**Capítulo 9: Revelaciones Dolorosas**
—Al menos no fue todo el cabello. —Intenta Kira animarme, miro su sonrisa de boca cerrada por el reflejo del espejo.
—Deja que mi madre vea mi cabello.
Suspiro, imaginándome como será la reacción de mamá al ver que el cabello largo y rizado de su hija ha sido cortado hasta la altura de mi mentón. Sólo espero que vuelva a crecer y rápido, porque me gustaba por donde lo tenía, me siento extraña con menos cabello.
—Dile que quisiste un cambio en tu personalidad y por eso lo cortaste —Se alza de hombros justo cuando me doy la vuelta—. De lo contrario, dile la verdad.
—No quiero problemas, Kira.
—Lo sé —Guarda las tijeras en el bolso de maquillaje que sacó de su mochila—. Pero Isabella no puede salirse con la suya siempre molestándote. Hoy fue el chicle en el cabello, ¿y mañana?
Asiento, sabiendo que tiene razón. Pero aún así, no planeaba tener problemas en el instituto cuando mi objetivo principal seguía siendo algo de suma importancia como para estar perdiendo el tiempo por las acciones infantiles de Isabella.
—Tal vez con el tiempo se aburra de molestarme.
—¿Y soportarás todas las cosas que te hace y harás durante ese tiempo? —Me ve con incredulidad— Tiempo que no sabes con exactitud.
El timbre suena anunciando el fin del recreo y la continuidad de las clases, salvándome de responder aunque Kira me advierte que espera una respuesta mía más tarde en la biblioteca para encontrarnos con Zafiro. A ver si teníamos suerte de encontrarla hoy, ya que desde aquel día no la hemos vuelto a ver por el instituto y lo único que sabemos de ella es su apariencia física y su nombre, algo que no ayuda tampoco para encontrar alguna amigo suyo que nos diga cuando volverá.
Sólo espero no estarme equivocando con ella al confiar tan rápido.
**
—Te veo en las gradas.
Asiento hacia Kira y la veo perderse por los pasillos del instituto que conducen a la oficina del director. Era la hora del almuerzo, las horas de clase habían pasado con normalidad y sin ningún rastro de Isabella.
Paso por la cafetería y tomo mi almuerzo para luego dirigirme a las gradas del campo de rugby y quedarme sentada ahí a esperar a mi amiga.
Cling.
Una sonrisa se pinta en mis labios al ver un audio de voz de mi amiga en WhatsApp. Sonrisa que se borra al ver la foto y oír el audio:
—"Lo siento mucho, Andrea" —Decía su nota de voz y abajo en el chat abrí la foto en la que se reflajaba a Emery con Jayden besándose en ropa interior—. "La carne es débil y no pudimos resistirnos".
Lo que reflejaba la pantalla de mi celular se volvió borroso debido a las lágrimas que intentaba contener. Un nudo se forma en mi garganta mientras luchaba por asimilar la traición de dos personas muy cercanas a mí.
—¿Cómo pudieron hacerme esto? —Murmuré para mí misma con mi voz quebrada, sintiendo como el dolor se instalaba en lo más profundo de mi ser.
Sé que la distancia puede cambiar una relación ¿pero al punto de engañarme con mi mejor amiga? ¿En serio? Ella, que era como mi hermana, ¿fue capaz de traicionarme?
No contesté a su nota de voz. La bloqueé y a él también, aunque sé que eso no ayudará a aliviar el dolor de la traición.
Levanté la vista al escuchar unos trotes y vi a Leonardo acercarse con un semblante preocupado.
—Andrea, ¿estás bien? —preguntó Leonardo, su voz llena de preocupación mientras se sentaba a mi lado en las gradas
—¿Lo dices por lo de Isabella? Sí, estoy bien.
—En parte —Acaricia su nuca con una mueca—. ¿Por qué estás llorando?
—Alguien cercano a mí me traicionó. —Respondí sin querer ahondar en el tema, asintió como si procesara mis palabras.
—Entiendo que puede ser difícil hablar de estas cosas pero si necesitas desahogarte estoy aquí para escucharte. —Sonrió.
Sus palabras me reconfortaron, aunque seguía sin querer contarlo todo. Leonardo me hizo reír por los próximos minutos, compartiendo anécdotas divertidas absurdas que lograron sacarme una pequeña sonrisa entre las lágrimas.
—En nuestro primer entrenamiento como equipo, uno de los novatos intentó hacer una patada de despeje, pero le pegó con tanta fuerza que el balón voló directo a la cara del entrenador. Todos nos quedamos en shock, pero el entrenador se rió y dijo que al menos había demostrado que tenía fuerza.
Nos reímos.
—¡Leo! —Lo llamó un chico que parecía pertenecer al equipo de rugby.
—¡Voy! —Me miró apenado— Me tengo que ir.
—Nos vemos después.
Asintió con una sonrisa y lo ví irse. Me detuve a pensar un momento en Leonardo, en su amabilidad y su genuina preocupación por mí. Me pregunté cómo alguien como él podía estar involucrado con alguien tan diferente como Isabella Saltzman.
Valía la pena. Definitivamente valía la pena ser el blanco de maldades de Isabella Saltzman si eso me haría tener a Leonardo como amigo en mi vida.
—¡Hey, siento la demora! —Kira llega a carreras y toma asiento a mi lado, frunce el ceño al fijarse mejor en mi rostro— ¿Qué ha pasado?
Suspiro.
—No quiero hablar de eso ahora, mejor dime tú qué pasó que te llamaron a la oficina del rector.
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Editado: 16.11.2024