**Capítulo 19: Revelaciones y coincidencias**
—Desde entonces la sigo buscando, con esperanzas de que siga viva, pero mis habilidades de hacker no son suficientes —Suspiró Elián—. Entonces Zafiro me habló de como conoció a Andrea y empecé a investigarla, luego a Kira y a los demás. Gracias a unos detalles, razones y similitudes, estoy casi seguro que una de ustedes, chicas, es mi hermana.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Isabella, confusa, evidentemente extrañada.
—Zafiro ya la conozco y no podría ser mi hermana, lo sabría —La miró para luego fijarse en Kira, quién parecía nerviosa y se veía pálida—. Y Kira tampoco es mi hermana, hay razones que la descartan y me las reservo.
Sonrió coqueto.
Mis pensamientos se agolparon en mi mente, mientras veía a Kira respirar aliviada por lo dicho por Elián. ¿Podría ser que él se refiriera a nosotras?
Anthon frunció el ceño, su mirada se centró en Elián.
—¿Acaso piensas que Andrea o Isabella podrían ser tu hermana?
—¡No! —exclamé, sintiendo el pánico inundarme—. Soy hija única. Mis padres son Cristina y Fabricio, no tengo más familia.
—Yo... soy adoptada —interrumpió Isabella, su voz temblaba, la miramos de golpe—. Mis padres adoptivos no saben que lo sé.
Guardamos silencio por unos minutos, procesando las palabras con dolor de Isabella.
—Eso deja a Isabella como la única posible hermana tuya, ¿no? —Zafiro miró a Elián.
Elián negó, su rostro lleno de frustración.
—Disculpa por dejar que te enteraras así, Andrea, pero estoy desesperado por encontrar a mi hermana —Me dijo Elián, su voz temblaba bajo la presión de sus propias palabras—. Cristina y Fabricio Smith no son tus verdaderos padres; ellos son tus tíos.
El aire se volvió denso y pesado, como si la sala hubiera atrapado toda la confusión y el miedo en un solo lugar. Me quedé paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Qué estás diciendo? —pregunté, casi en un susurro.
La cabeza me daba vueltas. El aire parecía más denso, y mis pensamientos rebotaban en mi mente como si buscaran un lugar para asentarse, pero no encontraban dónde. ¿Mis tíos? ¿Cómo es que Elián sabía algo así? Sé que es un hacker pero... ¿hasta ahí llegaba? ¿Y por qué... por qué mis padres nunca me lo dijeron si fuera cierto eso? Me sentí como si el suelo bajo mis pies se hubiera desmoronado. Todo lo que creía saber sobre mí misma, sobre mi vida, se tambaleaba.
Las lagunas mentales de mi infancia... todo parecía estar relacionado.
—Andrea... —susurró Kira, acercándose lentamente, su mirada llena de preocupación—. ¿Estás... bien?
No, no estaba bien. Nada estaba bien. Intenté hablar, pero las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta. Entonces, los recuerdos, esos fragmentos de memoria, empezaron a golpearme. Imágenes sueltas de Cristina y Fabricio. Momentos en mi adolescencia hasta la actualidad en los que había sentido su cariño, su apoyo, muchas sensaciones, pero también una distancia extraña que a veces creía que estaban enojado conmigo, como si siempre hubiera una barrera invisible entre nosotros.
Nunca cuestioné esa sensación. Pero ahora... ahora todo cobraba sentido. Demasiado sentido.
—No... —murmuré finalmente, mis piernas empezaban a fallar, tambaleándome hacia el sofá más cercano—. No, esto no puede ser verdad...
—Andrea... lo siento tanto. —Elián parecía devastado, pero eso no ayudaba. De alguna manera, eso solo hacía que me sintiera peor.
Mis amigos me miraban en silencio, expectantes. Todo a mi alrededor se sentía como si estuviera hecho de humo, desvaneciéndose lentamente ante mí.
—No es... no es posible. —balbuceé, mi voz apenas un susurro.
Y entonces lo recordé.
El sobre.
Fue esa madrugada en que desperté por una pesadilla y bajé por agua, cuando me iba a mi habitación de regreso oí un ruido proveniente del despacho. Creí que eran mis padres y fui a investigar, cuando me asomé a la puerta del despacho entreabierta no ví nada más que oscuridad y un sobre blanco en el suelo que lo ví gracias a la claridad de la luna que ingresaba por la ventana de cristal que no tenía las cortinas cubriéndolo. No entré a tomar el sobre porque mis padres se levantaron rápidamente y fueron al despacho, así que antes de que me vieran hurgando entre sus cosas, me fui hacia las escaleras. No eran mis padres los que provocaron ese ruido en el despacho, era un completo extraño aunque también pensé en que algún animalito se haya colado a la casa, cuando las probabilidades de que eso último suceda son nulas. Seguí pensando en el sobre los siguientes días, hasta que me olvidé de él por completo y hoy, lo vuelvo a recordar.
El sobre.
Me puse de pie tan rápido que sentí un mareo. Mis amigos me miraban, sorprendidos.
—Andrea, ¿qué...? —comenzó Zafiro, pero no la dejé terminar.
—Tengo que ver algo. —dije, sintiendo la urgencia encenderse en mí como una llama incontrolable.
Me giré y, sin pensarlo dos veces, salí corriendo hacia el despacho de mi... padre. Detrás de mí, oí voces confusas llamándome pero no me detuve.
Mis pies resonaban contra el suelo de madera mientras cruzaba el pasillo hasta la puerta del despacho. Tenía que encontrarlo. Tenía que saber. Entré al despacho con fuerza, casi tirando la puerta en mi desesperación. El aire dentro del cuarto estaba viciado, como si nadie hubiera entrado en días.
Sin pensarlo, encendí la luz y comencé a buscar en los cajones del escritorio. Los abrí con torpeza, sacando papeles, moviendo carpetas. Mis manos temblaban. Cada cajón era una nueva oportunidad de encontrar algo, pero también un nuevo golpe de ansiedad.
—¿Qué estás buscando? —la voz de Kira me sobresaltó. Me giré para verlos a todos, parados en la entrada. Sus caras reflejaban una mezcla de preocupación y curiosidad.
—Hay... hay algo aquí que necesito ver.
No sabía cómo explicarles lo que estaba buscando, pero ellos no se movieron, solo me observaban en silencio.
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Editado: 16.11.2024