Amanda.
Hoy creo que he comido más de lo que debería aunque no siento culpa. Estos últimos días he comido puros dulces y en la noche cuando Tom iba a verme, en el resto del día vivía más de café. Sé que Max tiene mucha paciencia pero tengo planeado algo bonito, hemos parado en un Starbucks pero por segunda vez no lo dejo ir conmigo. Compro un Panini Clásico y un Panini Español, galletas doble chocolate, unos muffin de blueberry y un panqué de limón. Ya con las cosas listas las monto en el asiento trasero de la camioneta.
— ¿Ya tienes todo lo que necesitas?— Pregunta.
— Sí. ¿Me dejas manejar?.— Pregunto con cautela pero desafiándolo al mismo tiempo.
— Mmm, solo si prometes no matarnos.— Comenta divertido.
— Oye no manejo tan mal.— Bromeo.
Cambiamos de lugares y nos ponemos en marcha. Siento como si un peso de mis hombros se hubiera ido, todavía sé que existe la posibilidad de que sea verdad pero quiero luchar por esto. Quiero hacer que funcione, por fin entendí que si me alejo de él lo único que voy a conseguir es morir en vida. No sé por qué le dejé la carta pero espero que la encuentre y en el momento que eso pase sé que seremos felices. Escribí una carta expresando todo lo que siento, todo; la guardé en uno de sus primeros libros, sé que es uno de sus favoritos, creo que se dará cuenta rápido por el echo de que lo pusé al revés. Sonrío para mis adentros, puede que no lo note tan rápido como espero pero la espera valdrá la pena.
Siento un frío recorrer mi columna, vuelvo a caer en la realidad de la sensación de que alguien o algo anda mal. No hay mucho tráfico. Faltan como unos 15 minutos para llegar al lago, aunque estamos cerca no dejo de mirar los espejos retrovisores.
— ¿Estás bien? Te noto un poco inquieta.— La inquietud es notoria en su voz.
Relajo mis hombros y dejo de apretar con fuerza el volante, respiro profundo antes de responder.
— Solo estoy preocupada por Nico, me gustaría tenerlo aquí con nosotros.— Es una mentira a medias, sí me gustaría jugar con Nico en el lago o hacer carreras.
— Cuando regrese prometo que lo traeremos.— Me tranquiliza. — Ahora dime la verdad Amanda. Su tono es serio y sé que me ha pillado.
— No es algo que pueda explicar, solo que me he sentido vigilada pero no hay motivos.— Suspiro.
— Por eso estás tan inquieta, si quieres nos regresamos no quiero verte así.— Toma mi mano libre.
— Tranquilo, seguramente me lo estoy imaginando.— Aprieto ligeramente su mano cuando veo que va a protestar.
En el camino me pongo a cantar y toda esa sensación se aleja de mi. Max no deja de mirarme lo que me hace sonreír. Estaciono la camioneta y bajamos de la camioneta. Max me ayuda con las bolsas pero le prohibo mirar su contenido, parece un niño pequeño que quiere verlo todo. Amo cuando me hace ojitos. Caminamos por el sendero. Respiro profundo y el aire húmedo llena mis pulmones, el olor de la tierra mojada y las flores mezclado me gusta. Todavía veo unas cuantas gotas de lluvia de ayer. Tomo la mano de Max y veo nuestras manos entrelazadas. Su mano considerablemente más grande que la mía.
Extrañamente me siento muy cansada para seguir caminando así que me detengo.
— ¿Qué sucede?.— Pregunta preocupado.
— Solo estoy cansada, dame unos minutos y seguiremos caminando.— Me doblo y respiro con fuerza. Max me acaricia la espalda.
— Sube a mi espalda.— Se ofrece. Niego.— Vamos pioja, solo faltan unos metros, sube a mi espalda y te llevaré el tramo que falta así cuando lleguemos descansarás mejor.—
— De acuerdo.— Acepto.
Max procede a agacharse frente a mi y como puedo me aferro a sus hombros y con mis piernas a su cintura. Max comienza a caminar y yo descanso mi cabeza en su hombro. Su olor me gusta tanto que le doy un besito. Se me hace un poco raro sentir fatiga ahorita si en el Walmart me la pasé corriendo de un lugar a otro para conseguir las cosas en el menor tiempo posible y así no levantar sospechas. Las piernas de Max son más largar que las mías y en poco tiempo llegamos al lago, ya veo que acorta su paso cuando yo voy caminando.
Bajo de su espalda y voy a la orilla del lago, veo que el agua está un poco turbia pero no deja de ser hermoso, este lugar me llena de tanta tranquilidad y eso que hemos venido solo dos veces. Max me rodea con sus fuertes brazos y descansa su mentón sobre mi cabeza. Su respiración hace mover mi cabello ligeramente y me causa cosquillas. Giro entre sus brazos y me aferro a él en un fuerte y apretado abrazo.
— Te amo Max.— Susurro contra su pecho pecho.
Estoy casi segura de que no me escuchó porque no dijo nada. Me separo de él y me pongo a organizar las cosas que compré. Extiendo el mantel de picnic impermeable de colores, coloco la botella de limonada, los platos, vasos y cubiertos, junto a todo lo que compré en el Starbucks.
— Compraste todo esto.— Dice con admiración. Compré cosas que nos gustan a ambos.
— Nada mejor que un Panini para almorzar.— Nos sentamos y le pasó su panini. Le paso un vaso lleno de limonada que previamente había servido. El sol brilla pero no hace calor, está fresco. Doy tres mordiscos a mi panini y guardo el resto. Me acomodo en el mantel y pongo un brazo sobre mis ojos para que no me pegue el sol directamente.