Max.
Siento que los nervios van creciendo a medida que se acerca la hora de llegada de la pioja. Tom ya me mandó un mensaje de que vienen en camino. Le pedí una foto de la pioja pero se negó, sé que Tom es mi aliado en todo esto pero no colabora para quitarme las ansias que tengo de ver a mi pioja distraida, en fotos así se ve preciosa.
- Hijo ¿Estás bien?. Pregunta mi madre preocupada pero acomodando su vestido del siglo XVIII.
- Tranquila mamá, estoy bien. Solo espero a que llegue mi novia.
- Se nota que estas ancioso de verla. Hijo, cuídala. Ella te ama y veo un buen futuro para ambos. Ya me imagino a mis nietos. Dice esperanzada. La miro sorprendido.
No me da tiempo de responder, me da un empujón en dirección a la puerta y veo a mi pioja parada en la entrada mirando en todas las direcciones buscando algo.
- Ve por ella hijo. Dice mi madre con una enorme sonrisa pero sin apartar la vista de mi chica.
Camino en su dirección, paso entre la gente y ella sigue sin notarme. Cuando estoy cerca de ella, me nota. Sonríe pero inmediatamente su expresión cambia, inclina la cabeza hacia un lado y frunce el ceño como un perrito cuando no logra comprender algo. Camina hacía a mi y antes de que la pueda saludar me propina un fuerte golpe en el hombro.
- Demonios pioja. Suelto por la impresión y por un poco de dolor, desde que comenzó a entrenar ya tiene un mejor control de su fuerza y sabe como usarla.
- Demonios nada, ¿Por qué no llevas disfraz?. Se curza de brazos y me fulmina con la mirada.
- ¿Quién dijo que no llevo disfraz?. Abro mi camisa de vestir y le doy una buena vista de mi camisa de superman. La pioja suelta una risa que casi no puede controlar, se lleva a las manos al pecho y con esfuerzo intenta hablar.
- No es justo. ¡No puedo creerlo! Nunca debí decirte que te verías bien como Clark Kent. Lo peor del caso es que ¡Me encanta!.
- Todo lo que me dices me lo tomo muy seriamente pequeña pioja.
- Espera. ¿Dónde están los lentes?. Como si sus deseos fueran ordenes me coloco los lentes que tenía guardados en el bolsillo de mi pantalón. La pioja se muerde el labio al verme. - No hagas eso.
- Estas muy guapo. ¿Por qué no me dejaste ser Luisa Lane?.
- No era divertido. Digo encogiendome de hombros. Amanda me da otro golpe en el hombro. - ¡Pero si estas hermosa!.
- El año que viene yo escogeré tu difraz. Hay un toque de malicia en su voz.
- Como quieras. Tomo sus manos y beso cada uno de sus nudillos, sin evitar morder la punta de su pulgar. - Eres la chica más preciosa de este lugar. Me da un corto beso en los labios.
- ¿Serás mi héroe esta noche?.
- Toda la vida.
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Amanda.
Todo y cada uno de los detalles en el gran salón son perfectos, nada parece puesto al azar. Hay tantas personas que no conozco y Tom me dejó sola desde que entramos por la puerta, pero mi hombre no demoró en encontrarme y desde entonces no nos hemos separado. El salón está lleno de vida y de colores, las telas que caen del techo y las luces hacen que se sienta como si estuviera en un cuento. Las mesas se encuentran al final del salón, en las cuales nos encontramos sentados en este momento. Los centros de mesa son hermosos y tienen pequeñas variaciones en cada mesa. Es una especie de árbol, pero lo único que se ve son sus ramas, y todo está pintado en negro, en la base hay flores de distintos colores, y de las ramas del arbol cuelgan pequeños calderos como donde las brujas preparan posiones, de los cuales sale humo de distintos colores, entre las ramas también hay una serie de cristales que brillan cuando son tocados por la luz.
Ya casi todos terminamos de cenar y la música es variada, quiero bailar con Max toda la noche si es posible. Miro a Max que está a mi lado y lo veo un poco nervioso pero aun así está demasiado guapo.
- Oye, ¿Estás bien?.
- Sí, tranquila amor. Me dedica una de esas sonrisas tranquilizadoras pero lo conozco y sé que sí le pasa algo. No quiero presionarlo ahora, así que lo dejo pasar.
Después del postre Max me lleva a un lugar apartado en el gran salón, detrás de una de las grandes telas que caen del techo. Me siento como si fueramos niños enamodos que se ven a escondidas y todo es dulce y tierno.
- Te amo. Te amo tanto pioja. Dice antes de darme un beso perezoso. Sus labios suaves y cálidos son mi dulce perdición, me aferro a su cuello y tiro de su cabello.
- Te amo más mi bizcocho, mucho más. Susurro cuando rompemos el beso.
Quiero que el tiempo se detanga, en momentos así siento que no hay nada que importe más que pasar cada segundo junto a él, llenos de amor y sinceridad.
Toma mi mano y vamos a la pista de baile, las luces bailan de un lugar a otro iluminando a su paso a las personas que bailan y ríen. La música es rápida pero Max baila como si fuera un vals, nos movemos lento y no puedo evitar reír. Mi Max no deja de sorprenderme. Me pega a su cuerpo y seguimos bailando abrazados, descanso mi cabeza en su pecho y escucho sus latidos, es la música más linda que puedo escuchar en este momento, siento que ya no hay nada más, nada tan simple pero a su vez tan real.