Hoy, como todos los días, vino a visitarme la enfermera para contarme que su amor imposible, el Dr. Carlos, le había regalado unos chocolates. Ella fue a darme uno muy emocionada, sentí cómo su aura emitía un color dorado muy hermoso… Tan llena de felicidad y ternura, se quedó conmigo en la silla hasta quedarse dormida.
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_¡Carmen!
Exclamó el Doctor Carlos
_¡Despierta, el paciente de la habitación 58 necesita de su inyección!
-¡Doctor! Discúlpeme usted, solo vine a ver a José para saber si estaba bien…
Dijo Carmen.
_Gracias Carmen, eres una excelente enfermera que se preocupa mucho por sus pacientes; ¡yo creo que si le seguimos dando atención a este chico se recuperará muy rápido!
Dijo el Doctor Carlos mientras tomaba la mano de Carmen.
-¿Enserio, doctor?
Exclamó Carmen.
-¡Ojalá que sí! ¿Ha visto lo emocionada que Antonella se pone cuando sale de aquí? Ella lo quiere mucho, lo necesita. ¡Pobre chica!, me imagino lo que se siente….
_A, ¿sí?
Preguntó Carlos.
_¿Cómo es que sabes lo que se siente?, ¿acaso tú también sientes algo así por alguien?
-Doctor, no puedo decírselo… Debo irme
Carmen salió rápidamente de la habitación.
Esa tarde el doctor me confesó su amor hacia la enfermera, pero que tenía que ocultarlo porque si el hospital se enteraba, tendría que irse; pues el reglamento no les permitiría estar juntos.
Ese mismo día pude recordar aquella noche del accidente, la que me dejó así, la noche que apagó mis sentidos por completo…
Y la noche no terminaba, escuché la puerta de mi habitación y me pregunté ¿Quién será?
_José, tengo malas noticias para ti, amigo…
Dijo el Doctor Carlos, sujetando mi brazo.
_Ya me ha llegado el informe de que es lo que pasó y me temo que debo decirte que la niña que intentabas salvar murió. Lo siento mucho amigo mío…
¡Fue lo más devastador que pude oír! Sentí una nube de depresión y sentí cómo las lágrimas querían salir de mí… pero no pude hacerlo y solo en mi mente lloraba.