Todo comenzó con una carta, escrita en letra cursiva, con un estilo bellamente simple y agradable, demasiado familiar, sobre un papel amarillo chillón, posiblemente de un blog de notas común y corriente, de esos que tanto me gustaban.
"No te asustes
No te preocupes
Ya pasará
Estoy a tu lado
Y de allí no me apartaré"
Lo había perdido todo de un momento a otro, hacía muy poco. El tiempo, el destino, el accidente de auto o una enfermedad terminal ¡No recordaba! ¡Solo sabía que se había ido! Había fallecido retorciéndose de dolor, deseando irse más que nadie, sin que pudiera hacer algo para que no me abandonara. Y cuando eso pasó, y creí ver un poco de claridad, los demás de mí se apartaron, de mí se olvidaron, como si yo en la tierra ya no existiera ¡Todos se habían ido!
Irónicamente, hacía esa nota ¡Nadie estaba a mi lado! ¿Quién era aquel graciosillo, que quería tomarme el pelo? ¡Ya lo odiaba sin recordarlo! ¡Sin siquiera conocerlo!
Mi memoria se había convertido en un viejo cobertizo sin luz, después de aquel día. El médico había dicho, que solo con paciencia y dedicación podría organizar aquel desastre, y mi vida más fácil se volvería, pero no tenía ánimos de hacerlo ¿Qué sentido tenía el recordar a quienes me abandonaron, a quienes se apartaron de mi lado? ¿O los momentos que viví su lado?
No quería hacerlo, no quería jugar ni que jugaran conmigo.
Estaba ocupada, llorando cada noche por lo que había perdido, por la soledad que vivía cada día. Yendo a médicos y controles cada dos semanas. Llenando mi taller de cuadros gigantes y pequeños, para vender alguno y seguir con "vida". Estaba demasiado ocupada para lidiar con alguien sin vida social que preferían tomarme el pelo.
Creí habérmelo dejado bastante claro, al menos para mí misma.
Pero esa misma noche, a una hora bastante avanzada. Mientras me preparaba para dormir, una nueva carta, bajo la puerta de mi hogar se deslizó, y sin mi curiosidad reprimir, la leí:
"No debes temer
Malo no he de ser
Contigo, siempre estaré"
Esa letra y ese estilo, aquella música al leer, era de alguien conocido. Pero ¿Por que sentía tanta familiaridad, cada vez que pensaba en el posible autor? No lo sabía.
Las cartas siguieron llegando, a veces desde abajo de la puerta, hasta cayendo desde lo alto del techo, entre mis cajas de pinturas y pinceles, o pegados delicadamente en un borde de mis cuadros, incluso en el espejo de mi cuarto. Según yo, no me interesaba este asunto, este posible juego, pero ¿Por qué las leía?
"Hoy hace mucho frío
Sé que no lo sufres
Pero igualmente, arregle tu campera rota"
A un lado de la puerta, sobre la silla junto a esta, estaba mi chaqueta favorita bien doblada, con el papel amarillo pegado en la solapa ¡Estaba como nueva! ¿Cómo era posible? Hacía un par de años había fallado el cierre de esta, había roto casi por completo los puños del uso, también tenía manchas de lavandina y productos de limpieza.
Anonadada, mire el estado perfecto de esta prenda que tanto amaba.
¿Es un juego cruel?
Y estos gestos amables siguieron.
"¡Usa un paraguas, mujer!
¡Te agarraras tremendo resfrío!"
Junto a un viejo paraguas, bastante familiar.
Cualquiera que me conociera, sabía que no usaba paraguas, a menudo los olvidaba y perdía con frecuencia, prefería utilizar piloto y botas, por mucho que me enfermara más tarde. Con mi mente desastrosa, ansiando la calidez perdida, que en la lluvia había encontrado, menos que menos los usaba.
Pero, enfermarme significaba más pastillas además de las psiquíatricas, así que sí, lo use al final.
Casi podía escucharlo, diciendo que siempre tenía razón ¿Quién era, este ser que tenía razón?
"Compre las tres pinturas que te faltaban
¡Tus favoritas!
¡Espero que sean de la marca que te gusta!"
Eran los colores primarios, ni más ni menos, pero para mí eran especiales ¡El origen de todo! ¡De mi arte! Desde hacía mucho no compraba potes nuevos, utilizaba los pocos que me habían quedado desde hacía dos años.
Casi como si fueran un tesoro, los guarde en sus cajas y esperé nunca tener que usarlos, sacándolos de su empaque de tanto en tanto para admirar los vivos colores.
¿Quién me estaba cediendo sus colores?
"Siempre me gustaron tus cuadros
¡Son hermosos sin duda!
Pero ¿No son medio sombríos?"
Lo eran, reflejaban como veía el mundo, como la luz que alumbraba a mi vista, se oscureció poco a poco, hasta solo dejar sombras dispersas.
Seguí pintando sombras, sombras de todos los tamaños y tonos, variando como nunca antes lo había hecho.
No a muchos les gustaban mis cuadros, cada vez era más difícil venderlos ¿Por qué a él sí le gustaban?
"¡Mira que hermosa te vez!
Sonríe, así
¡Olvidate del maquillaje! ¡Eres toda una belleza!"
Había bajado de peso, pero no hasta un límite peligroso, aún así mis huesos resaltaban más que antes, en mi mandíbula y pómulos, mis muñecas, codos, y hombros, también mi cadera y demás articulaciones. La ropa me bailaba suavemente, por la falta de curvas Mi piel se había vuelto pálida, tenía ojeras marcadas y labios partidos ¡Incluso a veces se me caía cabello! ¿Dónde había belleza en este desastroso aspecto?
Puede ser que yo no viera hermosura en mí, por mi falta de amor propio y el desastre andante en el que me había convertido. Pero que alguien más sí lo viera y me lo recordara con tanta dulzura, se sentía bastante cálido.
Ya no creía que fuera un juego.
No sabía quien era o que quería, que buscaba ni porqué lo hacía.