Había perdido la cuenta de las veces que nos enfrentamos, en las que mis huesos se rompieron en sus manos, en las que yo fui quién rompió sus huesos, en las que su sangre tinió mis dedos, en las que fue mi sangre la que cubrió los suyos.
¿A qué nos había llevado, seguir los ideales de otros? Un ciclo sin fin, donde nos convertimos en programas en cuerpos de metales, dejando de lado la carne y los huesos, buscando ser fuertes. Uno en el que el dolor no se extinguía, él perdía a su gente, yo a la mía, unos en las manos del otro, o entre ellos, desgraciadameten. Donde nuestra humanidad se hizo pedazos, y nos convertimos en recuerdos en cajas metálicas.
Esquive su golpe mortal, una vez más, y retrocedí un par de pasos, tirando mi arma a un costado.
Estaba cansada.
Lanzó su arma a un costado, y sin dejarme parpadear, su brazo atravesó mi tórax, frío y seco, rápido y puntual, no lo había esquivado.
Caí al suelo, con los ojos cerrados, mientras apretaba en una de mis manos, un pequeño chip, un viejo archivo.
No sentí dolor, hacía tiempo no lo hacía, solo el vacío de las partes que perdí.
Abrí al sentir un toque, no brusco y doloroso, una suave caricia, en mi cabello sintético. Estaba sentado a mi lado, con la vista perdida en el cielo, uno que un día fue azul.
--Estoy cansada... --escapó de mí--. De esta no...
--Saldrás.
A pesar de todo, una risa escapó de mí.
--Han pasado siglos desde que esto comenzó... Siquiera recuerdo porqué empezó, que lo causó... ¿Tú lo recuerdas?
--No lo recuerdo... Pero fue algo estúpido, seguramente.
Sus ojos robóticos me miraron encendidos, su rostro, fundido en el frío metal, congelado en una inmutable expresión.
--Tienes arreglo... Puedes seguir luchando...
--Lo tengo, puedo... Pero no quiero...
Extendí débilmente, la unidad de memoria hacía él.
--Te doy la llave, haz lo que quieras con ella --poco a poco, mis circuitos se fueron apagando--. Ya sea para destruirla, y hacerte invencible... Cumplir el deseo de "él" --tomó mi mano, una extraña gentileza de su parte--. O para salvarte a tí mismo, librarte de las cadenas de los ideales ajenos que implantaron en nuestros cerebros... Y, quizás, algún día, encontrar la humanidad que perdiste... que perdimos...
Con la vista en un cielo oscuro y sin estrellas, mis ojos se cerraron, mi cuerpo se apagó, solo quedó la esperanza, que el fuera más valiente que yo.