El día después de que el profesor nos eligiera para cantar en el evento benéfico, nos informó que debíamos cantar dos canciones. Él nos sugirió que cantáramos noche de paz y que, entre los dos, escribiéramos la otra canción.
Por fortuna Ettore y yo tuvimos inspiración, los dos pudimos crear una hermosa canción. Incluso seguimos la sugerencia del profesor y empezamos a ensayar noche de paz.
Precisamente yo había ido a casa de Ettore y estaba esperándolo junto a su piscina, ya que, él había ido a buscar su guitarra.
— Tardaste mucho —dije cuando escuché sus pasos.
— Solo cinco minutos ¿Acaso me echas de menos cuando no estoy cerca?
No respondí porque sí, cuando él no estaba cerca, echaba de menos su presencia. En parte, el profesor era el responsable, ya que, él fue quien nos emparejó.
— Lena —sentí su mano en mi mejilla—, responde.
— Me gusta tu casa, es grande.
— Eso no fue lo que pregunté.
— Creo que debemos iniciar el ensayo —me levanté—. Faltan dos días para el evento.
Ettore me miró fijamente y después dejó la guitarra en el piso. Posteriormente se acercó, se inclinó y sujetó una de mis piernas.
— Levanta el pie —ordenó y por inercia obedecí. Entonces él quitó mi sandalia—. Levanta el otro
Después de que él me quitara las sandalias, tomó mi mano y me hizo sentar junto a la piscina. Poco después, él también se despojó de su calzado y se sentó a mi lado.
— Mete tus pies en la piscina —ordenó.
Obedecí y él me imitó. Y así, con los pies en el agua y con nuestras bocas cerradas, estuvimos durante minutos. Después él giró su cabeza y me miró.
— Cosas tan sencillas, como por ejemplo, mirar agua en calma, alivian el alma.
— ¿Necesita alivio tu alma?
— En algún momento todas las almas necesitan alivio.
— Creí que buscabas alivio en la música.
— La música me hace feliz, el agua en calma, alivia mi alma y tú —calló un momento—… tú me traes plenitud.
— Señor poeta, si sigue hablando así, inevitablemente terminaré sonrojándome.
Él sonrió y después de sacar sus pies de la piscina, se levantó y extendió su mano.
— Ven conmigo, quiero mostrarte algo.
Yo tomé su mano y él me llevó a su habitación. Entonces me hizo sentar en su cama y después caminó hacia su guardarropa.
Ettore empezó a buscar y, aunque sentía curiosidad, preferí esperar en silencio. Finalmente él encontró lo que buscaba y después dio media vuelta.
Inmediatamente pude ver dos pares de patines.
— ¿Qué es eso?
— Patines que les regalaré a Jorge y Kelly ¿Sabes? Interrogué a nuestro profesor de música y él me confesó que la anciana no es abuela biológica de ellos. Ella se hizo cargo de ambos niños cuando sus padres murieron.
— ¿Son huérfanos?
— Sí, por fortuna tienen una abuela adoptiva, pero eso no será por mucho tiempo.
— ¿Qué quieres decir?
— Está enferma, le queda poco tiempo de vida. El profesor adoptará a Jorge porque su esposa lo conoció y se encariñó con él.
— ¿Y Kelly?
— De ella me haré cargo yo.
— Pero tú solo tienes veinte años.
— Y tú tienes dieciocho. Ambos tenemos la edad adecuada para cuidar de una niña de tres años.
— ¿Qué? No entiendo.
— Ya entenderás. Ahora ayúdame a envolver los regalos.
**
Faltaban pocas horas para el evento en el que Ettore y yo cantaríamos. Yo no era una persona tímida, pero no podía negar que me sentía nerviosa.
— Lena, acércate un momento.
Yo giré y nuevamente vi a Ettore. Su traje le quedaba perfecto y combinaba con sus negros ojos.
— Bella joven, veo que le encanta mirarme ¿Cree usted que soy atractivo?
Yo recordé que me había llamado de la misma forma el día que nos conocimos, también recordé mi grosero comportamiento y me sonrojé.
— Ettore, discúlpame por haberte hablado mal cuando nos conocimos.
— Lena, yo jamás olvidaré ese día ¿Cómo olvidar la forma en la que conocí a la chica que se convirtió en mi inspiración?
— ¿Qué quieres decir?
— Acércate y te diré.
Lentamente me acerqué y me detuve frente a él. Entonces lo vi sacar una pequeña caja. Él la abrió y pude ver un collar.
— Quería dártelo cuando me ayudaste a envolver los patines de Jorge y Kelly.
— ¿Me compraste un regalo?
— Sí —él se tomó un momento para ponerme el collar y después se ubicó frente a mí— ¿Quieres tocar el dije?
Yo obedecí y un jadeo se escapo de mis labios cuando, con mi tacto, descubrí que el dije del collar era un anillo.