Amor sincero.

Extra 3: Príncipe Franco.

Andrea

Dos años después.

El sonido del despertador interrumpe mi sueño, y solo suspiro acurrucándome más en los brazos de mi esposo, estoy agotada y solo quiero dormir por una semana entera.

Siento como mi esposo me atrae a su cuerpo con uno de sus brazos y con su mano apaga la bendita alarma.

—Duerme, amor —escucho que dice al tiempo que deja un beso sobre mi cabeza.

—Debo ver a nuestro hijos y prepararlos —le recuerdo.

—Me encargaré de eso —me dice mi hombre comprensivo, pero no es justo, ambos estamos cansados.

—No, podemos hacerlo juntos —sugiero abriendo mis ojos para encontrarme con esos grises que siguen enloqueciéndome como el primer día —. Buenos días, amor —le saludo y él me sonríe con dulzura.

—Buenos días, mi stellina —me saluda para seguidamente intentar besarme, pero se lo impido moviendo mi cabeza hacia otro lado —. ¿Y eso? —pregunta desconcertado.

—Aún no me he higienizado y no creo que está bien por las mañanas —le digo con simpleza al tiempo que intento soltarme de su agarre, pero el me lo impide —. Quiero ir al baño, Dante.

—Puedo besar a mi mujer cuando lo desee, además también acabo de despertar, y no me importa eso que dices —me explica indignado para seguidamente estampar su boca con la mía, correspondo segundos más tarde cuando caigo en cuenta lo que está pasando.

                                                            ***

Me encargo de cambiar a mi Giovanni mientras que mi esposo se encarga de los otros dos.

Mi bebé llegó al mundo hace dos años, le advertí a Dante que sería el último y así se quedará.

Una vez está listo lo tomo en mis brazos y comienzo a caminar hacia la salida para dirigirme hasta la habitación de a lado que es donde está mi esposo.

—Buenos días, cariño —le saludo a mi hijo mayor, aún no puedo creer que mi bebé Camilo tenga ocho años, parece que fue ayer que lo traje al mundo —. ¿Y la princesa? —le pregunto a Dante quién está ayudándole a nuestro hijo a buscar su ropa.

—Aún no voy por ella, ya sabes que es la que más me cuesta —me dice divertido y asiento de acuerdo —. Pero si mi bebé hermoso ya se ha despertado —habla acercándose a nosotros y provocando que el bebé que tengo en brazos empiece a removerse y a gritar por su padre —. ¿Quieres venir con papá? —le pregunta cariñoso al tiempo que estira sus manos en nuestra dirección y mi hijo se impulsa hacia él para que lo alce.

—Bien, los lleve nueve meses en mi vientre, soporte los dolores del parto y aun así me cambian por ti —hablo indignada.

—Mamá, a ti también te queremos solo que papá es el dulce de la relación —bromea mi hijo sacándonos una sonrisa divertida a ambos.

—¿Cuánto años tienes, cariño? —le pregunta su padre mientras pasea a Giovanni por la habitación.

—Ocho, pero hasta un ciego se daría cuenta de que papá puede parecer un hombre serio, pero cuando está con nosotros es el ser más comprensivo y adorable —dice nuestro niño grande.

—¡Oh, mi hijo ya es todo un hombrecito! —exclamo melancólica.

—¡Mamá! —se queja mi hijo avergonzado.

—¡Ya, está bien! —respondo resignada —. Iré a ver a mi princesa, capaz que ella me prefiera a mi —le digo con fingida tristeza.

—Má —me habla mi bebé, sonriente le lanzó un beso antes de darme la vuelta y salir de allí para seguidamente entrar en la habitación de mi princesa Vittoria.

Cómo era de esperarse mi hija duerme profundamente, es la más dormilona y berrinchuda, ni me quiero imaginar lo que será en unos años.

Antes de despertarla me dirijo hasta su ropero para agarrar uno de sus vestidos, si hay algo que me gusta a Vittoria Ferrara son los vestidos, y su padre siempre la está consintiendo, aunque le digo que no puede volver a casa con un vestido cada vez que salen, y créanme que lo hacen seguido.

Cuando ya tengo la ropa que le pondré me encaminó hasta ella y empiezo a removerla con suavidad para despertarla, pero Vittoria ni, aunque pase un terremoto se despierta.

—Princesa, despierta que nos están esperando —le digo y ella niega dormida para después darse la vuelta —. Ándale o tú padre se pondrá triste —hablo y si puede que sea un soborno, pero es lo único que funciona con ellos, no les gusta vernos tristes.

—¡No, no quiero a papi triste! —me dice sentándose rápidamente en la cama. Es preciosa mi niña, y me siento tan orgullosa de ser la madre de estás tres bellezas.

—Bueno entonces nos cambiaremos rápido e iremos con ellos —respondo y ella asiente al tiempo que me permite cambiarla.

                                                                    ***

La sonrisa en mi rostro demuestra lo feliz que soy, ahora mismo estamos caminando hacia la casa de los Lombardi. Dante tiene en sus brazos a nuestra hija mientras que yo tengo a Giovanni, y Camilo camina a nuestro lado.

Mi relación con mi hermano no es la misma desde aquella vez en qué conté todo lo que pasé con esa mujer y les dije lo que sentí cuando ambos me dejaron de lado.

No les guardo rencor, pero si tengo un poco de resentimiento, en especial por Enzo. Hasta el día de hoy no lo llamo papá o algo así, y creo que no lo haré en mucho tiempo, pero no es mi culpa después de todo no lo siento y no debo hacer algo que no sienta de corazón.

Con mi cuñada Isabelle si tengo más contacto, aunque como que se enojó cuando supo que era amiga de Charlotte. Ella sigue creyendo que mi amiga fue una de las responsables de sus desgracias e incluso se peleó con Andriano ya que este después de que se enteró de esa horrible verdad que escondía la pobre de su ahora esposa comprendió tantas cosas y se mostró arrepentido.

Así que solo me queda esperar a que ese malentendido se resuelva, de todas formas, les deje en claro a ambas que no estaría del lado de nadie y que ambas eran importantes para mí.




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