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Argón

Durante toda la pandemia, no había podido apartar de mi mente a Aluminio. Reconocía que no era algo común obsesionarse con alguien de esa manera, pero allí estaba yo, nervioso y ansioso al verlo nuevamente. Decidí actuar con indiferencia, como si su presencia ya no me importara.

A diferencia de antes, no me acerqué a buscarlo en el recreo. Opté por observarlo desde la distancia, como si estuviera "extrañándolo", aunque no me atreviera a admitirlo abiertamente. Durante ese tiempo de aislamiento, experimenté relaciones virtuales, pero ninguna logró capturar mi interés, de la misma manera en que mi novia y la chica con la que la engañé antes de la pandemia no lo hicieron.

Si bien tuve varias novias virtuales, desarrollé una manera más madura de poner fin a esas relaciones superficiales. Los últimos seis meses se convirtieron en una cuenta regresiva llena de ansias por el regreso a la presencialidad en el colegio.

El esperado regreso a clases presenciales trajo consigo una serie de eventos inesperados. Cuando llegó el momento, todo parecía transcurrir con normalidad hasta que el profesor propuso un Quizz. Este consistía en una aplicación de preguntas sobre su curso, específicamente sobre matemáticas. El profesor asignó parejas al azar, y, para mi sorpresa (o desgracia), me tocó trabajar con Aluminio.

Él fue el primero en levantarse y dirigirse a mi asiento. Observé de reojo cómo imitaba a otros compañeros que se dirigían a sus respectivas parejas. Traté de no mirarlo directamente, pero sabía que era inevitable; tendría que colaborar con él en el proyecto de Quizz que, para mi sorpresa, abarcaba todo el bimestre.

Sentados juntos, no intercambiamos palabras. La dinámica entre nosotros, que ya era extraña, se volvía aún más tensa con este nuevo desafío. Sin saberlo, ese proyecto de Quizz se convertiría en un lazo inesperado que nos uniría, al menos por un tiempo, en una colaboración académica que cambiaría el curso de nuestra relación de maneras que ninguno de los dos podría haber previsto.