Amores Que Matan (#1 Secretos)

#10

RYLEE  BOLTON.

 

 

 

Fue una mala idea.

 

Una terrible idea.

 

No, una pésima idea.

 

Cómo se me pudo ocurrir quedarme dormido en medio del bosque y sin nada para abrigarme.

 

Ahora estoy enfermo y Aspen también.

 

Todo por mi culpa.

 

Soy un pésimo novio.

 

El peor del mundo.

 

Ahora estoy solo, Nana tuvo su día libre.

 

Se quiso quedar conmigo para cuidar de mi, pero la obligue a irse.

 

No me puedo aprovechar de ella, hace todo por mi, merece un día para ella y su familia.

 

Qué a ella si la quieren.

 

No como la mía.

 

Quien solo consta de mi Madre.

 

A la cual nunca veo.

 

Me levanté de la cama.

 

Entre al baño.

 

Empeze a buscar un termómetro.

 

Una vez que lo encontré me tomé la temperatura.

 

Lo saco de mi axila.

 

Treinta y nueve grados.

 

Genial, tengo fiebre.

 

No podría irme mejor.

 

Dejó el termómetro a su lugar y vuelvo a la cama.

 

Me tapo con las sábanas.

 

Me acomodo y cuando estoy por quedarme dormido mi celular empieza a sonar.

 

Lo agarro y miro la pantalla.

 

Aspen.

 

No lo pienso ni un segundo y contesto.

 

— Hola amod. —Contesto.

 

— Hola, ¿Cómo te sentís?

 

Se escucha muy mal.

 

Pero mejor que yo.

 

— Hodible, tengo teinta y nueve de fiebe. —Le comento.

 

— Yo todavía no lo sé, mi hedmano fue a buscad el tedmometro. ¿Querés que vaya para allá?

 

Ni loco dejo que venga.

 

Y menos así de enferma.

 

— No, vos quédate ahí voy yo.

 

No dejo que conteste.

 

Cuelgo.

 

No pienso dejar que salga en ese estado.

 

Por mi culpa está enferma lo menos que puedo hacer es ir yo para allá.

 

Y eso pienso hacer.

 

No me importa tener fiebre, no pienso dejar que ella se ponga peor.

 

Y no importa si yo empeoró con tal de que ella esté mejor haría cualquier cosa.

































































































 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

(...)
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



































































































 

Llegué a la casa.

 

Tuve que tomar un taxi, ya que yo no puedo mantenerme de pie por mucho tiempo.

 

Si así de mal estoy.

 

Tocó el timbre.

 

A los minutos la puerta es abierta.

 

— Rylee ¿Qué haces acá? Te ves terrible. —Es lo primero que dice Blas al verme luego de abrir la puerta.

 

Qué linda sus palabras.

 

Noten el sarcasmo.

 

— Gacias. —Contesto con sarcasmo.

 

— Vine a estar con tu hermana. —Le informo.

 

— Claro, pasa. Está en la sala.

 

Se hace a un lado y me deja entrar.

 

Una vez dentro voy a la sala.

 

Veo a Aspen sentada en el sillón.

 

Me acerco a ella y me siento a su lado.

 

La miro.

 

Aún enferma se ve hermosa.

 

Ni entiendo cómo lo hace.

 

Es bellísima.

 

— Hola, Bebé.

 

Cómo la amo.

 

La besó.

 

Total los dos estamos enfermos.

 

Ni podemos ponernos peor ¿O no?

 

— Hola.

 

Regresa Blas.

 

— Tomen esto es para bajarles la fiebre y si no baja vamos a ir al hospital. —Ordena.

 

Nos entrega dos tapas con un líquido adentro.

 

Miro el contenido.

 

Lo olfateo.

 

Qué feo.

 

— Está bien. —Hablamos a la vez.

 

Lo tome.

 

Sabe asqueroso.

 

Me hace picar la garganta.

 

— Agua. —Pidio Aspen.

 

Blas fue a la cocina y al rato llego con lo que le pidió.

 

Le entrego el vaso.

 

Tomo de el y luego me lo paso a mi.

 

Me tomé todo lo que quedaba.

 

— En un rato vuelvo, voy a salir con alguien. —Le aviso a Aspen.

 

— ¿Con quién?

 

Se preocupa demasiado por todos.

 

— Que te importa, ya vuelvo.

 

Qué raro.

 

El jamás le habla así a Aspen.

 

¿Qué estará ocultando?

 

— Está bien, no vuelvas tade. —Ordena.




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