Podía sentir la presión sobre mi cabeza, mi cuerpo totalmente ingrávido a la deriva se hundía rápidamente pero a la vez lento, mis brazos se estiraron involuntariamente en busca de una mano inexistente que me auxiliara. Cada intento de moverme hacía la superficie era en vano, mis labios se abrieron pronunciando la palabra ¨Auxilio¨ dos, tres veces pero no hubo sonido, solo burbujas de mi escaso oxígeno escapando de mis pulmones. Mis ojos parpadean y estoy sorprendida de que, a pesar de la profundidad, aún soy capaz de distinguir sus rostros mientras se ríen. Los escucho gritar tonterías viendo como me ahogo sin inmutarse. Mis labios vuelven a abrirse aún sabiendo que es el ultimo vestigio de oxígeno que me queda, pero esta vez no piden ayuda, ya que sería algo sin sentido. En su lugar dicen ¨¿Porqué? ¿Qué hice mal? ¿Porqué no me ayudan?¨
Creo que estoy llorando, pero no sabría decirlo con exactitud debido a que estoy bajo el agua. Mis brazos se relajan al igual que el resto de mi cuerpo; de fondo aún escucho el murmullo de sus risas o quizá sea mi imaginación por la falta de aire. Siento que la oscuridad me llama arrastrándome a los fríos brazos de la muerte…
Me incorporé sobresaltada con una mano sobre mi pecho y la otra alrededor de mi garganta en busca de aire, mi pulso estaba altísimo como si hubiera estado en una maratón, mi cuerpo bañado en sudor, la piel helada, tan fría como el agua lo había estado ese día. Sentí humedad bajo mis ojos recorriéndome el rostro hasta el mentón, no hacia falta que me tocara o viera para saber que eran mis lágrimas. Sentí algo que sujetaba fuertemente mis piernas y comencé a tironear histéricamente creyendo que eran las algas marinas que no me dejaban ir, pero cuando bajé la vista comprendí que solo se trataba de las sábanas, esas tontas cosas de seda rosa lo habían hecho otra vez. Puse la cabeza entre mis manos al tiempo que tomaba grandes bocanadas de oxígeno como mi terapeuta me había enseñado para calmarme. Mis dedos pasaron entre mi pelo, o al menos lo intente, ya que los nudos no me permitieron ir muy lejos. Sentí algo peludo refregarse contra mi pantorrilla, una nariz fría se poso en mi piel antes de volver a refregarse pero esta vez lo acompañaba una leve vibración como si de un motor se tratase. Yo le sonreí a esa mancha blanca cuando sus ojos celestes se depositaron en los míos, entonces se hecho de costado para que le acariciara la panza como de costumbre.
-Veo que estas de buen humo. ¿No es así, Mimí?
¨Miau¨ fue la respuesta que obtuve, pero fue suficiente para hacer saber que había dormido bien. Con pocas ganas me salí de la cama para ir al baño y poder lavarme el rostro. Cuando me fije en el espejo, divise mis ojos enrojecidos resaltando el verde; las bolsas acompañadas de ojeras, mi pelo era un desastre ideal para que anidaran en él.
-Otra vez esa estúpida pesadilla. No puedo seguir así.
Abrí la canilla de la bañera para que comenzara a llenarse mientras buscaba algo cómodo que usar ese día. Escuche pasos que provenían del pasillo acercándose a mi puerta, luego dos simples golpes fueron la pregunta no formulada con palabras para poder entrar a la habitación.
-Adelante, puede pasar.
-Buenos días señorita. Solo quería recordarle que dentro de dos horas tiene que asistir a la Universidad para el acto de graduación de los alumnos.
-¡Ah, cierto! Lo había olvidado por completo, muchas gracias Anna.
-No hay de que señorita, le diré al chofer que se apronte para salir en…
-Dile que saldremos en 1 hora aproximadamente.
-Muy bien señorita. Con su permiso entonces me retiro.
Cuando Anna cerro la puerta corrí hacia el armario de los vestidos como alma que lleva el diablo, en busca de uno adecuado para una graduación. Pero era más que eso, hoy era el día en que por fin lo haría, por lo que debía ser algo elegante, pero no muy llamativo y a la vez que me viera respetuosa, pero no severa. Estaba viendo mis opciones cuando mis ojos captaron una percha colgando junto al espejo de cuerpo entero. Un vestido planchado y envuelto en plástico para que no se ensuciara me esperaba junto con unos zapatos a juego. Una sonrisa se extendió por mi rostro al ver que mi problema ya estaba resuelto.
-Eleonor, eres mi salvavidas.- escuché un ruido que venía del baño- ¡El agua!
Efectivamente se había desbordado la bañera, pero ahora no tenía tiempo para eso. Mi baño de relajación también tendría que posponerse. En su lugar me bañé rápidamente para salir corriendo envuelta en la bata a desayunar algo antes de alistarme para irme. Cuando iba por las escaleras el olor a café y waffles con miel llego a mi nariz poniéndome contenta.
-Buenos días señorita.
Eleonor me saludo con una sonrisa radiante de dientes perfectos, con sus ojos chocolates brillando con genuina alegría, su pelo caoba con grandes mechones de pelo blanco y gris estaba recogido en un moño apretado sobre el centro de su cabeza. Para ser una mujer de 60 años se mantenía en buena forma, nadie pensaría que debajo de su uniforme de ama de llaves se esconde el cuerpo de una bailarina. Durante sus ¨años dorados¨ como le gustaba llamarlos muy a menudo, había sido una excelente bailarina que había audicionado para Broadwey, y todos parecían estar encantados; no solo por su talento, si no por su belleza también, la cual aún mantenía a pesar del paso del tiempo.
¨No había muchacho que pudiera resistirse a mis encantos, por supuesto yo solo tenía ojos para el chico de las luces. Mi William.¨
Cada vez que lo mencionaba sus ojos se llenaban de lágrimas por la nostalgia ya que él había fallecido cuando aún era joven y Eleonor no había vuelto a amar a otro hombre. Casi al mismo tiempo su carrera se derrumbó por una lesión en su pierna izquierda, sumado a la enfermedad de William que derivo en su fallecimiento, fue demasiado para la pobre mujer. Aún hoy se la puede ver en los pasillos bailando cuando cree que nadie la esta viendo, entonces me escondo a observar su elegancia en cada movimiento, puede que su cuerpo ya no sea el de antes y no valla a la velocidad que a ella le gustaría, pero lo compensa con su espíritu juvenil.
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Editado: 07.11.2024