Capítulo XII

Sé que Mabel siente algo sincero hacía mí, pero ¡cómo puedo corresponderle si soy un maldito cadáver que no se puede mover, que solo habla con sus pensamientos!

¡Maldita sea! ¡Cómo me gustaría despertar y darle un abrazo!

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¡Me he cansado de buscar a Carlos y no le encuentro! Creo que es momento de que regrese con José, él me necesita.

Pensaba en voz alta Carmen.

_ Enfermera Cloe ¿puedo hacerle una pregunta?

Dijo Francisco.

-¡Por supuesto!

¿Qué fue de su esposo?, ya sabe, el Doctor Carlos...

Preguntó Francisco.

¡Ya sabe lo que pasó! Él se fue al hospital de Estados Unidos transferido.

Contestó Cloe.

_¿Hablas del John Hopkins? -dijo admirado el Doctor Francisco-

-Sí, exactamente- Dijo Cloe.

Mientras tanto con la Enfermera Carmen:

El camino está muy oscuro, llueve demasiado; debo llegar rápido a un lugar para quedarme.

Esa noche, Antonella logró burlarse de la seguridad y entró en mi habitación.

_¡Hola José! - Dijo Antonella, en tono burlón.- ¡Supe que tienes una nueva admiradora!

Me gustaría poder estar contigo, pero no puedo estar con alguien que tal vez jamás despierte ni quedarme aquí perdiendo el tiempo…, así que he decidido marcharme.

Las palabras de Antonella llegaron a mí corazón…, ¡cómo es qué no tiene miramientos para decirme eso! ¡siento como dentro de mí se forma un llanto, pero no puedo expresarlo ni moverme!

_Doctor Francisco, quiero preguntarle algo…

Dijo Cloe, cogiéndolo del brazo.

-Claro, dígame.

Contestó el Doctor Francisco.

_¿Qué fue de la otra enfermera qué trabajaba aquí?

Preguntó curiosamente Cloe.

-Sólo supe que se marchó en busca de a alguien, no me dijeron más; y qué claro, que estaba muy al pendiente del paciente de la habitación 380.

Dijo Francisco.

_ ¿José? - preguntó Cloe-

-Si, ese chico.

Dijo Francisco.

¿Doctor, de verdad creé qué sé pueda salvar ese chico?

Dijo Cloe con su voz triste.

El doctor solo suspiró, agachó la cabeza y se retiró a su despacho sin decir ni una palabra. ¿El silencio del doctor habrá respondido la pregunta? ¡A veces el silencio dice más que mil palabras…, pero que importa! No me asusta morir.

Sé que hice lo correcto, (aunque parezca estúpido) al tratar de salvar a esa niña… y de qué sirvió, mírame aquí, ¡inmóvil y hablando conmigo mismo!