Amor Sobre La Nieve

UN FINAL ES UN NUEVO COMIENZO

El momento de cantar llegó y yo me esforcé para no demostrar la tristeza que sentía. Ettore solo me había dicho que estaba muriéndose, pero, eso fue todo. Él no quiso hablarme de su enfermedad, según él, para que mi mente se concentrara en cantar.

Afortunadamente mi voz no se quebró en ningún momento, pero, mi espíritu sí había decaído. 

Ettore y yo bajamos del escenario entre aplausos. Entonces empezamos a repartir los regalos que, ese año, fueron donados por la alcaldía de la ciudad.

— Necesito hablar con ustedes —habló el profesor mientras se acercaba.

En aquel momento, la mayoría de los que asintieron al evento benéfico ya no estaban; éramos pocos los que quedábamos en el lugar.

— ¿Qué sucede? —interrogó Ettore.

Él nos indicó que lo siguiéramos. Entonces los tres abordamos el vehículo del profesor y éste empezó a conducir en silencio.

— ¿A dónde estamos yendo? —pregunté.

— Al hospital. Juanita fue llevada de emergencia a ese lugar.

— ¿Y los niños? —interrogué.

— Mi esposa los está cuidando.

Nuevamente callamos y así nos mantuvimos hasta que llegamos al hospital.

Entramos y el profesor preguntó por la anciana. Entonces una enferma le informó que su corazón estaba fallando, debido a su insuficiencia renal. 

Poco después de haber escuchado a la enfermera, los tres nos dirigimos a una sala de espera y nos sentamos. Y, treinta minutos después, finalmente tuvimos noticias, pero, no eran noticias buenas.

El médico que atendió a Juanita, nos informó que, a causa de un fallo cardíaco, Juanita había fallecido. Según el médico, el corazón de la anciana ya había fallado un par de veces y por eso estaba débil.

Yo no pude evitar que las lágrimas salieran de mis ojos ¿Cómo reaccionarían Jorge y Kelly?

El profesor se hizo cargo de hacer los trámites para reclamar el cuerpo de Juanita. Él nos dijo que se encargaría del funeral y que, además, les informaría a los niños.

Sinceramente no había esperado que, toda la alegría que sentí cuando me levanté por la mañana, se esfumara en la noche. Yo no me sentí capaz de volver a mi casa y por eso accedí a quedarme en casa de Ettore.

— Lena, todo sucede por algo —escuché.

Minutos antes yo había ido a la piscina. Yo me había sentado y también había metido mis pies en el agua porque quería encontrar un poco de calma para mi alma, pero la calma no llegó.

— Vine aquí para distraerme —callé un momento y después giré mi cabeza—. Ettore, ¿por qué no quieres hablarme de tu enfermedad?

— Porque no quiero que estés triste.

— ¡Ya lo estoy! —grité y todas esas lágrimas que estaba reteniendo finalmente salieron— ¡No quiero que me dejes!

— No voy a dejarte. Siempre estaré en tu corazón.

— ¡Calla! ¡Calla! —exclamé y entonces él me abrazó— ¿Por qué no luchas para vivir? Ahora está Kelly, ahora estoy yo.

Él separó mi cabeza de su pecho y me miró fijamente.

— ¿Realmente te tengo? ¿Aceptarás ser mi esposa?

— Sí, pero tienes que hacer un esfuerzo y sea cual sea la enfermedad, tendrás que vencerla.

Ettore secó mis lágrimas y después lo vi sonreír. Entonces volvió a poner mi cabeza en su pecho.

— Quizá aún pueda encontrar una cura —expresó, aunque su tono de voz evidenció que él ya se había resignado a morir.

**

Desde que Juanita murió, se volvió una costumbre para mí, cantar en el evento anual que, cada año, se realizaba en el barrio donde nací y crecí. En total, ya había participado en cuatro ocasiones más y, en pocos minutos, estaría en el escenario por sexta vez.

Sentí que alguien besaba mi vientre y yo sonreí. Entonces bajé mi vista y vi a Ettore.

Él y yo nos casamos en secreto, justo una semana después de la muerte de Juanita. Yo sabía que no era el mejor momento, pero lo convencí porque quería que él tuviera una motivación para luchar por su vida.

Ettore tenía anemia aplásica y necesitaba un trasplante de médula, pero, en su país no encontró a nadie compatible. Entonces él quiso conocer otras culturas y por casualidad o por obra del destino, llegó a mi país. Prefiero creer que fue el destino, ya que, milagrosamente, él y yo éramos compatibles; yo fui su donante.

— ¿En qué piensas? —me preguntó.

— Estaba pensando en la enfermedad que sufriste. 

— Eso es pasado. No te atormentes por cosas tristes.

— Cielo mío, no estoy triste sino feliz. Estoy feliz porque decidiste luchar y quedarte conmigo, con nosotros.

— ¡Mamá! ¡Mamá! —escuchamos.

Ambos sonreímos al ver que Kelly se acercaba. Al final, Ettore y yo la adoptamos, pero, además de ella, también teníamos al niño de cinco años que sostenía la mano de Kelly y a los mellizos que crecían en mi vientre.

— ¿Sucede algo niños? —preguntó Ettore.



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En el texto hay: musica, romance, regalos

Editado: 12.12.2021

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