A.N.D.R.E.A

Capítulo 28

**Capítulo 28: Gritos**

El mediodía había llegado demasiado rápido. Estaba vestida, pero no preparada. Nadie lo está para enfrentar la muerte, menos de alguien que fue tan cercano y, al mismo tiempo, una traición viviente. Emery y yo compartimos una historia que ahora parecía un rompecabezas con piezas perdidas. No importaba cuánto me doliera todo lo que hizo, algo en mi interior me exigía estar presente en su despedida.

No tenía cabeza más que para el funeral. No podía concentrarme en nada más que eso, ni siquiera en lo que descubrimos anoche en el laboratorio. Cristina y Fabricio me esperaron toda la noche a que llegara, cuando llegué de madrugada acompañada por Leonardo, Cristina me envió a dormir y que mañana, o sea hoy, hablaríamos. Lo agradecía porque estaba agotada física y emocionalmente, pero aún así quería salir de una vez y por todas de este asunto de hablar con ellos. No los había visto cuando desperté hoy, y esperaba que eso siguiera hasta que volviera del funeral.

Pero mi deseo no fue cumplido.

Estaba recostada a las barandas de las escaleras del primer piso, con mi mente completamente ensimismada en recuerdos que tengo con Emery cuando el sonido de los pasos de mis padres interrumpió el silencio. Cristina y Fabricio aparecieron frente a mí. Ella parecía furiosa, pero también preocupada. Él, en cambio, se veía más contenido, aunque el peso de su mirada me recordaba lo mucho que los había hecho sufrir.

—Fuiste muy irresponsable, Andrea —espetó Cristina, cruzándose de brazos, con una mirada que podía taladrar cualquier defensa—. ¿Sabes lo preocupados que estábamos anoche cuando no apareciste? Llamé al instituto, y ¿sabes qué me dijeron? "¿Excursión, señora Smith? No hemos organizado ninguna excursión en ochos meses." ¡¿Qué clase de mentira me inventaste?!

Cada palabra de mi Cristina era como una bofetada, pero me la merecía. Había mentido sobre la excursión, y sabía que tarde o temprano la verdad saldría a la luz. Sin embargo, también había secretos en esta casa que ellos no me habían dicho, y que pesaban más que mi mentira.

—¿A dónde fuiste realmente? —intervino Fabricio, su tono firme pero mucho más calmado.

Me enderecé, enfrentándolos con una seriedad que parecía que no esperaban de mí.

—¿De verdad tengo que responder? —repliqué.

—No agotes mi paciencia, niña. Estoy muy furiosa. —Cristina explotó, señalándome con la mano en un gesto amenazante.

—Yo también debería estarlo, con ustedes por todo lo que me ocultan. En cambio, estoy triste por la muerte de Emery, y en parte fue mi culpa que la hayan matado.

—Yo también debería estarlo —respondí, con una voz firme que parecía venir de un lugar que no reconocía como mío—. Y lo estoy. Estoy furiosa con ustedes por todo lo que me ocultan. Pero ahora mismo, lo único que puedo pensar es con qué cara miro a Esmeralda Avalon y le pido perdón por la muerte de su hija.

Sus rostros mostraron confusión. Probablemente no entendían por qué estaba tan afectada por la muerte de alguien que me había traicionado, o quizás el por qué debería pedirle perdón a la mamá de Emery.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Fabricio, ahora visiblemente más preocupado.

—Estoy diciendo que yo también tengo culpa de que Emery haya muerto —Mis palabras se volvieron un susurro cargado de dolor—. Jackson y Emery están muertos por mi culpa y la de ustedes.... si tan solo no hubieran interceptado esa nota del asesino de mi ex novio y de Emery, quizás todavía ellos estuvieran vivos.

Mamá y papá se tensaron de inmediato. La mención de la nota fue como si hubiera lanzado una bomba en la habitación.

—La policía vino aquí buscando a Jackson, ¿verdad? —continué. Sus ojos se abrieron de par en par, se veían asustados—. Lo sé, aunque ustedes no me lo dijeron. Lo supe de otras formas. Como igual supe que el asesino de ellos quieren algo que yo desconozco y la primera nota de amenaza la interceptaron ustedes, ocultándomela. Eso conllevó a que no pudiera saber qué quería para dárselo y nos dejara en paz a todos.

—No puedes darle lo que quiere.

—¿Por qué? —Cuestioné con dureza, mirándolo a él— ¿Qué es lo que quiere ese maldito asesino?

Sin embargo, no me dieron respuesta. El silencio que siguió fue ensordecedor. La rabia que sentía se mezclaba con un dolor insoportable. Sus secretos, su falta de confianza en mí... todo aquello me estaba destruyendo.

—¡Respondan!

—Eso no importa ahora, Andrea. Nada de esto es tu culpa.... —intentó decir Cristina, pero la interrumpí antes de que pudiera seguir negándolo todo.

—¡Sí es mi culpa! —grité finalmente, dejando que mi voz se quebrara—. Es mi culpa por no haberles enfrentado antes, por no haberles obligado a decirme la verdad. Es mi culpa por haber sido ingenua, creyendo que los impostores de mis padres no tenían nada que ver con ese maldito asesino y mucho menos con mi secuestro a mis cinco años —una falsa y amarga sonrisa se dibuja en mis labios—. Sí, he descubierto muchas cosas que ustedes me esconden. Gracias por la confianza, Fabricio y Cristina.

Cristina retrocedió un paso, como si mis palabras la hubieran golpeado físicamente, compartió una mirada con Fabricio, se veían mutuamente; sorprendidos, nerviosos, tensos.

—¿Qué estás insinuando? —preguntó Fabricio, su voz ahora temblorosa.

—Que no son mis padres, son unos impostores. —Mi confesión fue un cuchillo directo al corazón de esta familia rota... ¿Alguna vez fuimos una familia?

El rostro de Cristina se paralizó. Fabricio bajó la mirada, incapaz de sostenerme la mirada.

—¿No pensaban decírmelo nunca? —insistí, con un nudo en la garganta.

Nuevamente fue silencio, hasta que Cristina lo rompió con una carcajada forzada y vacía.

—¿Son ellos, no? Son esos chiquillos que te están metiendo ideas locas en la cabeza. —Dijo Cristina, negué furiosa porque mis amigos no han hecho más que ayudarme y están involucrados en este misterio tanto como yo—. ¡Tienes prohibido verlos y hablarles! ¡No irás más al instituto! ¡No tendrás más teléfono! No saldrás más de esta casa! ¡Mejor aún, nos vamos a mudar de este maldito país!




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