**Capítulo 12 - Oscuridad**
El sonido del gas al encenderse llenaba el laboratorio de un leve zumbido mientras el profesor de química caminaba entre las estaciones de trabajo. Estaba revisando los equipos, asegurándose de que cada uno estuviera listo para el experimento. Yo compartía mesa con Zafiro, Kira, Leonardo, Anthon e Isabella. Aunque lo intentaba, era difícil concentrarme cuando Isabella se las arreglaba para lanzarme miradas molestas cada tanto. Era como si no pudiera soportar estar en el mismo equipo.... bueno, a mí.
El profesor se detuvo en el frente de la clase, ajustándose las gafas.
—Hoy vamos a estudiar las reacciones entre ácidos y bases —dijo, su tono firme, pero no autoritario—. Necesito que presten atención porque el experimento requiere precisión y trabajo en equipo.
Mientras ella hablaba, yo apuntaba en mi cuaderno, tratando de no perder ni un solo detalle. Los experimentos de química no eran mi fuerte, pero sabía que con algo de esfuerzo podía salir bien.
—Andrea —la voz de la profesora me sacó de mis pensamientos—. ¿Podrías responder la pregunta que acabo de hacer?
Sentí todas las miradas sobre mí. El corazón me latía rápido, pero afortunadamente recordé la respuesta.
—Eh… sí, la reacción entre un ácido fuerte y una base fuerte produce agua y una sal —dije, esperando que mi memoria no me fallara.
La profesora asintió, claramente satisfecha.
—Muy bien, Andrea.
Mi equipo me lanzó miradas que iban desde la indiferencia de Isabella hasta la sonrisa alentadora de Kira y Leonardo. Zafiro me dio un pequeño codazo amistoso, como felicitándome en silencio.
—Ahora, procederemos con el experimento del libro de texto en la página ochenta y dos —continuó la profesora—. El equipo de Andrea será el primero en comenzar, pero tendrán diez minutos para prepararse.
Mientras todos empezaban a revisar los materiales, anoté algunas cosas en mi libreta. Sin darme cuenta al momento, cuando fue a colocarla sobre la mesa, la dejé caer al suelo. Cuando me agaché para recogerla, vi que Leonardo ya la había recogido antes que yo. Me congelé al ver que sus ojos se clavaron en una página abierta.
El símbolo.
El corazón me dio un vuelco. Ese dibujo... No era algo que debería estar a la vista de nadie. Leonardo se quedó mirándolo por unos segundos más antes de devolverme la libreta, pero no dijo nada. Se limitó a entregármela en silencio, y cuando extendí mi mano para tomarla, nuestras miradas se cruzaron por un instante que se sintió eterno. No dije nada. Tampoco lo hizo él.
Los minutos pasaron, y realizamos el experimento, aunque mi mente estaba en otra parte. Me sentía intranquila, inquieta por la reacción de Leonardo. ¿Por qué no había dicho nada? ¿Le importaría lo suficiente como para hacer preguntas?
~•~
El almuerzo en la cafetería estaba tranquilo. Zafiro, Kira y yo estábamos sentadas en nuestra mesa habitual, charlando sobre el experimento y otros temas triviales cuando vi a Leonardo acercarse. Había algo en su expresión, algo serio que no había notado antes.
—Andrea, ¿podemos hablar? —me pidió, cortés pero con un tono firme que no dejaba espacio para negarme.
Asentí y me levanté de la mesa, siguiendo a Leonardo hasta un rincón más apartado de la cafetería.
—¿Qué sucede? —pregunté, tratando de sonar tranquila, aunque la inquietud en mi pecho era innegable.
—Vi el símbolo en tu cuaderno hoy... —comenzó Leonardo, sin rodeos. Mantuvo su mirada fija en mí—. ¿Tiene algo que ver con el libro que estabas buscando en la biblioteca el otro día? La sección de historia…
Mi mente corría en todas direcciones. Dudé por un segundo. ¿Decirle la verdad sería lo correcto?
—Sí, tiene que ver... —admití, mi voz temblando ligeramente—. Pero, ¿por qué lo preguntas?
Leonardo miró hacia el suelo antes de volver a mirarme a los ojos, como si estuviera decidiendo cuánto decirme.
—He estado investigando un poco sobre símbolos antiguos y libros ocultos, intentando averiguar si podría ayudarte. No es mucho lo que tengo, pero puedo ayudarte si lo necesitas... —Su voz era seria, casi como si entendiera la gravedad de la situación más de lo que dejaba entrever.
Me quedé callada, nerviosa. ¿Debería aceptar su ayuda? ¿Podría confiar en él? Finalmente, le sonreí tímidamente, tratando de aliviar la tensión.
—Gracias, Leonardo. Lo aprecio mucho. Si necesito más ayuda con esto, te lo haré saber. —Le respondí mientras daba un paso hacia atrás, caminando en reversa, levantando mi mano en un gesto de despedida.
Leonardo asintió en silencio, despidiéndose de la misma manera.
Volví a la mesa donde Zafiro y Kira me esperaban en silencio, claramente intrigadas. Pero antes de que pudiera decir algo, un dolor agudo me atravesó las sienes. Algo no estaba bien.
—Ay... —me quejé, llevándome las manos a la cabeza, cerrado los ojos con fuerza.
—¿Estás bien? —preguntó Zafiro, su voz preocupada.
Abrí los ojos, pero no había nada. Oscuridad total. Jadeé, el pánico comenzaba a crecer en mi ser.
—No... no veo nada... Todo está oscuro... —dije, desesperada.
—¿Qué está pasando? —Kira intentó calmarme, pero yo no podía escuchar claramente sus palabras.
En mi desesperación, me levanté de la mesa sin poder ver a dónde iba. Sin querer, golpeé la bandeja de almuerzo y escuché cómo se estrellaba contra el suelo, seguramente atrayendo la atención de todos en la cafetería.
—¡Andrea! —Zafiro y Kira me sujetaron por los hombros, pero yo no podía ver nada—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué dices que no puedes ver?
Sentí manos sobre mis hombros. Otra voz se unió a las suyas. Leonardo.
—Andrea, ¿estás bien? —Me preguntó, pero su voz comenzó a desvanecerse al igual que todo lo demás.
Sentí frío. De pronto, en medio de aquella oscuridad, frente a mí apareció una imagen nítida, como si estuviera en tercera persona viendo una escena que no me pertenecía. Era un lugar desolado, vacío. Había una puertecita metálica en el suelo, sellada con una válvula grande.
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Editado: 16.11.2024