**Capítulo 26: La Habitación Infantil.**
Las fotos pequeñitas habían sido un misterio durante varios días, incluso lo seguían siendo cuando descubrimos que Isabella y yo éramos dos de los niños de las fotos y que cabía la posibilidad de que el resto de mis amigos podrían ser los niños de las fotos restantes. Aún puedo recordar el momento en que, sin querer, encontré lo que escondía la foto pequeñita de la niña de rizos chocolate, o sea yo. Había estado sacándole punta a un lápiz sin darme cuenta que tenía la foto pequeñita volteada a boca bajo, y una pizca del grafito le cayó encima. Pasé el dedo por encima para limpiarla, y por supuesto que se embarró más, pero eso ayudó que notara algo… una marca apenas visible. Seguí frotando y, poco a poco, descubrí lo que parecía ser una fecha escrita en la parte trasera. Al principio no le di mucha importancia, pero en el fondo, algo me decía que debía recordarla. Aunque sinceramente, era algo que no podía sacarme de la cabeza al estar ligada a todo eso.
Ahora, esa misma fecha había abierto la puerta de la Habitación Infantil. Frente a nosotros, la puerta entreabierta dejaba escapar un silencio abrumador, como si el tiempo dentro de esa habitación se hubiera congelado. No se veía nada más que oscuridad, y aunque ninguno de nosotros dijo una palabra, sabíamos que teníamos que entrar.
Respiré profundamente y empujé la puerta. Para mi sorpresa, se deslizó con facilidad, como si el tiempo no la hubiera tocado, como si estuviera esperando nuestra llegada. El aire en el interior era pesado, pero no olía a moho o abandono; era como si esa habitación hubiera sido aislada del resto del laboratorio.
Uno a uno, mis amigos siguieron mis pasos: Kira, Zafiro, Isabella, Elián, Leonardo y Anthon. Las luces de nuestras linternas se movían en todas direcciones, tratando de iluminar aquel lugar. Las paredes eran de un blanco amarillento, y en algunos rincones había muebles diminutos, diseñados para niños. Todo parecía demasiado surrealista.
Elián, que caminaba junto a mí, apuntó su linterna hacia un panel en la pared y dijo:
—Creo que este es el interruptor.
Sin dudarlo, presionó lo que parecía ser un botón. Pero en lugar de encender la luz, el cuarto se llenó de una melodía… esa melodía. La reconocí al instante; era la misma que Kira tarareaba a menudo, la misma que siempre me había puesto los nervios de punta. Ahora, sin embargo, tenía letra.
El aire se volvió helado, y la melodía comenzó a resonar por todo el lugar. Era infantil, pero de una manera retorcida y aterradora.
♪♪♪ Ho paura, ho paura.
Piango, piango, mi sento terrorizzato.
Il pianto non si ferma.
Ci sono cinque angoli.
C'è disperazione.
Eravamo in sette, me compreso, e ora siamo rimasti solo in cinque: tre ragazze e due ragazzi.
Paura. Paura. Ho molta paura. ♪♪♪
Mis manos temblaron, y miré a Kira, quien había dejado caer su linterna. Su rostro estaba pálido como el de un fantasma.
—¿Qué demonios es esto? —preguntó Isabella, pero nadie pudo responder.
La melodía continuó, envolviéndonos en su tétrica narrativa:
♪♪♪ Quella donna mi dice che siamo tutti sani di mente.
Sono bugie. Sono bugie.
Siamo tutti pazzi.
L'oscurità è nostra amica.
Resistiamo anche sott'acqua.
Siamo in una stanza degli esperimenti.
Siamo nella stanza dei bambini.
Con molti strumenti.
Siamo tutti legati nelle camicie di forza. Il segreto ci unisce.
Quel gruppo è composto da scienziati che indossano camici bianchi.
Paura e pianto. Paura e pianto. ♪♪♪
Cada palabra se clavaba como una daga en mi mente. Era como si alguien nos estuviera hablando desde el pasado, un eco de algo terrible que había sucedido en ese lugar. La canción continuaba, más perturbadora con cada estrofa:
♪♪♪ Una cura. Una cura. Chi vuole essere curato?
Siamo tutti pazzi.
Sperimentano con noi.
Eravamo in sette, me compreso, e ora siamo rimasti solo in cinque: tre ragazze e due ragazzi.
Ma siamo di più.
I nostri polmoni sono molto forti.
Le persone sane non possono durare abbastanza a lungo.
Sono bugie. Sono bugie.
Le famiglie sono piene di bugie.
Non siamo al sicuro.
Siamo morti nella vita. ♪♪♪
Leonardo dio un paso atrás, chocando contra un pequeño escritorio infantil que parecía fuera de lugar en medio de esa pesadilla. Pero la canción no se detenía:
♪♪♪ Ci bloccheranno. Ci bloccheranno. Bloccheranno le nostre menti.
Correre. Correre. Dobbiamo salvarci.
Correre. Correre. Ci resta poco tempo.
Mescolare. Mescolare. Abbiamo bisogno del mix.
Quella ragazza ce l'ha. ANREA è chiamato.
Dobbiamo sbrigarci.
La fine del mondo si avvicina.
Addio, arrivederci. Qui vi saluto. ♪♪♪
Mis piernas flaquearon cuando escuché las últimas palabras. ANREA... Es parecido a mi nombre. No podía ser una coincidencia, a estas alturas no podíamos guiarnos por "simple casualidad".
—¿ANREA? —preguntó Zafiro, con el rostro lleno de terror.
No sabía qué decir. Mi mente era un caos. El silencio que siguió a la canción fue aún más aterrador que la propia melodía. Había algo en esta habitación, algo que nos llamaba… y algo que no quería que saliéramos.
La jaqueca me palpitaba con fuerza en las sienes, como si mi cabeza fuera a estallar en cualquier momento. Mi pecho estaba tan comprimido que sentí como si no pudiera respirar. Intenté mantener la calma, pero el dolor era inaguantable, y lo peor de todo, esa sensación de asfixia, como si algo me estuviera oprimiendo desde adentro. Intenté concentrarme en lo que sucedía a mi alrededor, pero mi mente solo podía enfocarse en el dolor y en una extraña sensación de presión que me invadía.
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Editado: 16.11.2024