Amanda.
Veo fijamente por la ventanilla los autos pasar, los edificios que dejamos atrás. Todo en segundos. Veo mis nudillos cuidadosamente vendados. Max me dio una pastilla para el dolor. No quiero volver a estar encerrada, creo que es lo peor que me puede pasar. Un escalofrío recorre mi columna ante el recuerdo.
- Va a llover. Comento con pesar.
- Será mejor no ir... no quiero que te enfermes. Prometo llevarte mañana. Asiento, veo su perfil y duda un poco antes de agregar. - ¿Quieres ir a ver a Nico?.
- Solo por Nico. Lo advierto. Una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
Me relajo en el asiento y veo grandes gotas caer. Resvalan por la ventanilla. Siento una gran nostalgía. Miro al frente y es difícil ver la carretera.
- Debemos parar. Anuncia Max. Detiene el auto frente a una pequeña tienda de regalos. Miro mi tatuaje que ya está sanando.
- ¿Cuánto crees que demore?.
- No lo sé, nos iremos cuando sea seguro conducir.
Suspiro. Amo cuando llueve pero hoy me siento un poco inquieta, vigilada. Es ilógico porque no hay nadie cerca. Todos se está resguardando de la lluvia.
Max toma mi brazo y se queda viendo mi tatuaje. Sigue con sus dedos la forma de mi dibujo. Su tacto me genera cosquillas. Le da un suave beso. Suelto una risita nerviosa por su toque, tan cálido y dulce.
- ¿Cuándo te lo hiciste?. Pregunta curioso.
- Mmm, el día que creías que me había echo daño. Digo burlona.
Razca su nuca y veo como sus mejillas se ponen rojas. Golpeo mis piernas con las palmas abiertas.
- Andando.
- Todavía está lloviendo pioja. Me mira confuso.
- ¡Vamos!. Señalo la tienda. - Puede que le consiga un regalo a Nico. Sabes que le encanta que le lleve cositas.
- Lo estás consintiendo demasiado. La mirada tierna en los ojos de Max está llena de afecto.
Antes de que diga algo más salgo con mi monedero corriendo bajo la lluvia para llegar dentro de la tienda. Ahora que la veo de cerca no es solo una tienda de regalos sino que también hacen alfarería. Los ojos se me iluminan al ver un letrero que dice "El mejor regalo lo puedes hacer a mano ¿Te animas?" Camino por el lugar y veo pequeñas tazas, platos, jarrones, piezas decorativas y todo echo a mano, en el frente de la tienda no se lograban apreciar las manualidades sino cosas más comunes. Hay un pequeño juego de té que llama mi atención. Para ser de arcilla es precioso.
- ¿Te gusta?. Escucho la voz de Max a mis espaldas. Tengo una de las pequeñas tazas en mis manos cuando giro para verlo. Su cabello está mojado. Unas cuantas gotas resbalan por su rostro. Se ve tan lindo pero a su vez tan fuera de lugar. Su traje arrugado y un poco mojado lo hacen ver un poco desaliñado pero sexy a la vez. Su cabello se ve más negro por el agua.
- ¿Amanda?. Salgo de mi escaneo y Max tiene una sonrisa divertida en sus labios. Siento arder mi cara.
- ¿Qué tan bueno eres con la arcilla?. Pregunto cambiando el tema, coloco la taza en su lugar para que no vea el rojo en mis mejillas.
- Nunca se me dieron las manualidades. Dice apenado.
- ¡Por fin! Algo que no sabe hacer este hombre. Hago mi pequeño baile de la victoria. Max me mira perplejo. Comienzo a reír con ganas. - ¿Recuerdas que arreglaste el grifo de mi cocina? Ese día te jactaste de que no había nada que no supieses hacer.
- En mi defensa. Lo piensa un poco antes de decir. - Bromeaba contigo. Levanta las manos en forma de rendición.
- Si claro... Vuelvo a reír y se siente tan bien. Tan natural. Tan liberador.
Una señora mayor nos mira con ternura desde un extremo de la tienda. No la había visto hasta ahora. Un señor un poco mayor que la señora sale de la puerta detrás de su esposa y la mira con ternura.
- Buenas tardes jovencitos. Nos saluda la señora mientras se acerca a nosotros. - ¿En qué podemos ayudarlos?.
- Buenas tardes decimos Max y yo al unísono.
- Estamos interesados en hacer nuestros regalos. Me apresuro a decir. Max tiene esa mirada aterrada que me divierte.
- Oh, ya veo. ¡Viejo!. Su llamado es con cariño.
El señor se acerca y estrecha la manos de Max y la mía.
- Vengan por aquí. Nos lleva a un extremo de la tienda donde tienen una mesa llena de pinturas y herramientas, junto a dos ruedas giratorias.
El señor amablemente nos explica cada paso para que salga bien. Nos hace una pequeña demostración y quedo fascinada. La facilidad en que mueve sus manos pra darle forma a un pequeño florero.
- Los dejaré solos, si me necesitan solo tienen que llamar. Asentimos y nos sentamos en nustros lugares.
Comienzo lento con miedo de hacerlo mal. Mojo mis manos para darle forma a la arcilla. Moldeo con mis manos una taza. Sigo con cuidado para conseguir el resultado deseado.
- ¿Sabes que sacas la lengua cuando estás muy concentrada?. El tono burlón de Max me desconcentran lo que ocaciona que un borde sea irregular.
- No es cierto. Me defiendo. Después de pensarlo unos segundos decido dejarlo como está. Creo que ese borde irregular le da un toque especial.
- Si lo haces pioja. Siempre lo haz echo. Suelta una carcajada. Su risa es jovial y aunque quiera parecer enojada no puedo hacerlo.