Andando con Jesús

Capítulo 2: Dos almas para Cristo

Antes de ser cristiano, cuando aún estaba en la secundaria, conocí la calle y sus vicios. En octavo grado comencé a salir a las fiestas, a tomar bebidas alcohólicas y, en algunas ocasiones, llegué hasta a fumar.

Ya cuando era un poco mayor, salía todos los sábados en la noche y regresaba a la hora que deseaba. En mi barrio tenía a un primo lejano con el cual volvía en algunas ocasiones después de las fiestas y nos sentábamos al frente de mi casa, debajo de la luz de un bombillo situado en un poste que daba luz a la calle.

Allí podíamos hablar de cualquier tema: de la chica con la que habíamos bailado, de quién nos gustaba, de cuánto habíamos tomado; de todos esos temas relacionados con la fiesta pudimos haber hablado. Sin embargo, allí, después de cada fiesta de sábado en la noche, mi primo me contaba lo mal que se sentía consigo mismo por dentro.

Sentía que le faltaba algo y yo, con conocimiento acerca de Dios, siempre le decía que necesitaba conocer a Jesús. Él me decía que tenía una virgen que lo había salvado cuando él había nacido. Yo le respondía diciéndole que eso era un engaño del enemigo.

Dios actúa y obra de formas misteriosas. En ese entonces cambiaron al pastor de mi iglesia y trajeron a uno nuevo que tenía una hija de la cual mi primo se enamoró.

Debajo del bombillo hablamos más de una vez acerca de Dios y de su necesidad espiritual. No obstante, lo único que lo impulsó a ir a la iglesia fue ese enamoramiento por la hija del pastor.

Un día lo llevé a la iglesia. Recuerdo que fuimos en shorts cortos, chancletas y un pulóver. Aunque a Dios no le importaba nuestra vestimenta, sino nuestro corazón. Mi primo, con el tiempo, me contó que cuando entró por la puerta de la iglesia sintió una paz que nunca antes había sentido y una voz que le dijo en su mente:

—Tú perteneces aquí...

Lo dejé dentro de la iglesia y seguí en el mundo. Con el tiempo, él se bautizó y entonces me predicaba a mí.

Las personas necesitan de Cristo y todos los que no le conocen en su interior sienten que les falta algo. A veces miramos a una persona y creemos que esta nunca aceptará a Jesús, entonces no le hablamos. Créanme que le hablaba a mi primo, pero nunca pensé verlo en la iglesia. Solo Dios conoce los corazones, por eso debemos sembrar las semillas de la verdad en todos los que nos rodean y el Espíritu se encargará de hacerlas brotar en el momento correcto.

Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
1 Corintios 3:6-9

Somos colaboradores de Dios; debemos llevar a todo el mundo su mensaje de salvación. No importa quién sea la persona: rico, pobre, feo, lindo, ladrón, policía, jefe, subordinado, etc... todos necesitan de Jesús. La persona que diga que no necesita de Dios miente. Fuimos creados para adorarle y todos lo necesitamos.

Antes de llevar a mi primo a la iglesia, llevé a otra persona. Resulta ser que no éramos tan amigos; simplemente éramos conocidos. Yo estaba en noveno grado y él en octavo; estábamos una tarde jugando fútbol y le pregunté:

—¿Crees en Dios?...

No recuerdo exactamente qué me respondió; solo sé que comencé a narrarle los hechos que estaban sucediendo en ese tiempo en el mundo y le comenté que todo estaba escrito en la Biblia, que Cristo estaba pronto a venir.

El viernes de esa semana lo llevé a la iglesia y allí se quedó un buen tiempo...

Es asombrosa la forma en que Dios nos utiliza. Aún sin bautizarme, logré acercar a dos personas a Dios. Lo triste era que yo los llevé a la iglesia, pero cada vez me alejaba más de Dios y me acercaba más al mundo.

Algunas personas de la iglesia me decían que era como una soga: llevaba a las personas adentro pero me quedaba afuera. No solo llevé a esos dos jóvenes; llevé a otros que no se quedaron.

En ese tiempo me gustaba la iglesia, pero no acababa de entenderla, no acababa de conocer a Dios...

Dios nos quiere utilizar para su obra, pero nosotros solo sabemos poner excusas. Esto no es solo de este tiempo, sino desde mucho antes. En la Biblia podemos ver esto en los capítulos 3 y 4 del libro de Éxodo.

1. Éxodo 3:11 - Moisés dice: "¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?"

2. Éxodo 3:13 - Moisés pregunta: "Si voy a los hijos de Israel y les digo: 'El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros', y ellos me preguntan: '¿Cuál es su nombre?', ¿qué les responderé?"

3. Éxodo 4:1 - Moisés expresa su preocupación: "Pero Moisés respondió y dijo: 'He aquí, no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.'"

4. Éxodo 4:10 - Moisés dice: "¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de elocuencia, ni antes ni desde que hablaste a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua."

5. Éxodo 4:13 - Finalmente, Moisés le dice a Dios: "¡Ay, Señor! Envía, te ruego, por medio del que debas enviar."

Estas respuestas muestran la resistencia de Moisés a aceptar la misión que Dios le había dado, lo que lleva a Dios a proporcionarle señales y asegurarle que estará con él.

Moisés puso excusas; sin embargo, Dios le mostró que estaría con él y le aseguró la victoria cada vez que ocurría una dificultad.

Del mismo modo, Dios nos puede asegurar la victoria ante cada prueba de la vida.



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En el texto hay: cristiano, #espiritual

Editado: 21.02.2025

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