Amanda.
Ya han pasado un par de días y me he sentido mejor. Max despidió a Sergio, quien ni siquiera me mandó un mensaje para disculparse por lo ocurrido. Comencé a ver clases de defensa personal 3 veces a la semana y a veces cuando me siento cargada de energía voy a correr o a entrenar en el gimnasio, Max siempre me acompaña. Ya no hay nada que ocultar, después de lo ocurrido mis compañeros de trabajo me bombardearon con preguntas cuando vieron a Max allí y más que fue a defenderme y me sacó en brazos como si fuera una muñeca. Ese lunes con mi rostro lleno de maquillaje para ocultar las marcas visibles, Max reunió a todos piso por piso y les contó de nuestra relación pero yo aclare que sin importar nada siempre me podían tratar de la misma forma cuando llegué el primer día. Sorprendentemente nada cambió. Eso me ha tenido más feliz que una lombriz.
- ¿Soñando despierta pioja?. Salgo de mis pensamientos y veo a mi hombre frente a mi escritorio con una sonrisa radiante.
- El trabajo no me deja. Miento y centro mi mirada en el ordenador de mi escritorio.
- Mientes, te vi mirando a la nada y no notaste cuando llegue.
Una sonrisa burlona se dibuja en su perfecto rostro y siento como mis mejillas arden. Se acerca y me quita mis lentes de lectura.
- Estoy trabajando señor Brown.
- Escuché que el jefe la quiere en su oficina señorita Miller.
Me levanto de mi asiento y salgo disparada a la oficina. Me siento como una niña jugando a las atrapadas. Estoy de muy buen humor hoy. Paso frente al escritorio de Grace quien me mira divertida y sigo de largo directo a la oficina de Max, quien llega segundos después y me atrapa en un fuerte abrazo mientras besa mi cuello.
- ¡Para! Me haces cosquillas. Digo con una risita.
- Cuando soy yo el que pide que te detengas no lo haces piojita. Y sigue torturandome con sus cálidos labios.
Se inclina lo suficiente como para meter sus manos bajo el dobladillo de mi vestido vintage.
- No podemos. Digo poco convencida.
- Sí podemos, he querido quitarte ese vestido desde que te lo vi esta mañana. Ronronea en mi oído y se me eriza la piel al sentir su respiración en mi cuello, mientras sigue con su dulce tortura en mis piernas.
- Tenía el loco pensamiento que no te había gustado. Mi vestido vintage es de color amarillo hasta la cintura y la falda es blanca con un estampado de limas amarillas con hojas verdes. Lo compre en una venta de garaje y me encantó desde el momento en que lo vi.
- Te hace ver muy de los años 50. Simplemente adorable. Suelto una risita nerviosa. Siento como baja el cierre de mi vestido y a medida que lo hace rosa con sus dedos mi espalda, haciendo que sienta un escalofrío recorrer mi columna.
Giro en sus brazos cuando cae mi vestido. Me mira de pies a cabeza y sonríe al ver mi ropa interior color amarilla a juego.
- Diferente, lo sé. Su risa inunda la habitación, amo hacerlo reír y mi ropa interior le causó un poco que gracia.
Juega con los tirantes de mi brasier y yo lentamente voy abriendo los botones de su camisa. Su piel está caliente y tersa, sus musculos bien definidos se mueven y tensan con cada uno de sus movimientos y no puedo evitar besar su pecho. Hago un recorrido hasta su mentón, mientras libero el amarre de su cinturón y bajo la cremallera de su pantalón de vestir, meto la mano en su boxer y todo su miembro ya duro y listo para mi.
- ¿Para que soy buena señor Brown?. Digo lo más seria posible y en eso él centra sus ojos.
- ¿Qué?. Pregunta sin entender nada.
- Me informaron que necesitaba hablar conmigo. Mi voz inocente enciende la chispa en sus ojos de puro entendimiento.
Sin decir palabra me agarra y me monta sobre su escritorio, me agarro de él para no perder el equilibrio. Debora mis labios y su boca sabe a menta fresca, entre jadeos siento el deseo crecer en mi interior, quiero más, quiero todo con él. Max rompe mis bragas y suelto un gruñido en protesta. ¡Eran nuevas!. Me quita el brasier y en medio de mi estupor veo lo rápido que baja hasta mis muslos y su respiración me eriza la piel. Muy despacio hace un camino de besos por mi muslo hasta mi centro, no puedo respirar, su lengua hace trazos que me han estremecer, undo mis manos en su cabello obligandolo a quedarse un poco más, cuando se separa sopa mi centro haciendo que mis terminaciones nerviosas quieran explotar.
Su recorrido de besos entre mis pechos sensibles es la más dulces de las torturas existententes, se quita su camisa a toda prisa y coloca una de mis piernas sobre su hombro, se posiciona listo para entrar en mi, nuestras respiraciones son irregulares, siento que me mata cada segundo en que está tan lejos de mi. Sus ojos están fijos en los míos y decimos tantas cosas sin soltar una sola palabra, el amor que siento por Max no se compara con nada que haya sentido antes.
Con una leve sonrisa entra muy lentamente en mi que me hace estremecer, se mueve lento y decidido.
- Mi amor... por favor más rápido. Le ruego.
Su boca vuelve a la mía para acallar mis gemidos, con ritmo firme, decidido entra y sale de mi una y otra vez, mis extremidades comienzan a sentirse como mantequilla derretida y el calor se va acumulando en mi centro, voy a romper en mil pedazos en poco tiempo cuando escucho un fuerte golpe en la puerta. Max se detiene en seco y yo entro en pánico, sabía que es una mala idea.