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Anayra.
Maldigo otra vez cuando me doy cuenta que no estoy en mi casa, y de que esto no es un sueño, no me preocupa demasiado no saber en donde estoy, sino saber quién diablos me trajo hasta acá y el motivo del mismo.
Me pongo de pie y evalúo el lugar con completa calma, la habitación en donde estoy tiene paredes rocosas y todo es de color negro, la ventana tiene rejas de color dorado. Me acerco y puedo ver una gran ciudad acompañado de una gran luna roja adornando el cielo.
Ok, ¿qué diablos con este lugar?
Esto no tiene ni pinta de ser la casa de Mika, así que estoy en la reverenda mierda. Debo salir de aquí y buscar a alguien...¿Pero a quién?
Concéntrate, Anayra, eres la reina, no el peón.
Decido alejarme de la ventana y comienzo a caminar directo a la puerta decidida a irme de este horrendo lugar cuando una voz me detiene en seco.
—¿Reina? Solo eres una estúpida — una voz grave e indiferente llega a mis oídos.
—¿Te conozco, insecto? — me burlo sin voltear a verlo.
—No, no deberías, cosas insignificantes como tú, no deben de saber de cosas tan grandiosas como yo — su voz tiñe la burla y eso me divierte más.
—Wow, tus palabras son tan crueles conmigo que me voy a poner a llorar — digo en tono de lamento mientras volteo a ver con quién hablo —, eres horrendo — es lo primero que digo apenas lo veo.
Cabello castaño, piel blanca, tan blanca como la nieve, ojos verdes con tonos azules, cejas pobladas y una pequeña cicatriz en su nariz,vestido de negro junto a un cuchillo entre sus dedos. La cosa más fea que he podido ver en toda mi vida.
—Tú también lo eres, Anayra.
La pequeña sonrisa desaparece de mi rostro apenas esa cosa fea pronuncia mi nombre. Trato de controlar la voz en mi cabeza mientras me concentro en el chico enfrente mío.
Mátalo, Anayra, mata a ese estorbo.
—¿Cómo sabes quién soy? —decido preguntar, ignorado la voz.
Ahora es él quien sonríe —¿Qué pasa? ¿Tienes miedo, Reina?
—¿Miedo? No conozco esa palabra, pienso que eres tú quien tiene miedo — sonrío de medio lado mientras trato de adivinar quién es él.
—Pasarán los siglos y seguirás siendo la misma, Anayra —veo como hace una pequeña inclinación—. Un gusto, Reina, o mejor dicho, αγάπη μου.
¿Qué? ¡¿QUÉ?!
—¿Eh? — entre mi confusión no soy capaz de decir otra cosa.
¿Cómo que αγάπη μου? No he tenido un amor nunca.
—¿Qué te fumaste, idiota? No soy el amor de nadie, deja de decir tonterías —digo apresuradamente mientras me doy la media vuelta y voy directo a la puerta dispuesta a irme y más nunca saber de este tipo raro.
—Ella me dijo que no ibas a ser capaz de recordar y que debía tener paciencia, pero esto ya es demasiado, αγάπη μου — escucho sus botas resonar y se de inmediato que me está siguiendo.
—Deja de seguirme, maldito lunático — le digo apresurando el paso hasta la puerta.
—¿No quieres saber quién ha estado jodiendo tu tablero? — suelta de repente y me detengo en seco.
—No.
Mi respuesta fue seca y cortante, no necesito que la gente sepa o no lo que está pasando en mi tablero. Abro la puerta y me detengo de inmediato cuando la veo a ella junto a otro chico, ambos están discutiendo algo ya que ella lo golpea fuertemente en el abdomen.
—¿Kia...? —me interrumpo pensando muy bien si debo hablar con ella o no.
Hace tanto tiempo que no la veía.
Escucho la puerta abrirse pero no le presto atención, todo está en ella.
—¿No vas a ir? Me costó encontrarla en primer lugar, además, tienes que hablar muchas cosas con ella, ¿no, Anayra?
—Que te importa — suelto sin más antes de acercarme en total silencio.
En realidad, estoy cagada del miedo, no sé que me puede decir ella, todo es inesperado con Kiana, nunca se que pasa por su mente y nunca logro entender muchas veces sus acciones.
Ella es la única que nadie puede meterse en su mente, así de poderosa es Kiana.
—Maldito infeliz, amenazándome con un bolígrafo, ¿sabes cuánto me costó el maldito bolígrafo? —empieza a quejarse ella, veo como su acompañante trata de hablar pero como siempre, ella lo interrumpe —No, no sabes sucio demonio de la verga, sabes deberías de irte a la reverenda verga, no piensas en el esfuerzo de otros y...
—Anayra — la interrumpe y veo como este me observa con total atención —, allí tienes a Kiana. Adiós.
Antes de que alguna de las dos lograra decir algo, ya el chico había desaparecido. Veo a Kiana la cual solo mantiene el ceño fruncido.
—Ese demonio descarado, como se le ocurre dejarme con la palabra en la boca, lo voy a quemar vivo cuando lo vea de nuevo, Azrael ya vas a ver.
¿Azrael? Espera...
—¿De dónde lo conoces, Kiana?
Ella voltea verme todavía con le ceño fruncido —¿Y tus modales, Anayra? ¿Cómo estás? Hace mucho que no te veo y todas esas mierdas — hace un desdén mientras espera paciente a qué le realice esas preguntas.
Sonrío levemente —Nunca cambias, Maestra — me encogí de hombros antes de hacerle una reverencia manteniendo mi sonrisa — ¿Cómo estás, Kiana? Hace mucho que no te veía por aquí, Mikazuki y Maixon también te extrañan — comento mientras espero paciente su respuesta.
Escucho su risa —No puedo creer que de verdad hicieras una reverencia, la gran Anayra me hizo una reverencia. ¿Qué hiciste, Anayra?¿De qué problema te debo sacar?
La miro ofendida —¿Disculpa? Yo queriendo ser amable contigo y me sales con tus mamadas, vete a la verga, Kiana — la escucho reír de nuevo —. Bueno sí, tengo unos cuantos problemas, pero no estaba esperando tú llegada, no señor.
Ella me da una mirada de: si clarooo.
—Bien, hagamos como que te creo, Anayra — mantiene su sonrisa —, no preguntaré por eso por ahora, quiero ir a dónde Maixon, el pobre debe estar realmente afectado por lo que vió.