RYLEE BOLTON.
— Aún no puedo creerlo.
[...] Por tu culpa se suicido.
— Te lo puedo explicar. —Me apresuró a decir.
— ¡Que me vas a explicar! ¡Está todo más que claro!
[...] Todo este tiempo lo supiste y no fuiste capaz de decírmelo, en cambio me mentiste.
— Lo hice para que no sufrirás más de lo que ya lo hacías.
— Pues ahora estoy sufriendo mucho más.
Me desgarra el alma verla así y todo por mi maldita culpa.
— Perdón amor, lo siento.
Trato de tocar su brazo pero solo se aleja de mi.
Duele que ni siquiera quiera que la toque.
— Yo no soy más tu amor, terminamos.
Ahora soy yo el que llora.
— Por favor, no me dejes... Por favor no lo hagas.
Está por irse pero se detiene.
Voltea a verme.
— ¿Por qué se lo dijiste?
— ¿Por qué le dijiste que me amabas?
La miro a los ojos aún con lágrimas en ellos.
— No podía seguir con ella si te amo a vos, no era justo para ninguno de los dos.
— Pues gracias por qué eso hizo que me odie.
— No, yo no hize que te odie, ella siempre te odio.
Se lo tenía que decir.
No puede ser que aún la ame después de todo lo que le dijo en esa carta.
— Eso es mentira. Ella me amaba.
— No, no lo hacía. Te odiaba más que a nadie y no fui solo yo el que provocó ese.
Tenía que saberlo.
Yo solo no fui el causante de su odio, si no sus Padre y hermano lo son al siempre hacer diferencia entre las dos.
— Igual ya no importa, si ya está muerte y por lo que dice la carta vos terminaste con su vida y me arrastraste contigo.
Le tocó el brazo con mi mano, pero me quita.
— No vuelvas a tocarme, asesino.
¿Asesino?
Jamás pensé que una sola palabra pudiera hacer tanto daño.
Y Aspen lo hizo.
Me lastimo con solo llamarme así.
Ahora sería el momento en dónde me rindo y la dejo ir.
Pero no, me costó mucho llegar a dónde estábamos.
Y no pienso dejarla ir.
No quiero dejarla ir.
— No me llames así. —Murmuro.
— ¿Y como querés que te llame? Si es lo que sos, un asesino.
Que deje de llamarme así.
— Yo no la mate ella decidió hacerlo.
— Pero por tu culpa.
Otra vez ese dolor.
Sin más salió de mi habitación, dejando un gran vacío en mi pecho.
No lo soy.
No soy un asesino.
Ella se suicidó por qué quiso no fue mi culpa.
No fue mi culpa.
No fue mi culpa.
No fue mi culpa.
No fue mi culpa.
No fue mi culpa.
No paro de repetirlo.
Tal vez así, hasta me la crea.
Cosa que veo imposible.
Pero con intentar no pierdo nada.
Caigo de rodilla al suelo.
Estoy destruido.
Jamás quise que las cosas terminarán así.
La amo.
De verdad la amo.
Si hice todo esto fue solo por amor a ella.
Por qué la amo.
Con las últimas fuerzas que tengo me levanto.
Camino unos cuantos pasos hasta la cama.
Me acuesto en posición fetal sobre ella.
En esa posición y llorando es como paso todo el día.
Sacando todo el dolor que siento en este momento.
Que me dijera asesino fue lo que termino por lastimarme más.
Pero me lo merezco, yo también la lastime a ella ocultando la verdad.
Merezco su odio.
Pero aún así voy a luchar para que me perdone.
Y lo pienso lograr.
(...)
No he ido a la escuela en toda la semana.
No tengo las fuerzas necesarias para ir y ver a Aspen quien ni siquiera va a voltear a verme.
Estoy seguro que en este momento lo último que quiere es cruzarse conmigo.
— Señorito. —Susurra Nana mientras ingresa a mi habitación.
Mantengo la mirada en ella.
En cada movimiento que hace.