*Capítulo 14: El Camino Hacia Lo Desconocido*
El autobús se detuvo con un leve chirrido en una parada que parecía tan desolada como olvidada por el tiempo. Bajamos las tres: Kira, Zafiro y yo. Mientras el autobús se alejaba por la carretera, pude sentir los ojos del conductor fijos en nosotras. Seguramente, estaba preguntándose por qué tres chicas se bajaban en un lugar tan apartado, rodeadas solo de bosques y carreteras desiertas. Kira no tardó en romper el silencio con una broma que nos hizo reír, aunque las tres sabíamos que detrás de esas risas había cierta tensión:
—Bueno, chicas, si este lugar no está embrujado, me sentiré estafada —dijo con una sonrisa divertida.
Nos quedamos mirando el paisaje desolado. No había señales de civilización, solo la carretera y el denso bosque. El autobús se alejaba, y un extraño silencio se apoderó del espacio, casi como si estuviéramos en otro mundo. Apreté las correas de mi mochila, como si con ese gesto pudiera reunir fuerzas para lo que venía. Kira y Zafiro hicieron lo mismo. Ninguna de nosotras quería admitir en voz alta lo que era evidente: estábamos a kilómetros de nuestro hogar, en un lugar extraño, sin saber con certeza qué nos esperaba. Kira nos miró a las dos y, con un tono sarcástico, añadió:
—Por lo menos podríamos tener una señal que diga: “Sigan adelante si quieren desaparecer para siempre.”
Zafiro soltó una carcajada, pero yo la miré, impaciente.
—Kira, ¿por dónde vamos? —pregunté, intentando enfocar en lo importante.
Kira solía hacer bromas en momentos inesperados, ya sea para acabar con el silencio o aligerar el ambiente. Finalmente, mi amiga dejó de bromear y miró su teléfono. Frunció el ceño al ver la escasa señal y sacó el papel doblado de su bolsillo.
—Vale, vale… según esto, tenemos que meternos al bosque por la derecha y caminar unos tres kilómetros hasta un lago —dijo finalmente, señalando hacia los árboles—. Eso es todo. A partir de aquí, es caminar bosque adentro o quedarnos aquí a esperar el autobús de regreso a casa y rendirnos en la misión. Por mi parte, si ustedes deciden continuar esto iré, si desisten de la idea, pues desisto también.
Agradecí su apoyo en silencio, realmente creo que no me sentiría bien si me quedara sola para investigar de desentrañar los misterios que me envuelven.
—A mí no me van a dejar fuera de esto —Zafiro dijo, me regaló una sonrisa que le devolví—. Está dicho, seguiremos con esto.
—Yo prefiero continuar, no llegamos hasta aquí por nada. —respondí, intentando sonar más confiada de lo que me sentía.
—De acuerdo.
Kira miró el GPS de su teléfono, que apenas funcionaba debido a la escasa señal. Nos giramos hacia la derecha, donde solo había un denso bosque. Según la dirección que nos proporcionó Elián, el laboratorio secreto se encontraba a tres kilómetros a la derecha de la penúltima parada del bus, a las afueras de la ciudad. No solo veríamos un lago, si las piezas del rompecabezas que armamos no se equivocó, también nos toparíamos la misma puertecita metálica con una válvula grande que vi en la especie de visión que tuve aquel día en la cafetería de la escuela. El pensamiento me hizo estremecer, pero no iba a echarme atrás ahora.
Empecé a caminar hacia allí, y mis amigas me siguieron en silencio. Mis pensamientos comenzaron a vagar mientras avanzábamos por el sendero improvisado. No había sido fácil salir de casa esa mañana. Mis padres estaban más sobre protectores que nunca desde que terminé en la enfermería sin razón aparente. Habían asumido que todo era resultado del estrés por estudiar hasta tarde, y aunque me sentí un poco culpable por mentirles, la verdad era algo que jamás podrían entender. Si no fuera por el plan de Zafiro y Kira, ni siquiera estaría aquí.
«—Andrea, ¿estás lista para la excursión de la escuela? Recuerda que de esto dependen la mayoría de los puntos de biología.» Había dicho Kira temprano esa mañana, con una sonrisa que ocultaba perfectamente la mentira. Mis padres no tuvieron más remedio que dejarme ir.
El sonido de las hojas secas crujientes bajo nuestros pies me devolvió al presente. El sol estaba alto, ya era mediodía. Kira caminaba frente a mí, revisando su brújula y el papel con la dirección que Elián, el hacker amigo de Zafiro, nos había dado. A medida que nos adentrábamos más en el bosque, la cobertura del teléfono empeoraba, y Kira refunfuñaba cada vez que el GPS fallaba.
—Espero que tu amigo no nos haya jugado una mala pasada, Zafiro. —dijo Kira, rompiendo el silencio.
—Él no haría eso —respondió Zafiro, visiblemente ofendida—. Confío en Elián.
Kira soltó una risa que parecía de todo menos divertida, más bien diría que algo molesta, mirándola de reojo.
—Vaya, confías mucho en tu “amiguito”, ¿no?
—¿Celosa? —Zafiro sonrió, divertida.
—Para nada —bufó Kira, aunque el tono de su voz decía lo contrario.
Zafiro se echó a reír, y yo no pude evitar sonreír mientras intentaba mantenerme al margen de la conversación. Zafiro y yo lo habíamos notado desde el día que nos llevó con Elián, a Kira le atrae el hacker, él, pero trata de engañarse a sí misma. Ambas aceleraron el paso hasta colocarse a mi altura, Zafiro aun sonriendo.
—Andrea, tengo curiosidad… ¿Te gusta Leonardo? —me soltó de repente.
Por poco tropecé con una raíz mientras intentaba procesar la pregunta. ¿De dónde había salido eso? Mi corazón comenzó a latir más rápido, y no por el esfuerzo de caminar.
En mi mente, recordé cómo había evitado a Leonardo desde aquel día en la enfermería, cuando le agradecí por preocuparse por mí. Había temido que eso me trajera problemas con Isabella, pero, sorprendentemente, ella no hizo nada. Al contrario, parecía casi… amable. Cada vez que la veía en los pasillos, me sonreía sin un atisbo de falsedad o malicia. Ni siquiera intentaba marcar territorio con Leonardo como solía hacerlo. Era extraño, como si hubiera sido abducida por extraterrestres o algo por el estilo.
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Editado: 16.11.2024