**Capítulo 21: La mensajera.**
El bullicio de la fiesta seguía a todo volumen mientras salía de la piscina, el agua fría pegándose a mi piel. Estaba pasándola bien, lo admito. Pero mi cuerpo comenzaba a pedir lo inevitable. La sensación de necesidad apretaba, así que me apresuré en salir de la piscina y caminé hacia el baño. El suelo resbalaba un poco por la mezcla de agua y jabón, así que me moví con cuidado.
El eco de la música vibraba en las paredes mientras hacía lo mío. Aparté los mechones de cabello húmedo por detrás de mis orejas. No podía evitar sonreír al recordar las risas de hace un rato, cuando Kira había intentado salpicarme en la piscina y terminé empapada de pies a cabeza. Era una fiesta responsable, sin alcohol ni drogas, solo comida chatarra y toneladas de pastel de chocolate.
Salí del baño y fui directo a donde había dejado mi bolso. Saqué la toalla y me la pasé por el cuerpo antes de mirar mi teléfono que empezaba a sonar en el fondo del bolso. En la pantalla iluminada se leía: Mamá.
Suspiré, tal vez quería saber cómo me iba o si todo estaba en orden. La música era tan fuerte que casi no podía oír el timbre, así que contesté rápidamente, presionando el teléfono contra mi oído.
—¡Dame un segundo, no te escucho! —Le grité, antes de escuchar un ligero zumbido de la voz de mamá pues no entendía nada, por el ruido.
Colgué la llamada.
Caminé hacia la puerta, mientras me envolvía con la toalla y me apresuraba a salir del bullicio para contestar.
Afuera, el aire nocturno era refrescante. La música aún se escuchaba, pero más apagada. Le devolví la llamada a mamá y me respondió de inmediato.
—¿Qué pasa? —Pregunté, esperando una pregunta trivial, pero sus palabras me puso en alerta.
—Emery ha estado llamándome, cariño. Quiere hablar contigo con urgencia.
El nombre hizo que se me retorciera el estómago. El recuerdo de ella y Jackson, de su traición, seguía siendo una herida abierta. Intenté no sonar afectada.
—¿Qué te dijo?
—Andrea... ¿qué pasó entre tú y Emery? —Ignora mi pregunta, preocupada cuando me habla— Hace meses que no sé de ellos por ti y parece importante.
—Mamá, terminó todo entre nosotros —Suspiré, empezando a contarle porque ya no tenía caso ocultárselo—. Jackson y yo... ya no estamos juntos, porque Emery y él... bueno, me traicionaron.
Mi voz salió más tranquila de lo que esperaba, pero por dentro la furia y el dolor seguían latentes.
—Lo siento mucho, cariño —El suspiro de mi madre al otro lado de la línea me hizo sentir su tristeza—. Si hubiera sabido, jamás le habría dado la dirección de donde estás. No tenía idea...
Mi corazón se detuvo.
—¡¿Qué hiciste qué?! —Grité histérica, negué eufórica aunque ella no pudiera verme— ¡Mamá, no debiste haberle dicho dónde estoy!
—Lo lamento, de verdad —Sonaba sincera y arrepentida—. Si hubiera sabido lo que había pasado entre ustedes, te prometo que ni la habría dejado entrar en casa cuando vino rogando por hablar contigo.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
—¿Hace cuánto se fue? ¿Crees que viene para acá?
—Salió hace unos treinta minutos.
Colgué la llamada con un nudo en la garganta. Sabía que Emery tardaría poco en llegar porque de mi casa aquí son veinticinco minutos. Decidí esperarla aquí afuera.
—Será mejor enfrentarla de una vez. —Murmuré para mí misma.
—¿Te quedas aquí? —Me preguntó uno de los guardias de la entrada, su mirada curiosa.
Asentí.
—Estoy esperando a alguien, no se preocupen. No haré nada raro. —Intenté esbozar una sonrisa para tranquilizarlos, ellos solo hacen su trabajo y pueden sospechar de cualquier mosca.
Minutos después, congelándome del frío y con ganas de meterme a la piscina climatizada, un taxi se detuvo y, como era de esperarse, Emery salió de él.
Tragué el nudo en mi garganta y me obligué a desechar los recuerdos para nada agradables.
La vi correr hacia mí con lágrimas en los ojos, con intenciones de abrazarme, pero retrocedí instintivamente. No podía permitirle acercarse tanto, no después de todo. Su llanto solo me hizo apretar los dientes. Me afectaba verla así, lo admito, pero tenía que mantenerme firme.
—Mi mamá me dijo que estabas en casa buscándome —Aclaré mi garganta—. Emery, si vienes a hablar sobre lo que hicieron tú y Jackson...
—No, no vengo a hablar de eso —Ella me interrumpió de inmediato, su voz temblorosa—. Es sobre él, pero no de lo que piensas.
—No quiero saber nada de Jackson, Emery.
—Por favor, solo escúchame cinco minutos. —Ella se acercó más, casi rogando.
Suspiré, cruzándome de brazos.
—Tres minutos, así que habla rápido.
—Jackson desapareció hace dos semanas —Emery miró nerviosa a los guardias, con su tono de voz susurrante—. Nadie sabía dónde estaba. Lo buscaron por todos lados, incluso fueron a tu casa hace unos días, pero tu papá negó que estuviera escondiéndose ahí contigo y ellos.
Tal vez esté con sus amigos, no hay por qué pensar malo. Pero fruncí el ceño y una pregunta en mi mente, ¿por qué papá no me había dicho nada? Algo no cuadraba, pero no podía distraerme con eso.
—¿Y yo qué tengo que ver con todo esto?
—Jackson apareció, Andrea. —Hizo una pausa, como si no quisiera seguir hablando.
—Pues, qué bien por él. —Respondí con sinceridad, con ganas de terminar la conversación.
Emery tragó saliva.
—Apareció... muerto. Andrea, encontraron su cuerpo des... descuartizado.
El impacto de sus palabras me dejó sin aire. Sentí una punzada en el pecho. ¿Muerto? Aunque ya no sentía nada por él, la noticia me golpeó de todas formas.
—Lo siento. —Murmuré, genuinamente afectada por lo que le había sucedido, aunque más por la persona que fue que por lo que representaba ahora.
—Hay una nota, Andrea —Emery siguió hablando, su voz temblaba aún más—. Si la policía la encuentra, te van a considerar sospechosa. O te culpan de su muerte o te toman como testigo, cómplice o... o algo peor.
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Editado: 16.11.2024