En un mundo donde la muerte está presente en todas sus formas, los niños no pueden tener una gran infancia para desarrollarse y disfrutar de su niñez junto a sus amigos, sus familiares y con aquellas personas que realmente desean pasarla. Los niños siempre son curiosos, quieren aprender todo y saber todo...pero en un mundo donde los shinobi están presentes, esa curiosidad puede llevarte más pronto que tarde a la tumba, junto a tus seres queridos muertos o completamente solo, quedando relegado a al olvido. Esto solamente pasaba en los casos en los que los niños eran hijos de civiles, donde las muertes y las desgracias les caían como agua, siendo usados de rehenes o carnada para el pueblo enemigo. Pero también eran los niños que más disfrutaban de su infancia, siempre que no fuera truncada por los shinobi o por el enemigo.
Ser shinobi, no era un juego cuando la guerra estallaba.
En cambio, en el mismo mundo en el que los hijos de civiles podían disfrutar de una mayor infancia, los hijos de shinobi no tenían esa suerte. Debían graduarse en la academia. Ser shinobi y comenzar una carrera dentro de las filas ninja de la aldea y mostrar su valía para la misma, protegiendo a los habitantes de su país. Si esos mismos hijos de shinobi pertenecían a un clan, la presión se triplicaba. Debían seguir un legado y mostrar que su clan era útil para la aldea. Si eras además un heredero de la cabeza del clan, la presión se multiplicaba por diez y, si además eras el futuro líder, toda la presión del mundo parecía caer sobre tus hombros. Había que mantener al clan fuerte, reforzar a la aldea y no debilitarla.
Esto era algo que el heredero Uchiha comprendía, a sus cinco años, como nadie, caminando hacia la academia ninja, donde aprendería lo que era ser un shinobi, a formarse para la guerra que su aldea estaba llevando. Gracias a un alto Jōnin habían derrotado a Iwa, pudiendo con ello lidiar con la presión ahora ejercida por Kumo sobre ellos en el campo de batalla. A pesar de ser un niño, él tenía en mente todo eso, mientras caminaba de la mano de su madre hacia la academia, sumergido en sus pensamientos como siempre.
―Itachi-chan, te ves como un viejo con el ceño fruncido.
Uchiha Itachi, un niño de cinco años de edad. Él era el futuro del clan Uchiha, hijo de Fugaku y Mikoto Uchiha, cabezas del clan y afamados lideres del mismo, así como unos shinobi renombrados. Como hijo de líderes, Itachi siempre había sido presionado por los ancianos del clan para mostrar que las nuevas generaciones Uchiha, iban a ser mejor que las anteriores. Esa presión, llevó al niño a un estado de madurez temprana, comprendiendo muchas cosas que ni siquiera un niño hijo de shinobi, debería entender. Pero Itachi lo hacía y no podía deshacerlo. Así era su mente y nadie podría cambiarla.
Mikoto, su madre, siempre mostró preocupación por ese hecho, sabiendo que la mentalidad de su hijo era demasiado madura para ser la de un niño. A veces, cuando habían hablado y le hizo preguntas, ella se mostró asombrada por la agilidad de mente de su hijo. Estaba aterrada a la vez que asombrada. Su hijo, con apenas cinco años, estaba mostrando una cabeza mejor colocada que los altos mandos de Konoha, quienes los estaban llevando a la pérdida de más y más compañeros.
La guerra debía acabarse.
―No te preocupes, Mikoto―Fugaku declaró, colocando la mano sobre el hombro de su mujer, mostrando el estoico rostro característico de los Uchiha, para luego dejar ver una pequeña sonrisa―. Itachi es más maduro que nosotros. Así es él. Mostrará que nos solo somos fuertes, si no inteligentes también.
La matriarca Uchiha suspiró, apretando la mano de su hijo mientras caminaban hacia el primer día de Itachi dentro de aquella academia, donde prepararían a su hijo hasta los doce años para salir a la guerra, si es que aun duraba. Como estaban las cosas en el frente, necesitarían a varios de sus mejores ninjas para terminar con Kumo y Kiri, quienes estaban presionando en el frente. Suna e Iwa habían retirado sus ejércitos y solamente faltaban ellas dos. Si lidiaban con ellas, ganarían nuevamente la guerra y podrían establecer algo de paz, al menos por un tiempo.
―Lo sé, Fugaku-kun. Pero...―sin querer soltar a su hijo, Mikoto apretó la mano de Itachi, siendo devuelto el gesto por el menor de los Uchiha, a la vez que caminaba y no miraba a su madre. Algo de lo que Itachi también se caracterizaba, era su falta de emociones. Jamás había mostrado ante los demás ni siquiera una lágrima, algo que los padres no comprendían. ¿A caso su hijo era la reencarnación de un sabio? Casi parecía que fuera completamente ajeno a la empatía.
―Ya hemos llegado―Fugaku detuvo sus pasos. El hombre llevaba el uniforme de la Policía Militar, mostrando el logo de los Uchiha en la zona alta de ambas mangas de la camiseta que llevaban por debajo del chaleco de Jōnin―. Debes soltarlo, Mikoto.
Sniff Sniff
Itachi levantó la mirada hacia su madre, viendo como ella lloraba. Apretó su mano sobre la de su progenitora, y la mujer lo abrazó agachándose a su altura.
―¡Mi pequeño!―Mikoto lloró, sabiendo que si la guerra continuaba, podría no abrazarlo demasiado. Había querido que su hijo disfrutara de una infancia feliz, rodeado de amigos. Pero su carácter y las circunstancias, le habían privado de ello―. Pórtate bien, ¿sí? No quiero que causes problemas y aprende bien todo, ¿sí? Itachi...si no quieres...
Fugaku colocó la mano sobre su esposa, deteniéndola de que dijera algo más, justo delante de miembros de otros clanes...pero lo más preocupante, eran los de su propio clan. Fugaku movió los ojos, observando como más y más Uchiha llegaban para llevar a sus hijos.
―Mikoto.
―Otōsan. Okāsan―Itachi habló, dejando que su voz ligeramente aguda por la edad, fuera solamente escuchada por sus padres, quienes miraron hacia su hijo, esperando que siguiera―. No os preocupéis. Estaré bien. Haré que Konoha encuentre la paz.
Editado: 23.01.2021