfectamente, Pía Ferrara, ¿te suena? —me pregunta ahora burlándose de mí —. ¿O conoces mejor su boca? —me vuelve a preguntar.
¿Acaso mi muñeca le dijo sobre nosotros?
—No digas tonterías —respondo poniéndome nervioso, no creí que ella se lo dijera.
—Ella se vio acorralada y me lo confesó —me dice comprendiendo el rumbo de mis pensamientos.
—¿Acaso la estuviste presionando? —le pregunto para nada contento.
—¿Es ella? ¿La chica que quieres conquistar? —cuestiona haciendo referencia a la vez que le pregunté cómo podía conquistar a una chica.
—Si, pero mejor lo dejo así —digo.
¿Qué es peor que te guste la hermana de tu mejor amigo? Pues lo tengo claro, es estar enamorado de ella, la hermosa castaña me ha flechado, pero nadie debe saberlo o chau reputación y amistad de Donato.