Amor sincero.

Epílogo.

Andrea

Seis meses después.

Me remuevo en la cama tratando de encontrar una posición cómoda y es que los últimos días se me ha hecho imposible dormir porque ya no me siento cómoda con semejante vientre.

Estoy a nada de cumplir los nueve meses y tal parece que este niño no quiere salir. Si, es un hermoso niño, nos enteramos cuando volvimos de la luna de miel, saberlo nos hizo tan feliz. Tendríamos un pequeño niño al cual protegeríamos con nuestras vidas.

Mi esposo está más paranoico de lo normal, y es que si Dante era controlador ahora ni se imaginan cómo anda, que eso no haga porque puedo hacer mala fuerza, que no puedo subir las escaleras porque puedo tropezar, ... y así puedo seguir la lista con sus exageraciones, pero bueno supongo que es común en padres primerizos.

Mis sobrinos nacieron hace un mes, Lía apenas llegó a los ocho meses y es que al ser más de un bebé era obvio que el parto se adelantaría. Los trillizos Ferrara llegaron al mundo hace un mes para enamorarnos con su dulzura.

Samuele, Sofía y Stella Ferrara Morelli.

Samuele y Sofía son unos pelirrojos de ojos grises azulados y la más pequeña es una castaña de ojos grises. Los tres niños son al perfecta combinación de sus padres.

Me gusta saber que nuestra familia de a poco se va agrandando, y solo deseo amor, felicidad y por sobre todo salud para todos nosotros.

 

—¿Qué tienes, mi amor? ¿Acaso ya viene? —pregunta mi esposo alterado y niego divertida porque si actúa así no me quiero ni imaginar cómo lo hará cuando llegue la hora del parto.

—No, tú hijo no quiere salir aún —bromeo al tiempo que me siento en la cama.

—La doctora dijo que al ser niño el parto se puede atrasar al menos una semana más —me recuerda y asiento, creo que el que más presta atención a lo que dice la doctora es él.

—Lo sé, pero ya quiero conocerlo —respondo emocionada con la idea.

—También lo deseo —asegura al tiempo que siento como se acomoda atrás de mí y empieza a repartir masajes desde mis hombros hasta mi espalda baja dándome unos minutos de relajación —. ¿Así está mejor? —me pregunta a lo que asiento agotada.

—Gracias, amor —le agradezco girando mi rostro para darle un casto beso.

—Un placer, mi stellina —me dice —. ¿Quieres seguir durmiendo o prefieres desayuno? —me pregunta con dulzura.

—Desayunar, voy a aprovechar estos días para engordar con la excusa de que estoy embarazada —bromeo sacándole una sonrisa.

—Ni que hubieses engordar mucho, solo siete kilos y casi le ruego a la doctora para que te obligue a subir más de diez —me dice con tranquilidad.

—¿Acaso quieres una esposa fea y gorda? —pregunto indignada.

Eres la perfección en persona, para mí lo eres —asegura provocando que todo se esfume y es que él logra ese efecto en mí.

                                                          ***

Suspiro profundo cuando siento otra contracción, durante toda la semana he estado así y es que en cualquier momento puedo dar a luz.

Me acomodo mejor en el sofá mientras observo la carriola donde están mis sobrinos.

—Son tan hermosos —le digo a mi cuñada.

—Son perfectos, aún no puedo creer que hayamos creado a estos seres tan pequeños —responde mirando a sus hijos con amor.

—¿Y qué tal anda Maurizio? —pregunto por mi otro sobrino.

—Bien, es un gran hermano mayor, me ayuda en todo lo que tenga que ver con ellos. Un par de veces lo he encontrado en la habitación de los trillizos observándolos o contándoles un cuento —me comenta orgullosa.

—Es un maravilloso ser humano —aseguro orgullosa de mi sobrino.

—Aún no podemos creer con mi esposo que somos padres de cuatro personitas —me cuenta divertida.

—Yo no sé qué haré con uno, y tú con cuatro... —susurro mirando cómo juegan Maurizio y Taddeo —. Quiero que nuestros hijos sean unidos, que se amén y se protejan siempre —le digo mi anhelo.

—También lo quiero, los hermanos Ferrara son un ejemplo de la importancia de la unión entre hermanos —afirma mis palabras.

—¿Me extrañaron? —pregunta Pía apareciendo a nuestro lado.

—Por supuesto —respondo con sinceridad —. Aunque te vi ayer y está mañana —le digo divertida.

—Es que sé que no pueden vivir sin mi —bromea sentándose a nuestro lado —. Los hombres están hablando de pañales, de hormonas y de no sé qué más mientras cocinan así que decidí salir de allí —nos comenta burlista.

—No sé cómo mi primo te soporta, cuñada —le dice Lía solo para hacerle enojar.

—Como mi hermano te soporta a ti —contrataca y solo puedo reír por su tonta pelea.

—Ya está la merienda —nos informa Santino llegando hasta nosotras.

—Gracias —hablo al tiempo que intento levantarme para dirigirme al comedor, pero una dolorosa contracción me detiene y el líquido que baja por los piernas me dice lo que pasará a continuación.

—Mierda —susurra mi cuñado al ver mi estado.

—¡Oh Dios, va a nacer mi sobrino! —grita Pía eufórica mientras yo intento no entrar en pánico.

—¡Dante tú mujer ha roto fuente! —grita Santino ignorando a su esposa.

—¡¿Qué?! —escucho el grito de mi esposo seguido de sus pasos apresurados.

—Trata de regular tú respiración y yo me encargo de contar cuántas contracciones tienes por segundo —me dice mi cuñada entrando a su papel de profesional.

—Mi amor, ¿qué hago? —pregunta Dante claramente asustado.

—Auch... llévame a un clínica —respondo tratando de hacer lo que me dijo mi cuñada.

—Bien, ¿te duele mucho? —me pregunta mi esposo cuando me alza en sus brazos cosa que no sé cómo logra, es muy fuerte para llevar a su esposa embarazada en brazos.

—¡No, solo siento que me están abriendo por dentro! —le grito irónicamente.

—No debí preguntar eso, lo siento amor —se disculpa al tiempo que me deposita con tanta delicadeza en los asientos traseros para seguidamente acomodarse él a mi lado —A la clínica —les ordena a sus hombres y estos asienten de inmediato.




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