Anatema

Flor de iris.

—17—

s

Abrí los ojos con violencia, sintiendo como si hubiera salido a la superficie del agua y llevara mucho tiempo conteniendo la respiración. Miré a todos lados inspeccionando el lugar. Paneles de madera, mobiliario sin personalidad y paredes beige. Estaba en la enfermería. ¿Qué carajo había pasado? La ventana en forma de arco mostraba el crepúsculo de la mañana. El reloj sobre una repisa marcaba las cinco treinta de la mañana.

Toqué el sensor a lado de la camilla y a los segundos, una de las sanadoras apareció con una sonrisa gentil.

—Señorita, Grant —saludó acercándose al monitor—. ¿Cómo se siente?

—Cansada y algo extraña, si soy honesta.

—Es normal en los subespacios, pero usted ya debe saberlo.

Mi mente era un remolino intentando recordar como demonios fue que volví a caer en un subespacio.

—¿Cuándo puedo irme?

—Me temo que aún necesita estar un día más, estuvo recuperando y perdiendo la conciencia unas cuantas veces desde el miércoles por la tarde. Es probable que no recuerde esos fragmentos, porque aún estaba lidiando con el subespacio.

—¿Qué? —hablé con brusquedad—¿Qué día es?

—lunes.

Casi dejé caer mi quijada. ¿Había estado aquí tantos días? Mierda.

—¿Cómo es posible que estuviera en el subespacio tanto tiempo? Creí que podía ser grave si estaba dentro demasiado tiempo.

La sanadora me entregó un vaso con agua y una píldora rara.

—El subespacio es un trance, señorita. El problema es tenerlo mientras está en la simulación.

—Pero el Scientia Nasri dijo que había formas modernas de… bajarme del subespacio.

—Lo hicimos, el problema es que la medicina Scientia no tiene los mismos resultados que el método original.

“Antes de la tecnología Orioni, el espíritu y conexión con remedios Luxe eran los que bajaban a los afectados del subespacio.” Recordaba que el Scientia Nasri me había explicado eso.

—Por lo tanto, tomo tiempo para que usted volviera a estar lucida.

Mi cabeza empezó a doler y los cables pegados a esta no ayudaban mucho.

—Sus signos se encuentran bien —informó anotando en una tabla sobre su brazo—. Pediré que le traigan el desayuno. Sus amigos le trajeron algunas cosas para leer.

Señaló la otra mesa a lado de la camilla que tenía una pila de libros y revistas. La mesa contra una de las ventanas tenía globos con la frase “Recupérate pronto” y algunos floreros con rosas y orquídeas coloridas.

Una sonrisa cálida se extendió por mis labios con los detalles. Tomé una de las revistas leyendo noticias de espectáculos.

Cuando el desayuno me fue entregado, elegí revisar que libros me habían traído. Encontré uno de mi clase de sanciones, una novela romántica, uno de latín y a la ultimo estaba el libro que había comenzado sobre anatomía.

Abrí el ultimo para leer mientras desayunaba. Conforme el sol salió, más voces se escucharon fuera de la habitación.

Estaba leyendo sobre aparatos reproductores cuando la puerta fue abierta sin cuidado. La mirada de Brad se suavizó al verme.

—Perdóname, Sienna —balbuceó acercándose—. Debía estar aquí a la hora que despertaste, pero apenas había dormido y el tiempo voló. Llegué hace una hora, pero no me dejaban verte.

—No te disculpes, espero que la falta de sueño no sea porque estuviste cuidándome.

Brad se sonrojó y se limitó a abrazarme.

—Hemos estado preocupados por ti, les avisé a todos que ya has despertado.

—No recuerdo que me paso, Brad. Podrías….

La puerta volvió abrirse.

—Gracias a dios —Val expresó aliviada y corrió para envolverme en un fuerte abrazo.

—No digas tonterías. Dios no existe.

Solo Tara podía lucir perfecta a las siete de la mañana.

—Estás haciendo una costumbre de esto, Sienna —reprochó—. No me gusta preocuparme demasiado, lo sabes.

Sus palabras albergaban cariño mientras se acercaba dándome un abrazo.

—Lo siento, debería recordar no caer en un subespacio para no alterar tus nervios.

Mi broma la hizo sonreír y eso me puso contenta.

—¡Sienna! —Lucas gritó antes de entrar a la habitación.

—Baje la voz, señor Powell.

—Lo siento —manifestó culpable adentrándose en el cuarto—. ¿Cómo tes sientes? Joder, Sienna. Cuando saliste de la simulación parecía que…

Marcus, quien había llegado mientras el gritaba, lo empujó con poca sutileza impidiendo que continuara hablando.

—Me alegro de que estés bien, Tara y yo estuvimos ayer por la tarde. Despertaste unos segundos y me dijiste que querías jugar a las cartas.

El chico musculoso me sonrió con diversión. Es un gran chico.




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