Amores secretos - Draco Malfoy

Capítulo 27 - EL COMIENZO DEL FIN

HARRY

 

El primer silbato resuena por el estadio y miro a mi derecha, donde se encuentra Cedric. Ambos nos miramos y asentimos con la cabeza, dándonos ánimos. Respiro con fuerza y camino entrando al laberinto. Un escalofrió me recorre de arriba abajo, pero no ceso, sigo caminando hasta que llego a una bifurcación, entonces miro hacia atrás y me encuentro al profesor Moody justo en la entrada. Los gritos de la gente resuenan con fuerza y antes de que los setos cierren la entrada, el profesor me señala con el dedo que vaya hacia la izquierda.

El ruido de la gente desaparece, dejándome completamente solo ante la adversidad. Tuerzo hacia la izquierda siguiendo el consejo del profesor y la negrura invade todo. Saco la varita y susurro “¡Lumus!” y sigo avanzando.

Intento orientarme pero es bastante complicado, todo son setos altos y bifurcaciones, haciendo que todo me parezca lo mismo. El tercer silbato resuena lejano y ahora sé que todos estamos dentro y que cualquiera de nosotros puede ganar.

No sé cuánto tiempo llevo aquí y me resulta muy extraño que no me haya pasado nada aún, que no me haya encontrado alguna de las criaturas que nos dijeron que habría. Es como si el laberinto me estuviera tendiendo una trampa para que me sienta seguro y confiado.

Me sobresalto cuando escucho un ruido tras de mí. Levanto la varita, listo para el ataque, hasta que me encuentro con la cara de Cedric, que acaba de salir de una calle de la derecha. Cedric parece asustado y una de sus mangas está ardiendo.

  • ¡Los escregutos de cola explosiva de Hagrid! – me dice entre dientes golpeando con su mano la manga, apagando el fuego - ¡Son enormes! ¡Acabo de escapar ahora mismo! – me explica intentando recobrar la respiración.

Después mira a ambos lados, me mira durante unos segundos y se va por otra de las calles sin decirme nada. Yo, por mi parte, escojo otro camino alejándome todo lo posible de Cedric y de los escregutos. Pero en cuanto tuerzo una esquina me topo contra un dementor.

Este avanza con rapidez hacia mí, el rostro tapado por la capucha, las manos extendidas, putrefactas, palpando a ciegas el camino hasta mí. Respiro con rapidez y la humedad y el frío se cuela entre mis huesos, sintiendo que comienza a absorber mi felicidad, mi alegría. Pero me quito todas esas ideas de la cabeza y me preparo mentalmente para lo que tengo que hacer.

Intento pensar en la cosa más feliz que se me ocurre. Me concentro con todas mis fuerzas en ese recuerdo, en la idea de salir de este laberinto y celebrarlo con Ron, Hermione y Brooke, así que sujeto fuerte mi varita y pronuncio el hechizo con fuerza.

  • ¡Expecto patronum! – grito.

El ciervo plateado de mi patronus sale de mi varita y se alza contra el dementor, haciendo que retroceda y se tropiece contra el bajo de la túnica, lo que me descoloca por completo, porque un dementor no actúa así, nunca los he visto tropezar.

  • Pero… - digo en voz alta - ¡Eres un boggart! – exclamo al reconocer al espectro que cambia de forma según lo que más te aterra - ¡Riddíkulo! – pronuncio el contra hechizo que nos enseñó el año pasado el profesor Lupin.

El ser desaparece en una nube de polvo, mi ciervo se apaga poco a poco y me quedo de nuevo a oscuras. No espero a que el dementor o cualquier otro animal decida volver, así que sigo caminando lo más rápido que puedo, pero de forma sigilosa, agudizando los oídos y con la varita en alto, ya que en cualquier momento me puedo encontrar cualquier cosa.

Izquierda, derecha, nuevamente izquierda… Ya no sé la de veces que me he encontrado con callejones sin salida. Pronuncio el encantamiento brújula que he aprendido con Brooke y Hermione y me doy cuenta de que me he desviado demasiado hacia el Este, saliéndome del camino, así que vuelvo sobre mis pasos, tomando una calle a la derecha, encontrándome con una extraña neblina dorada flotante.

Me acerco con cautela y apunto con la varita al haz de luz. Parece algún tipo de encantamiento y solo espero poder deshacerme de él rápidamente.

  • ¡Reducio! – exclamo.

Pero el encantamiento sale mal, simplemente atraviesa la niebla, dejándola intacta. Por lo que vuelvo sobre mis pasos para no tener que pasar por allí, hasta que un grito agudo quiebra el silencio que hay.

Me crispo y mis nervios aumentan. Esa no ha sido…

  • ¿Fleur? – grito al aire.

Nadie contesta. Miro en todas direcciones y camino hacia delante, donde creo que procede el grito. Pero no la veo por ninguna parte. Así que sigo avanzando, buscando la copa, pensando que tengo más posibilidades de alzarme con ella ahora que sé que Fleur está fuera de la competición. Tras varias calles y pasadizos sin salida, escucho unos ruidos en la calle paralela.

  • ¿Qué vas a hacer? – oigo la voz de Cedric - ¿Qué narices vas a hacer? – insiste de nuevo y lo escucho algo temeroso.
  • ¡Crucio! – la voz fuerte y serena de Krum resuena y yo me quedo helado.

¿Está usando las maldiciones imperdonables? Es imposible, no puede hacerlo. A tientas, con las manos en las enredaderas busco una manera de cruzar, pero no lo consigo. Así que pronuncio el encantamiento reducto, provocando que se abra un boquete, y tras darle varias patadas, me cuelo dentro. Al pasar me encuentro a Cedric de rodillas, retorciéndose de dolor, y a Krum a su lado, de pie.

Salgo del seto y apunto con mi varita en dirección de Krum. Al verme, echa a correr y entonces me doy cuenta de que sus ojos están como idos, de color blanco, como si no fuera él. Pero antes de dejar que se marche y haga daño a alguien más o así mismo, levanto la varita en su dirección.

  • ¡Desmaius! – grito y mi hechizo acierta de lleno en su espalda, ocasionando que caiga de bruces al suelo y se quede inmóvil.



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En el texto hay: amor, harrypotter, dracomalfoy

Editado: 24.08.2022

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