"La soledad es la mejor compañía para aquellas persona el cuál lo único que desean, es el silencio abarcar en su ser, una cosa que muchos desean y otros no, en mi caso la soledad siempre es mi mejor compañía."
Lentamente me deslizo de la cama sin hacer mucho ruido, el frio de la noche cala mi delgado cuerpo, mis ojos se sienten pesados, sin deseos de ser abiertos, sin embargo, necesito procesar lo que en mi mente se procesa desde que empecé a sentir sus manos cálidas sobre mi cuerpo. Daniel es mi ángel, ese ser que ha estado conmigo desde pequeños, pero porque no tengo tantos recuerdos de los dos, porque tengo un recuerdo vago de mucha oscuridad, miedo y luego la voz de un chico, no eran claros esos recuerdos, pero la voz era potente, yo sentía como me tocaba, me gritaba molesto, con furia…
Cierro los ojos para borrar esos recuerdos oscuros que de repente vienen a mi mente. Observo para todos lados, me levanto de la cama sin hacer ruido, entro al cuarto de baño para tomar una cálida ducha que de seguro me ayudara a sentirme despierta, dejo que el agua recorra todo mi cuerpo, cierro los ojos por segundos que parecen eternos cuando de repente varios recuerdos se filtran en mi cabeza.
Todo es oscuro pero las voces resuenan en mi cabeza, estos provocan miedo, sofoque deseos de salir huyendo de ese pasado que al parecer es aterrador, de repente me veo sentada en una esquina con la cabeza puesta en medio de mis rodillas, me veo pequeña e indefensa a la par se encuentra otra persona, al parecer es un niño, está muy cerca de mí, levanta la mirada, sus ojos son marrones, él sonríe levemente, pero veo tristeza reflejar esa mirada, abraza a la niña que está a su par, le susurra algo, ella niega levantando la cabeza. Ahora puedo observarla bien, ella es rubia, sus ojos azules lucen apagados de igual manera lucen triste y está llorando, no parpadea mientras habla. De repente el lugar en la que se encuentra los niños está en llamas.
Abro los ojos exaltada, no entiendo si fue un sueño lo que acaba der ver o una maldita realidad del que no he podido recordar, me imagino que son pequeños fragmentos del ese recuerdo perdido. Termino la cálida ducha, salgo del baño con el albornoz puesto, me acerco a la cama y noto a mi novio quejándose dormido, me acerco a él, está todo sudoroso empieza a delirar entre dormido.
Debe ser alguna pesadilla, lo muevo suavemente a lo que el abre los ojos asustado, mira para todos lados, como buscando algo.
–¿Te encuentras bien? – Inquiero preocupada. A lo que el asintió abrazándome con fuerza, puedo sentir su cuerpo tembloroso, incluso esta sudado. Que pesadilla tan extraña puedo a ver tenido para sentirse de esta manera.
–Mi Ángel, discúlpame si te he asustado – negué besando su mejilla, a lo que me abrazo más fuerte.
Luego de unos minutos abrazados sin decir nada, el decidió tomarse una ducha. Veo la hora en mi móvil. Son más de las tres de la mañana, suspirando entro a ver las llamadas perdidas de mi madre, ella debe estar preocupada en estos momentos.
Decido en llamarla, cuando le marco su móvil suena una sola vez.
–Por Dios hija,
porque no levantas las llamadas cuando te marco.
Sonreí negando.
–Mama estaba dormida, discúlpame si, no te preocupes estoy en buenas manos.
–Está bien cariño, en cuanto amanezca regresa a casa.
– No te preocupes madre, ahí estaré.
Cuelgo la llamada suspirando, será que mi madre siempre ha sido sobre protectora con nosotras.
–Te parece si vamos a casa– escucho a mi novio, está de pie con solo una toalla puesta, luce espectacular, muerdo mis labios a ver lo guapo que es. – Pronto amanecerá, quizás tus padres no pensaran que te he secuestrado para mi solito.
Sonrió asintiendo.
–Está bien, aunque no estaría mal que me secuestres todos los días de esta manera.
–Daniel se me acerca y besa mis labios.
–No tienes idea de cuánto quisiera tener todos los días para mi solito, despertar a tu lado, sentir ese aroma a flores que desprende de tu piel.
Me siento sonrojada de tan solo escuchar esas tiernas palabras que me derriten.
–¿Siempre has sido así conmigo, Daniel?
–Siempre desde que somos novios, tú eres mi Ángel, ese bello cristal que siempre voy a conservar en mi corazón.
Sus palabras son tan tiernas y cálidas a como lo es él, me acerco dejando caer el albornoz, sus ojos marrones chispean, me toma en brazos sin esperar más, dejándome sobre la cama, empieza a explorar mi cuerpo con sus grandes manos para luego besar cada parte de ella, sin percatarnos los dos nos adentramos a un maravilloso momento de pasión.
Daniel me llevo a casa, pero antes le mande un mensaje a mi hermana para que me esperara. Me despido de mi novio con un abrazo, cuando entramos dentro de la casa, Casseling me regaña por levantarla tan temprano. Me reí encogiendo los hombros, entro primero a la cocina y veo a la señora del servicio preparando el desayuno, bueno a mi nana Nina.
Tan temprano, apenas son las 6 de la mañana, pero quizás es la costumbre.
–Mi niña se te apetece un jugo de mandarina. – me ofrece al verme en el lumbar de la puerta, la veo por un segundo preguntándome si ella me conoce desde pequeña. Desisto en preguntar, acepto amablemente el jugo, al terminar dejo el vaso sobre los trastos, tengo ganas de saber realmente que me ha sucedido porque tengo fragmentos de recuerdos de esa niña y ese niño ambos en un lugar oscuro encerrados. Necesito descifrar muchas cosas.
Creo que lo mejor es esperar.
Bufando camino en dirección a mi habitación, pero me detengo al oír a mis padres discutir. Vaya pensé que ellos no discutían, cuando doy un paso escucho mi nombre es entonces que decido quedarme en escuchar de que se trata su pelea tan de mañana.
–No deberías ocultarle, ella recuperará la memoria, entonces será peor.
–Cariza, no sigas trayendo ese tema a relucir, Cristal está bien sin saber la maldita tragedia de hace unos meses y peor su pasado, el cual la pasaba acomplejada más después de ese infierno en que vivió por mi maldita culpa, entiendes, es suficiente.