ASPEN FINNEGAN.
Tengo un mensaje de voz.
Blas.
¿Porque me llamo?
Pensé que me odiaba.
Apretó para escucharlo.
— Hola, no te emociones que te llame no quiere decir que te halla perdonado.
Claro lo suponía.
— Solo quiero informarte que Rylee ya despertó, por si querías venir a verlo.
Jamás.
— Pero...
¿Pero?
— Perdió parte de sus recuerdos, te olvidó a vos y todo lo que trate de vos, osea que también se olvidó de mi.
Silencio.
— Eso era todo, chau.
Termino.
Saco el celular de mi oreja y me quedo viendo la pantalla.
Cuando le dije eso en el hospital no pensé que sucedería.
Se nota que quiere mi perdón.
Pero aunque intento, no puedo no puedo perdonarlo.
No puedo.
(...)
Luego de que ambos nos cortamos y recuperar mi respiración me alejo de él en un movimiento brusco.
¿Que acabo de hacer?
Debería odiarlo.
— ¿Por qué me haces esto?
— ¿Hacerte el que?
Bajo la mirada.
La levanto, trato de sentir odio por él pero se me dificulta demasiado.
— Déjame odiarte... ¡Solo déjame odiarte!
Solo eso quiero.
Quiero poder odiarlo.
— No... No me odias. —Como me gustaría que esas palabras no sean ciertas.
Pero lo son.
Son ciertas.
Y eso hace que me enoje mucho más.
— Debería... Debería odiarte.
— Lo siento.
— Deja de pedir perdón, porque aunque no te odie, aún así no puedo perdonar lo que me hiciste.
— Aunque no recuerde nada se que nunca te lastimaría apropósito.
— Bueno, no lo volverás a hacer.
Me doy media vuelta y salgo de ese salón, dejando a Rylee atrás.
(...)
Ahora estando en la sala de mi casa me doy cuenta de lo sola que quede.
No tengo a mi hermano y tampoco a Rylee.
Ya no tengo nada.
Ahora me doy cuenta de que no tengo que estar enojado con Tu si no conmigo misma por no poder perdonarlo.
Soy la peor persona del mundo, todos tienen razón no merezco el amor de Rylee ni el de nadie.