**Capítulo 20: Con la mente en otro lado**
El aire dentro del coche estaba cargado con la atención propia de un día de fiesta, pero yo no podía alejar mis pensamientos de lo ocurrido el mes pasado. A mi alrededor, las risas y charlas de mis amigos llenaban el auto, pero en mi mente todo era un torbellino de recuerdos y dudas. Leonardo, sentado a mi derecha, parecía notarlo, inclinándose un poco hacia mí, me habló.
—¿Estás bien? —me preguntó en voz baja, su tono de voz preocupado.
Sacudí la cabeza como si intentara dispersar mis pensamientos.
—Sí, solo estoy pensando en... bueno, en todo lo que pasó hace un mes. —Intenté sonreír, pero no pude.
Leonardo me miró un segundo más antes de asentir, como si comprendiera que no quería seguir hablando del tema. Agradecí su discreción y me permití sumergirme de nuevo en mi mente, recordando con claridad lo que sucedió aquel martes.
**Flashback del martes, hace un mes**
—Sí... lo abriré.
Respiré hondo, con el corazón desbocado en el pecho, escuché la puerta ser abierta y todos se asustaron, mirándome con claras dudas sobre que haríamos ahora, no podía dejar que mis padres los vieran conmigo aquí dentro y el despacho desordenado.
—Pero antes —añadí—, debo enfrentar a Cristina y a Fabricio.
—¿Qué hacemos? —Me preguntó Kira, evidentemente nerviosa.
—A mi habitación. ¡Rápido! —susurré mi corazón latiendo con fuerza debido a los nervios y adrenalina, los guié todos fuera del despacho hasta mi habitación tras cerrar el despacho.
Miré el pequeño desorden en mi habitación pero sacudí la cabeza mentalmente. No había tiempo para preocuparse por eso ahora. Aparté cualquier vergüenza y les pedí que entraran todo e hicieran silencio.
—No salgan hasta que yo lo diga. —les dije y asintieron.
Dios, me siento una cómplice escondiendo a criminales en mi habitación.
Casi me río de mi propio pensamiento. «Casi» porque los nervios regresan cuando bajo las escaleras y me encuentro a mis supuestos padres en la sala, mirando con desconfianza y extrañeza las mochilas que trajeron mis amigos y lo que habíamos dejado sobre la mesita; El expediente con la capa adherida a la parte de atrás, laminada, abierta junto a las siete fotos de los niños que estaban a boca abajo y otros no se veían por el expediente. No puedo decir lo mismo de la hoja doblada dentro del expediente que encontramos, porque está seguía doblada pero a la vista de mis padres.
Maldije en mi interior cuando mamá se acercó con su mano extendida hacia la mesita, dispuesta a coger el papel.
—Tenemos que hablar —dije con determinación, tratando de controlar de mis nervios.
Casi suspiro de alivio cuando ambos me observan y mamá desecha la idea de coger el papel doblado. Pude notar, como otras veces, el nerviosismo y el secreto de miradas que comparten mis padres.
—Lo haremos, pero no hoy. —me dijo ella.
—¿Entonces cuándo? —pregunté, intentando no sonar demasiado desesperada.
—Pronto, te lo prometo. —fue todo lo que mi madre me dijo antes de girar sobre sus talones y dirigirse a las escaleras seguramente para ir a su habitación.
—Se acabó el tiempo de estudio, tus amigos deben irse. —Papá me dijo eso para luego seguir a mamá escaleras arriba.
Cuando los perdí de vista, me quedé un momento parada de pie en la sala, preguntándome si mi madre sospechaba algo. ¿Sabía mi madre que yo estaba comenzando a descubrir la verdad que tanto me ocultan o que quiero hablar de eso? El enojo y la frustración hicieron que apretara mis labios antes de volver a subir las escaleras.
Abrí la puerta de mi habitación cuando llegué arriba y en susurros, bajos las miradas expectantes de mis amigos, hablé.
—Tienen que irse —les dije, tratando de no mostrar mi decepción—. Mañana hablaremos en la escuela, alguien debe llevarse todo lo del laboratorio.
**Fin del flashback.**
El sonido del motor del coche disminuyó, sacándome de mis pensamientos. Me percaté de que habíamos llegado a nuestro destino. El padre de Anthon, Anthony, estacionaba el coche frente al lujoso local donde sería la fiesta de Isabella.
Suspiré, volví a meterme en mi cabeza. En todo el mes, mi madre aún no había cumplido su promesa de hablar. Pero sabía que no podía esperar mucho más. Después de la fiesta, enfrentaría de nuevo a tanto a ella como a mi padre. Tiempo suficiente tuvieron para mentalizarse.
Eché un vistazo a mis amigos. Kira, Zafiro, Leonardo, Anthon, y Elián también estaban inmersos en sus propios mundos, aunque seguramente con menos carga emocional que yo. Los últimos días habían sido agotadores, y ninguno de nosotros había conseguido resultados significativos de lo que nos habíamos propuesto investigar. Las cosas parecían estancadas.
El coche se detuvo finalmente, y Leonardo me tocó el hombro, diciéndome.
—Ya llegamos.
Asentí agradeciéndole y nos bajamos.
La fiesta de cumpleaños de Isabella era en una piscina, por lo que había optado por un conjunto adecuado: unos shorts de mezclilla y una camiseta blanca ligera y debajo un traje de baño azul marino de dos piezas. Era una combinación cómoda, pero también linda para la ocasión. Zafiro llevaba un traje de baño rojo y encima un vestido blanco ligero acompañados por unas sandalias como todos. Mientras que Kira optó por uno en turquesa de una sola pieza y encima traía una blusa de malla y unos shorts de algodón.
Leonardo había elegido un short de baño oscuro, que podía funcionar tanto para nadar como para disfrutar del ambiente de la fiesta. Su camiseta gris, de algodón, caía de manera casual sobre su torso, resaltando su relajada actitud. Elián, quien siempre parecía despreocupado, llevaba uno en color rojo y una camiseta sin mangas que decía "No rules". Su estilo despreocupado contrastaba con el de Anthon, que se había puesto uno en verde oscuro y una camiseta de color entero.
Tras despedirnos de Anthony, el padre de Anthon, caminamos juntos hacia la entrada del lugar. Frente a la puerta principal, dos hombres de seguridad custodiaban el acceso. Había autos aparcados a lo largo de la calle, y la música retumbaba desde el interior del recinto, haciéndonos vibrar el pecho incluso antes de entrar.
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Editado: 16.11.2024