Angel: Dead & Love

ADIÓS

Alguna vez llegue a creer que el amor podría ser eterno… pero hoy he comprendido que por más fuerte que éste sea, siempre habrá algo que sea capaz de terminar con él…

 

¡Hola! Yo soy Angie y estoy muerta… no, no… ¡no te asustes! ¿Sabes?, el amor de mi vida está en aquella cama sentado y lleva ya más de dos horas mirando mi fotografía. Él se llama León y está muy triste. Hace una semana, me enterraron –fue justo el día en que debimos habernos casado–. Mi único deseo era estar con él por el resto de mis días, pero por culpa de un idiota, León pensó que lo estaba engañando y terminó conmigo.

 

– ¡No te quiero a mi lado!– me grito aquella noche y al no encontrar el sentido el mi vida sin él, tomé la decisión más difícil de mi vida. Compre dos frascos de pastillas para dormir, fui a mi habitación y me las tomé todas, entre a la bañera y poco a poco me quede dormida. Ahora voy a decirte algo que seguramente no me creerás, cuando desperté todo lo que vi fueron nubes blancas empujadas por el viento que también rosaba mi cara. No había nadie ahí, era un lugar que daba escalofríos, totalmente solitario. Me sentí tan sola que caminé y caminé hasta que me encontré con un hombre vestido de blanco. Su rostro irradiaba luz y su voz era tan tenue… transmitía mucha paz… a pesar de ello, me recibió con regaños:

 

– ¡¿Qué quieres aquí?! – Preguntó –tu lugar está en otra parte. Cometiste el más grande de los pecados y ahora tienes que asumir las consecuencias– finalizó dándome la espalda. Yo no entendía nada de lo que sucedía hasta que recordé lo que había pasado antes de dormirme. Imagine que al decir “otro lado” se estaba refiriendo al lugar de llamas, entonces reaccioné e intenté alcanzarlo – ¡espera! – Le grité; pero siguió avanzando –no hay nada más que decir– respondió sin darme la cara – ¿y León? – Pregunte logrando que se detuviera girando hacia mí –no pensaste en él cuando tomaste tu decisión– me dijo – ¡lo hice justamente por él– respondí llorando.

 

No sé si mis lágrimas lo conmovieron porque después se acercó y juntos nos sentamos en una especie de silla hecha aparentemente de nubes –dame argumentos convincentes y quizá te dé una oportunidad más– agregó mirándome a los ojos. Yo estaba nerviosa, así que comencé a hablar y hablar. Aun no sé si en verdad lo convencí o se hartó de escucharme porque de la nada me dijo –vas a regresar, pero te advierto que no tendrás un cuerpo físico. Iras a tratar de ganar tu lugar en el paraíso y hablaremos después– agregó señalando una gran reja dorada y finalmente se esfumó entre un halo de luz cegadora.

 

No tengo idea de en qué momento me envió de regreso, pero si recuerdo que fue muy doloroso estar de pie frente a la lápida de mi tumba –descansa querida Angie… siempre serás amada y recordada– se leía en ella. Al levantar mi rostro lo vi. Ahí estaba León llorando lleno de dolor –perdóname por favor. Ahora sé que jamás me mentiste. Cuando te dije que no te quería, eran los celos los que me hacían hablar… siempre te amaré– susurraba para sí mismo mientras colocaba una rosa roja sobre la tumba.

 

Sentí el impulso de correr y abrazarlo, decirle que ahí estaba, que también lo amaba pero sabía que no me escucharía así que me acerqué y lo sujeté del hombro aunque no lo percibió –espero que puedas escucharme…– decía entre lágrimas. Después se levantó y se alejó mientras yo caminaba a su lado.

 

Ahora no sé qué es lo que debo hacer para ganar mi lugar en el paraíso. No me quiero ir al lugar de llamas. Lo que sí sé es que debo lograr que León sea feliz. Lo voy a cuidar hasta que encuentre a alguien que pueda amarlo tanto como yo y hasta que me digan que puedo entrar al cielo.

 

 

Tengo algo de miedo, me advirtieron que no será fácil. Alguien quiere impedir que yo entre al paraíso, y si no hago algo para impedirlo, me arrastrará sin poder regresar jamás. Pero quiero confiar en que todo saldrá bien… quien sabe, quizás también haya alguien que pueda ayudarme…

CAPITULO 1:

Pues aquí estoy, de pie, en la sala de la casa que iba a compartir con León después de nuestra boda. Él camina por los pasillos como intentando encontrarme, yo trato de consolarlo pero hasta ahora ni siquiera puedo tocar las cosas, su dolor es muy grande y yo tengo la culpa. Quiero que este bien, que sea feliz – ¡Esperen! ¡Alguien llama a la puerta! ¡Es la voz de Max! Quizá pueda alegrarlo un poco.




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