**Capítulo 17: La historia de Elián y un descubrimiento**
Caminaba junto a Elián en silencio. El parque estaba tranquilo, con solo el ruido lejano de algunas personas paseando. Cada paso que dábamos resonaba en mis oídos, como si fuera el único sonido en el mundo. Desde que nos habíamos encontrado, no había dicho más que un «Hola». Me llevó hasta aquí sin explicar nada, y el silencio entre nosotros se volvía más incómodo con cada segundo que pasaba.
Me costaba mucho no preguntarle qué era lo que quería de mí, pero algo me decía que esperara. Lo miré de reojo, preguntándome qué podría estar pasando por su cabeza. Y, como si me hubiera leído la mente, Elián finalmente habló.
—Creo que mi hermana está en tu grupo de amigos. —dijo de repente, su voz rompiendo el silencio como un cuchillo.
Me detuve en seco, confundida.
—¿Qué? —le pregunté, girándome para mirarlo de frente.
Elián me devolvió la mirada, sus ojos oscuros y serios. No parecía estar bromeando, lo que solo hacía que mi mente se llenara de más preguntas.
—Voy a contarte algo que no le he contado a nadie, viento con tu discreción —dijo, su tono ahora mucho más grave. Asentí—. Antes tenía una familia; mis padres, mi hermana menor y yo. Éramos muy felices, pero todo cambió cuando ellos murieron.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. No sabía a dónde quería llegar con esto, pero había algo en su tono que me incomodaba.
—Mis padres murieron en un accidente —continuó Elián, su voz ahora cargada de una tristeza que no intentaba ocultar—. Me quedé solo con mi hermana, que apenas tenía cinco años en ese entonces.
Cuando mencionó la edad, algo en mi interior se contrajo, recordando a los niños en los tanques en mi visión.
Levanté la vista para mirarlo de nuevo, y esta vez fue imposible no sentir empatía por él.
—Preparé todo para irnos a casa de nuestros abuelos en Mississippi, pero nunca llegamos. Una noche, unos hombres entraron en nuestra casa. Eran muchos, todos con trajes y gafas oscuras. Se llevaron a mi hermana mientras yo intentaba detenerlos. Me golpearon tan fuerte que me desmayé —Su voz se quebró por un segundo antes de recomponerse—. Cuando desperté, ella y esos hombres ya no estaban. Desde entonces no he vuelto a verla y realmente, quiero pensar que sigue viva y que la encontraré.
No pude evitar sentir una oleada de rabia y tristeza mientras lo escuchaba. El dolor de Elián, su desesperación, era palpable. Había algo profundamente trágico en su historia, y de alguna manera, resonaba conmigo de una forma que no entendía del todo. A pesar de todo lo que él había pasado, aquí estaba, aún buscando, aún luchando.
—Lo siento mucho, Elián. No puedo imaginar lo que has vivido. —Mi voz era suave, llena de compasión. Pero había algo más—. Pero, ¿por qué me cuentas esto? No nos conocemos muy bien.
Elián me miró durante unos segundos antes de abrir la boca para responder, pero en ese momento, una voz familiar nos interrumpió.
—¡Andrea!
Me giré rápidamente y vi a Leonardo acercándose a toda prisa, visiblemente agitado.
—¿Leonardo? —pregunté, sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
—Zafiro y Kira me dijeron dónde encontrarte —respondió él, sin aliento—. Encontré algo, tienes que verlo.
Por un momento, los tres nos quedamos en un incómodo silencio. Elián no dijo nada, pero su mirada hacia Leonardo era difícil de leer. Finalmente, Elián rompió el silencio.
—Nos vemos otro día y hablamos. —dijo, haciendo un gesto con la cabeza hacia mí.
—Leonardo puede esperarme un momento. —le ofrecí, sabiendo que lo que Elián estaba a punto de decirme era importante y necesitaba hablar con alguien, confiando en mí para eso y no en Zafiro que es su amiga... extraño, pero así es.
Leonardo se quedó en silencio, asintiendo en señal de que podía esperar. Pero Elián negó con la cabeza, una pequeña sonrisa cruzando sus labios.
—No te preocupes, hay tiempo para todo —Elián negó con la cabeza, una pequeña sonrisa cruzando sus labios—. Dile a Kira que le mando saludos. Nos vemos.
Levantó una mano en señal de despedida y comenzó a alejarse, caminando con pasos tranquilos.
Deja que Kira sepa que su chico le mandó saludos.
Sonreí ligeramente.
Lo observé hasta que desapareció de mi vista y luego me volví hacia Leonardo, aún algo confundida por la abrupta partida de Elián.
—¿Qué encontraste? —le pregunté, mientras comenzábamos a caminar juntos hacia la salida del parque.
—En el expediente viejo que encontramos en el laboratorio —comenzó a decir Leonardo—. Estaba vacío, o eso parecía. Pero al revisarlo bien, descubrí algo. En la parte de atrás, dentro de la cartulina, había una hoja escondida con lo que parecía fotos pequeñas.
Me detuve por un segundo, mirándolo sorprendida.
—¿Fotos? ¿De quién? —pregunté, intentando imaginar a qué se refería.
—No estoy seguro si son fotos o no —admitió—, pero podemos investigar mañana. Salimos al mediodía, ya que la profesora Helen no asistirá. Tenemos tiempo de sobra para revisarlo.
Asentí, aún procesando lo que me había dicho. Este misterio solo se hacía más profundo con cada pista que encontrábamos.
—Mis padres también saldrán mañana —añadí—. Así que podremos estar tranquilos allá. Seguro que los demás han encontrado algo también.
Leonardo asintió y, tras despedirnos, tomé mi propio camino de vuelta a casa.
~•~
Cuando llegué a casa, saludé a mis padres, Cristina y Fabricio, que ya estaban preparando la cena.
—¿Por qué te has demorado tanto? —preguntó mi madre, su voz dulce pero cargada de una ligera preocupación.
—Estaba ayudando a limpiar el salón de química —mentí sin pensarlo mucho. No podía decirles que había estado en el parque con Elián y luego con Leonardo.
—De acuerdo. Ve a lavarte las manos antes de cenar. —dijo mi madre.
Subí rápidamente a mi habitación, me cambié el uniforme por algo más cómodo y tras lavarme las manos, bajé de nuevo. Durante la cena, mis padres parecían más relajados que de costumbre, lo cual me dio una oportunidad.
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Editado: 16.11.2024