**Capítulo 13 - ¿Visión o recuerdo?**
No sé cuánto tiempo estuve caminando. La oscuridad me envolvía por completo, y el silencio era ensordecedor. Ni siquiera podía escuchar mis propios pasos. Todo lo que me rodeaba era tan extraño, como si me hubieran arrancado de mi realidad y lanzado a un vacío infinito. El miedo empezaba a aflorar en mi pecho, sentía que mi respiración se hacía más pesada a cada minuto. ¿Dónde estaba?
De pronto, un ruido rompió el silencio. Parecía el rechinar de una puerta metálica, una que necesitaba ser empujada con fuerza. Me detuve, enfocándome en ese sonido, hasta que logré divisar al hombre abriendo una gran puerta doble de metal, similar a la de un ascensor. Lo extraño fue el símbolo tallado en la puerta, grande y claro, el mismo que había estado dibujando inconscientemente. Mi corazón se aceleró.
—No puede ser... —murmuré para mí misma.
No alcanzaba a leer el subtítulo que había debajo del símbolo, pero no tuve tiempo de pensar mucho. La puerta se abrió completamente, inundando la oscuridad con un destello de luz. Apenas el hombre cruzó, corrí detrás de él. No podía dejar que se me escapara. Sentí una urgencia inexplicable de seguirlo, como si esa puerta fuera la clave para entender todo lo que me había estado atormentando. Logré colarme antes de que las puertas se cerraran con un leve "clic" metálico.
Un destello cegador me obligó a cerrar los ojos, y cuando los abrí, me encontré en lo que parecía ser una instalación enorme. Todo estaba hecho de metal: paredes, techo, incluso el suelo. No había ventanas, lo que me dio una sensación de claustrofobia. Lámparas extrañas colgaban del techo, con forma de los collarines que usan los perros cuando salen del veterinario. Aunque el ambiente estaba iluminado, sentía el peso del lugar, un peso que me recordaba a las historias que habíamos estado investigando.
**—Esto es... el laboratorio...** —pensé, mirando a mi alrededor con creciente alarma.
No cabía duda. El símbolo en la puerta y la distribución del lugar coincidían perfectamente con lo que Zafiro, Kira y yo habíamos estado buscando, el laboratorio subterráneo que Elián, el hacker, había mencionado. El problema era que, aunque habíamos obtenido la dirección hacía dos semanas, no habíamos podido venir. Mis padres estaban cada vez más estrictos conmigo. Apenas me permitían salir y, si lo hacía, Kira y Zafiro tenían que convencerlos de que era una salida escolar o algo así. Incluso los fines de semana, mis padres se aseguraban de que pasara todo el día estudiando.
Pero aquí estaba, de alguna manera.
El hombre al que seguía dobló a la izquierda. Lo seguí lo más rápido que pude, preocupada de perderle la pista. Mi corazón latía con fuerza, casi sentía que mis costillas lo golpearían. Finalmente, al doblar la esquina, lo vi entrar por otra puerta. Ya no me preocupaba si hacía ruido. Algo en mi interior me decía que, aunque estuviera corriendo o gritando, nadie podría verme ni oírme.
Atravesé la puerta detrás de él y me detuve, jadeando, sorprendida y horrorizada a la vez. Lo que vi delante de mí era peor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.
Una sala de experimentos.
Las luces, aunque tenues, revelaban todo con claridad. Varias mesas estaban llenas de herramientas de laboratorio, bisturíes, frascos de cristal y otros instrumentos que no pude identificar. Un grupo de científicos, todos vestidos con batas blancas, estaban concentrados en un enorme tanque de cristal. El tanque tenía al menos tres metros de alto y cuatro de ancho. El agua en su interior era de un verde claro, casi como en mis pesadillas.
Pero lo que realmente me hizo estremecer fue lo que había dentro.
Cinco niños, de aproximadamente seis años, flotaban en el agua. Sus rostros estaban marcados por el dolor y la desesperación. Podía ver las lágrimas que se mezclaban con el agua del tanque, sus pequeños cuerpos arrugados por el tiempo que habían pasado allí.
Una niña de rizos chocolate, de piel morena clara, golpeaba desesperadamente el cristal. Sus ojos color avellana estaban rojos e hinchados de tanto llorar. Un niño de pelo negro y piel pálida flotaba junto a ella, sus ojos negros sin vida. Había también una niña de cabello rubio y ojos azules, con una expresión de tristeza profunda. Otro niño, de cabello rubio y ojos verdes, permanecía inmóvil, como si ya hubiera perdido toda esperanza.
**—Esto no puede ser real... —murmuré, horrorizada.**
Esa niña de rizos chocolate... algo en ella me resultaba terriblemente familiar. Entonces lo recordé. Era la misma niña que había visto en mis pesadillas, la niña que había creído que era yo misma cuando tenía cinco años.
**—No puede ser... esto no es un sueño. ¿O sí? —pensé, sintiendo cómo todo mi mundo se tambaleaba.**
Los niños, como si pudieran verme, se volvieron hacia mí. Sus miradas implorantes me atravesaron el alma. Podía escuchar sus voces, pidiendo que los ayudara. Pero los científicos no parecían notarlos, ignorando completamente sus súplicas. Mi respiración se aceleró. Quería ayudarlos, pero no sabía cómo. Quería salir de ese lugar, pero mis piernas no respondían.
De repente, todo a mi alrededor empezó a oscurecerse. Sentí un dolor punzante en las sienes y me llevé las manos a la cabeza, gimiendo. La oscuridad volvió, cubriéndolo todo, y el sonido de las voces se desvaneció.
Cuando finalmente abrí los ojos, ya no estaba en el laboratorio.
Estaba en la enfermería de la escuela.
Kira, Zafiro y Leonardo estaban allí, mirándome con preocupación. Leonardo fue el primero en hablar.
—Voy a buscar a la enfermera —dijo rápidamente antes de salir de la habitación.
Kira y Zafiro se acercaron de inmediato, llenas de preguntas.
—¿Estás bien? —preguntó Kira, con el ceño fruncido—. Nos asustaste muchísimo.
—¿Qué te pasó? —añadió Zafiro, visiblemente preocupada.
El sonido de la puerta de la enfermería cerrándose tras Leonardo me dio el tiempo y la privacidad que necesitaba. Sentí la garganta seca y una leve punzada de vergüenza, pero sabía que ellas dos debían saber lo que había visto.
#488 en Ciencia ficción
#1629 en Thriller
#795 en Misterio
inteligencia artifical, virus creado en un laboratorio, secretos amor mentiras misterio
Editado: 16.11.2024