A.N.D.R.E.A

Capítulo 24

**Capítulo 24: Mensajes.**

La luz del sol se filtraba a través de las ventanas del autobús, creando un juego de sombras en el pasillo. Estaba sentada al lado de Leonardo, justo en la última fila del autobús con el resto de mis amigos, y a nuestro alrededor se extendía una mezcla de murmullos y el sonido de las teclas del ordenador de Elián, que estaba sumergido en su mundo digital.

De pronto, Elián rompió el silencio con un susurro que me hizo girar la cabeza hacia él.

—Chicos, lo encontré —dijo, sin mirar hacia nosotros.

Kira, estando justo a su lado, se inclinó hacia él, ansiosa por ver lo que la pantalla mostraba. No pude evitar inclinarme también, al igual que todos, aunque no pudiéramos apreciarlo bien. Elián miró las imágenes en su laptop junto a un escrito del lado derecho, y continuó:

—A mi hermana la secuestraron en 2009 junto a otros tres niños... La retenían en el laboratorio secreto a ella y esos tres niños, además de una niña que al parecer estaba allí desde mucho antes.

—¿Cuántos niños? —preguntó Kira.

—Cinco. Tres niñas y dos niños —dijo Elián, mostrando cinco fotos que se veían exactamente iguales a las que encontramos en el expediente. Todos asentimos, el reconocimiento reflejado en nuestras caras.

—¿Y los otros dos? —cuestionó Anthon. Sabíamos que se refería a los otros niños de las fotos que habíamos encontrado en el expediente.

—No tengo información sobre eso. Seguiré buscando. Pero antes... —dijo Elián, y nos miró a todos, enfocando su atención en Isabella—. Isabella.

—¿Sí? —respondió ella, su voz apenas un susurro, como si ya supiera lo que iba a venir.

—Eres mi hermana. —Elián le mostró una foto antigua, y mi corazón se detuvo un momento al ver su rostro radiante, lleno de vida. En la imagen, se podía ver a Elián, a su hermana y a sus padres, todos sonriendo juntos.

Isabella miró la pantalla, y su expresión cambió de confusión a incredulidad.

—¿Esa soy yo? —señaló, sus ojos brillando con lágrimas que trataba de contener.

Los demás intercambiamos miradas de sorpresa. No habíamos notado antes las similitudes entre ellos.

—Sí, tú y yo —dijo Elián, su voz llena de emoción—. Estos son papá, mamá, tú y yo, semanas antes del accidente.

La felicidad en su voz era contagiosa, y yo no podía evitar sonreír ante la conmoción de Isabella.

—Igual haremos la prueba de ADN si... —comenzó a decir Elián, pero Isabella lo interrumpió.

—No. No es necesario. —Isabella lo miró fijamente, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad que intentaba espantar—. Eres mi hermano.

La risa y la alegría se apoderaron de nosotros. La tensión del viaje, la búsqueda, el peligro que nos acechaba parecía desvanecerse por un momento.

—¡Momento! —intervino Anthon, frunciendo el ceño. Todos le miramos, expectantes—. Si ese eres tú entonces...

—¿Entonces qué? —preguntó Elián, con una mezcla de confusión y curiosidad.

—Vamos, ¿en serio? —Anthon bufó y sacó su teléfono. Se giró para mostrarnos una foto que le tomó a una de las fotos pequeñitas que habíamos encontrado en el expediente—. Miren a un Elián chiquito y luego miren a un Elián más grandecito. ¡Son igualitos!

Señaló primero una de las fotos, donde un niño rubio de ojos verdes sonreía de manera traviesa. Luego mostró la foto actual de Elián, y la similitud era asombrosa.

—¿Insinúas que yo también fui secuestrado? Imposible. —La voz de Elián resonó firme—. Me acuerdo de mi infancia. Pasé años buscando a mi hermana después de que se la llevaran. Me gradué del instituto y no fui a la universidad porque tenía otros objetivos. Nunca fui secuestrado.

No podía creer lo que escuchaba. Hasta ese momento, todos habíamos asumido que Elián tampoco recordaba su infancia, que era otro de los niños desaparecidos relacionados con los laboratorios. Pero estábamos equivocados. ¿Por qué nunca lo había mencionado? Me quedé mirándolo fijamente, mientras él, sin apartar la vista de la foto en el teléfono de Anthon, añadió:

—No fui secuestrado. Pero ya te digo, ese niño... Se parece mucho a mí cuando tenía seis años y medio, hasta ahora no me había detenido a encontrar similitudes.

Su palabras nos dejó en silencio por un instante. El aire estaba algo pesado, como si cada palabra pudiera alterar el curso de lo que estábamos a punto de descubrir. Yo fui la primera en romper ese silencio.

—Si no fuiste secuestrado y te acuerdas de tu infancia, y si ese de la foto eres tú... —dije despacio, sintiendo que mi mente intentaba conectar todas las piezas—. ¿Entonces cómo te relacionas con el laboratorio?

—Por tu hermana. O quizás te ficharon, pero no te secuestraron —Anthon quiso buscar una explicación lógica—. Piénsalo. Querían secuestrarte, pero vieron que estabas pasado de la edad o quizás encontraron algo en ti que no les gustaba... O tal vez no pudieron agarrarte a tiempo.

Elián miró a lsabella, quien había estado en silencio todo este tiempo, casi con una tristeza en su mirada. Luego habló, su tono más suave, pero con un peso que todos sentimos:

—Y por eso se la llevaron a ella. —Su mirada no se apartaba de lsabella—. Tal vez fue así.. tal vez mataron a mamá ya papá para llevarte a ti.

El rostro de Isabella palideció. Podía ver cómo la confusión y el dolor se mezclaban en sus ojos. Quise decir algo, pero Kira se adelantó. Tomó la
mano de Elián con una sonrisa sincera y amorosa, pero miraba también a Isabella.

—Lo que venga, lo enfrentaremos todos juntos. —les dijo suavemente.

Isabella asintió sin decir nada. Me quedé mirando el intercambio de murmullos entre Kira y Elián; se veían cariñosos los dos, sentía una mezcla de admiración y cierta envidia por la conexión que compartían. Suspiré, sacándome esa idea de mi cabeza. No había tiempo para sentimientos encontrados. Teníamos un objetivo y un lugar al que llegar.

~•~

Bajamos del autobús en la penúltima parada y nos adentramos en el bosque. Caminábamos en pareja, unos detrás de otros. Elián y Kira iban abrazados de lado siendo los primeros, conversando en voz baja. Anthon y Zafiro caminaban detrás de ellos, riéndose de alguna broma que solo ellos entendían. De tercera iba Isabella, detrás de ellos, metida en sus pensamientos, en silencio. Leonardo y yo caminábamos juntos, pero en un cómodo silencio; el cual se acabó por el sonido de mi teléfono, avisando un mensaje entrante. Todos se giraron a verme un momento, deteniéndose un momento.




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