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Aluminio

No había duda, después de esa noche en su cocina, podía sentirlo en el aire: Argón era hetero, lo suficiente como para representar a todos los heteros del mundo en un solo gesto.

Ya llevaba algún tiempo que él me gustaba, pero cada día que pasaba, parecía que las señales de su heterosexualidad eran más evidentes. Ningún chiste sobre que le gusten los hombres, ninguna muestra de afecto en público, ninguna indirecta. Nada. Absolutamente nada.

Quería pensar que estaba equivocado, que había algo más, pero cada vez que buscaba algún tipo de señal, solo lograba sentirme peor conmigo mismo. Me cansaba de esperar, de buscar en sus gestos alguna pizca de interés más allá de la amistad.

Así que eventualmente, decidí dejar de hacerlo. Dejé de pensar tanto en él como lo había hecho hace unas semanas. Lo asumí más que nada como un amor platónico, algo que me hacía sonreír y suspirar en secreto, pero que sabía que no podría tener.

Antes, cada vez que se acercaba un Quizz, me dedicaba a estudiar todos los temas que vendrían. Quería demostrarle que era inteligente, que podía ser más que un simple amigo. Pero eventualmente, dejé de hacerlo. Solo estudiaba los temas que me gustaban, los que no requerían tanto esfuerzo ni sacrificio. El resto lo dejaba para Argón, confiando en que su destreza podría compensar mi falta de preparación.

Incluso dejamos de salir juntos al recreo, ya no nos encontrábamos en esos momentos que solíamos compartir. Lo veía a lo lejos, rodeado de sus amigos, riendo y disfrutando de su compañía. No me atrevía a acercarme, no me sentía cómodo con ninguno de ellos, y tampoco vi que Argón hiciera un gran esfuerzo por estar conmigo en esos momentos.

Tal vez, simplemente, eso lo decía todo. Era hora de asumirlo y aceptar que lo nuestro nunca sería más que una amistad, por más que mi corazón quisiera otra cosa.