Amores Que Matan (#1 Secretos)

#18

ASPEN FINNEGAN.
 


 

— Entonces... Eso es todo no puedo perdonarte y menos si nunca me ibas a decir la verdad.
 

Fue suficiente ya me tiene harta.
 

— Si, tal vez te pensaba mentir toda la vida con eso pero fue por esto que lo hize sabía que me ibas a odiar y a hechar la culpa por la muerte de Sam.
 

— ¡¿Y como no?! ¡Si fue tu culpa!
 

Da un paso adelante y yo doy dos para atrás.
 

Se detiene.

 

Lo último que quiero ahora es tenerlo cerca.
 

— ¡No lo fue, ella se mató, yo no la asesiné!

 

Puedo ver la desesperación en sus ojos, pero justo ahora nada me importa y mucho menos de él.

 

— Si, tenés razón pero eso no quita que lo haya hecho por vos. Por qué vos terminaste de destruirla y te odio, te odio por eso.

 

No dije nada más, solo entre a la casa.
 

Me senté en el sofá junto a Blas.

 

— Escuchaste todo ¿No?

 

— ¿Yo?

 

— Lo escuchaste. —Afirmo.

 

— Si, perdón.

 

— No importa, ya nada me importa.

 

— ¿No crees que fuiste muy dura con él?

 

Lo miro frunciendo el entrecejo.

 

— Por su culpa nuestra hermana está muerta, lo que le dije no es nada comparado a lo que me dijo.

 

Me levanto y subí a mi habitación hechando humo por las orejas de la rabia que siento.

 

Cómo puede estar del lado de Bolton.

 

Nos arruinó la vida y sobre todo a Sami.

 

Es un traidor en vez de estar de nuestro lado se pone del lado del enemigo.

 

Increíble.

 

Es increíble, pienso con sarcasmo.































 


































 


































 


































 


 

(...)
 
































 


































 


































 

































 



 

Estoy en mi cuarto cuando escucho una música, para luego oír a alguien cantar.

 

Me equivoqué. Vuelve. No quise destruirnos. Hay tanto que decirnos. Por un error. No mates lo que somos, lo que fuimos. Perdóname mi amor. Perdóname mi amor.

 

Bajo las escaleras y me acerco a Blas quien esté mirando tras la ventana.

 

— ¿Quien es? —Pregunto mirándolo, ni siquiera me asomé a la ventana.

 

— Rylee, está dando una serenata afuera.

 

Esto no puede ser cierto.

 

Abro la puerta y salgo de la casa con Blas detrás mío.

 

Es verdad ahí está.

 

Dios, que vergüenza.

 

Nos quedamos ahí sin decir nada mirandolo.

 

No se detiene.

 

Sige cantando.

 

Vuelve. Por este amor valiente, no hay nada que no enfrente. La guerra es contra comprender que solo somos gente. Que ama y que miente. Perdóname mi amor. Perdóname mi amor.

 

Se va acercando a mi hasta quedar a escasos centímetros de mi boca.

 

Siento mis piernas temblar.

 

En serio, justo ahora me tiemblan.

 

No me hagas preguntas, que no quieres respuesta. Ni todo es blanco y negro. Hay tanto gris también. Pero me arrepiento y lo tienes que saber.

 

[...] Vuelve. Ni quise destruirnos. Hay tanto que decirnos. Por un error no mates lo que somos, lo que fuimos. Perdóname mi amor. Perdóname mi amor.

 

Vuelve. Por este amor valiente, no hay nada que no enfrente. La guerra es contra comprender que solo somos gente. Que ama y que miente. Perdóname mi amor. Perdóname mi amor. Si sobrevive nuestro amor. A las caídas y al dolor. Y al dolor. No tengas miedo de intentar volver a mi.

 

Volver amar. Volver. Volver. Volver. Gente. Si solo somos gente. Que ama y que miente. —Termina de cantar.

 

Me mira sin decir nada y yo tampoco se que decir.

 

Que diga algo.

 

— ¿Que es esta payasada? —Pregunto irritada.

 

¿Cómo se le ocurre hacer esto?

 

Ahora todos mis vecinos salieron a ver lo que está pasando.

 

Y él parece ni notarlo.

 

Me muero de la vergüenza.

 

— Te demuestro cuan arrepentido estoy por todo lo que pasó y que te amo más que a nada, ni nadie.

 

Ya no puedo creerle una sola palabra.




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