Ángel Caído

CAPÍTULO XII

CAPITULO XII

En cuanto salimos de allí, me zafe del agarre de Adrik que me llevaba casi arrastrando hacia la camioneta.

—Ni pienses que me iré contigo, tengo suficiente con ver como has tratado a ese chico — le hablé de la forma mas seria que podía.

—¡Pero tu lo odias! — me gritó molesto. Se supone que la que debería estar enojada soy yo. Y en realidad lo estoy.

—¿Por que lo odiaría? El ha sido un verdadero caballero conmigo — Y es verdad, en ningún momento me ha faltado al respeto. Era guapo y muy respetuoso. El sueño de cualquier mujer. Lastima que no el mio. Él era demasiado para mi.

— Por que ese desgraciado te ha— en ese momento recordé, mi bolso, ahí tenia mi celular, sin dejar que terminara salí corriendo de hacia la casa de Mateo, ese celular tenia mucha información importante y contactos muy peligrosos.

Cuando estaba a punto de tocar el timbre, salio el rey de Roma con mi bolsa en su mano. Lucía un poco agitado. Mi celular sonaba dentro de la bolsa.

—¿Vienes por esto? — Alzo la bolsa, yo asentí. Me la tendió y yo la agarré. Me despedí de él y camine de nuevo hacia Adrik, Quien me miraba un poco incrédulo. Tomé el celular que no paraba de sonar y conteste.

— Amici — Su voz era muy áspera y seria.

— John, ¿ocurre algo?

—Necesito que vengas a firmar.

—¿Que cosa? — no entendía nada.

—El testamento, ayer en la noche me llamaste diciendo que si aceptabas.

¿Nani?

¿Eso es mentira verdad?

Vaya que si había pensado que había metido la pata, estaba equivocada.

Había metido las 2.

—Te espero, no tardes —Y colgó.

Mi idiotez me sorprendía.

—¿Pasa algo? — preguntó Adrik.

—No, nada — intenté sonar indiferente.

— Bien sube, todos los demás nos esperan en tu apartamento — estaba muy extraño.

¿Que tramaban? Cualquier cosa que fuera, no era solamente él.

—No. Tengo que llegar a otro lugar antes.

—Pero tenemos que decirte algo importante.

— Será después, ahora tengo algo importante que hacer — y era verdad, tenia que ir con el señor McAllen.

—Esta bien, te llevare, ahora sube — estaba estresada, así que le hice caso sin ninguna queja. Tenia suficiente con todo lo que estaba pasando.

Subí y me coloque el cinturón de seguridad. Le indique el camino hacia la bodega de McAllen, pero hice que me dejara 8 cuadras antes. No tenia por que saber mi ubicación exacta. Me despedí con un gesto y se fue.

Camine unos minutos hasta llegar. Pero algo no estaba bien.

La puerta estaba abierta.

Puse todos mis sentidos alerta.

No había nadie en el largo y sucio pasillo.

Seguí caminando hasta llegar a la puerta de la oficina de mi jefe. Toqué y escuche un "Pase".

Entré y nada estaba fuera de lo común. Él estaba de espaldas detrás de su viejo escritorio, en cuanto escuchó que entré, se volteo lentamente.

Fue hacia su mini bar y sacó una botella de su licor favorito, Jack Daniels.

Sirvió 2 vasos de vidrio y les colocó hielo.

—Sientate — ordenó.

Me senté un tanto incomoda. Todo estaba muy extraño.

Tomó los vasos y colocó uno delante de mí, se sentó también, abrió uno de sus cajones y sacó un papel que lograba darme escalofríos.

—Antes de firmar, toma este trago conmigo, probablemente nunca más  suceda — alce mi vaso y lo choque junto con John y lo tomamos todo de un trago. Casi al mismo tiempo soltamos el vaso y nos miramos. Su mirada me daba a entender que en definitiva, seria la ultima vez que tomáramos un trago juntos.

—Ahora si, firma, ya no hay vuelta atrás.

Me tendió una pluma muy elegante con algunos partes de oro. Muy raro en él, por que a pesar de tener una fortuna es un tacaño de mierda.

La tomé y volví a leerlo. Mis manos sudaban. Tomé coraje y sin pensarlo más, firmé.

Sentí como si estuviera firmando mi propia condena.

Le entregué la hoja a John y el la tomo y la vio, después me miró a mi

—Bien, ya te puedes ir — me levanté, y cuando estaba a punto de salir me hablo.

—Quiero que sepas que te aprecio como la hija que siempre quise — lo voltee a ver y este sonreía con orgullo, yo solo lo mire, estaba actuando muy extraño. Me despedí y salí de allí. 


.

En  cuanto Abigail salió de la oficina, un hombre con un arma salió de las sombras. Apuntaba hacia John.

— Bien, ahora si hazlo, matame, ya puedo morir en paz — la cara de John era de tranquilidad absoluta. No había miedo o enojo.

—La encontraré y correrá la misma suerte que tú.

— Si es que ella no te encuentra antes, ella vengará mi muerte, lo se, la conozco lo suficiente como para asegurarte eso — lo miró con burla.

— Últimas palabras —habló el desconocido, su rostro no se podía ver, la oscuridad de aquel rincón no lo permita.

— Cuando ella valla por ti, dile que hay un pez aún  más gordo tras ella.

—¿Puedo saber quien es? — el hombre estaba intrigado.

—A su tiempo lo descubrirás. — John encendió un cigarrillo, si iba a morir, seria con lo que mas le gusta hacer. Fumar y beber. Solo le faltaba una buena mujer que jamas encontró.

— Bien, nos vemos allí abajo - y sin remordimiento disparó .

Guardó su pistola y brinco por la ventana. Sabia que aquella mujer regresaría. La mataría, pero no seria en ese momento, quería saber quien era el pez gordo al que se refería ese viejo.

El mandaba en ese país. Tenia más control que el mismo presidente.

Y desapareció perdiéndose entre los callejones.
 

FUMA, COJE Y BEBE, QUE LA VIDA ES BREVE


 


 




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