Amores Que Matan (#1 Secretos)

#2

RYLEE  BOLTON.

 

 

 

Duele.

 

Duele tanto cuando alguien cercano a ti muere.

 

Duele como los mil demonios.

 

No pensé que dolería tanto.

 

Pero a fin de cuentas la quería y mucho.

 

Ella no era mi familiar, pero éramos cercanos.

 

Samara Finnegan mi novia, se suicido.

 

Antes de hacerlo vino a mi y me dejó una carta.

 

La leí.

 

Me mataba la curiosidad.

 

Por eso lo hice.

 

Me pidió que se la diera a Aspen, su hermana.

 

Pero no pude.

 

No puedo.

 

Si Aspen lee lo que dice la carta la va a destrozar.

 

No pienso dársela.

 

El entierro fue el 20 de octubre de 2019.

 

Lloré.

 

Lo hice aunque ella no lo crea lo hice.

 

Fue mi primera novia.

 

Nunca pude darle lo que se merecía.

 

No pude darle mi virginidad.

 

Por que lo reservo para otra persona.

 

A los lejos veo a la familia de Aspen, que no han dejado de llorar desde que encontraron el cuerpo de Samara en la bañera.

 

Se ahogó.

 

Al parecer busco la manera más lenta de morir.

 

Me fijo en Aspen.

 

No ha dejado de llorar.

 

Me destroza verla así.

 

Ella y yo hemos sido buenos amigos cuando aún Samara estaba con vida.

 

Espero que aún sigamos siéndolo.

 

Luego de que todos se vallan del cementerio, me acerco a Aspen.

 

Estaba apunto de irse, pero cuando escucha mi voz se detiene.

 

— Hola Aspen.

 

Se gira a verme.

 

— Hola Rylee. —Responde.

 

Me acerca a ella con la cabeza baja y aún con la flor en mis manos.

 

— Lamento tu perdida. —Hablo al estar a dos pasos de ella.

 

— Gracias.

 

Se estaba por ir pero la detuve agarrándole el brazo.

 

— Quería saber si aunque ya no este Samara podemos seguir viéndonos. —Susurro.

 

— Claro, me encantaría.

 

Sonrió.

 

Beso su mejilla y vuelvo por donde vine.

 

Me acerco al ataúd antes de que la entierren.

 

Dejo la flor.

 

— Lo lamento.

 

Lloro.

 

— Lo lamento mucho.

 

Espero que donde quiera que esté me haya escuchado.

 

— De verdad lamento todo lo que pasó Sami, jamás quise que todo terminará así.

 

— Perdón.

 

Miró por última vez el ataúd, miró hacia el cielo.

 

Como si la pudiera ver ahí, al fin siendo feliz.

 

Algo que yo no pude hacer por completo.

 

Sin más que decir o hacer salgo de ahí.






































































































 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 



 

(...)

 

 



















 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 





















































































 

 

— Hola Nana. —Me refriego los ojos.

 

Me siento en una silla de la cocina.

 

Siempre desayuno acá.

 

Así me siento menos solo.

 

Acabo de levantarme.

 

Anoche me pase pensando en Aspen hasta que logré dormirme a las cinco de la mañana.

 

— ¿Mamá? —Pregunto al notar que no está por ningún lado.

 

— Está trabajando señorito —Me mira con lastima.

 

Siempre es lo mismo, se la pasa trabajando y ni si quiera tiene tiempo para mi.

 

Y para colmo no tengo hermanos.

 

Soy hijo único.

 

Estoy todo el día solo con Nana.

 

Al menos ella no me deja como mi Madre.

 

Ella es como una Madre para mí.

 

Más de lo que es la mía.

 

— Como no. —Contesto.

 

Esto ya me tiene harto.

 

Es como si no le importará en lo más mínimo como me encuentro.

 

Y en las fiestas es lo mismo ella nunca aparece, solo me queda festejar con Nana.

 

En eso no me quejo, me encanta pasar tiempo con ella.

 

— Ella lo ama señorito por eso trabaja tanto para darle todo lo que necesita. —La justifica como siempre.

 

Ya no creo esas escusas una Madre si ama hace lo que sea para darse un tiempo con su hijo.

 

— Entonces prefiero que no me ame tanto.

 

Agarró una manzana de la cesta de arriba de la mesa.




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