Angélica, misión amor

"¡Quiero volver!"

En un pasillo blanco, una adolescente se encontraba llorando inconsolablemente, apretando las piernas contra su pecho y escondiendo su rostro entre sus manos. Sus lamentos eran lo único que hacía eco en ese espacio tan inmaculado e infinito. Como estaba tan absorta en su angustia, no se dio cuenta de la presencia de alguien más, hasta que este le tocó el hombro y le dijo con dulzura.

—Hola, querida niña. 

Como ella no le respondía, el individuo se agachó para estar a su altura y volvió a decir.

—¿Por qué estás llorando?

Ante el cuestionamiento, la joven alzó su rostro empapado de lágrimas y contestó con amargura.

—Es que… no sé dónde estoy… ni qué hago aquí… 

—¡Oh! Tranquila, no eres la única que pasa por lo mismo…

—¡No! —exclamó la chica con frustración, al tiempo que se levantaba bruscamente del piso—. ¡Quiero irme a casa! ¡No puedo estar aquí! ¡Tengo que volver!

Después de esto, la niña volvió a agacharse para continuar llorando de impotencia. Esta reacción no inmutó al apacible sujeto, que mantuvo su sonrisa cálida y continuó diciendo:

—Ya… ya… no llores, querida. Con llorar no ganas nada. A ver —saca un pañuelo de su bolsillo para secar gentilmente las lágrimas del pequeño rostro—. Es normal que te sientas aquí. Todos los que vienen a este lugar, están desesperados, ansiosos o temerosos de lo que pasará luego de que crucen este pasillo, pero no pueden evitarlo, la muerte es un paso para la vida eterna...

—¿Muerte? ¿Vida eterna? —gritó alterada—. ¡No! ¡No quiero morir! ¡No quiero estar en este lugar tan solitario! ¡Quiero regresar! ¡Aún tengo muchos planes por realizar! Además… —en ese momento se mordió los labios, ya que no estaba segura de mencionarlo, pero después se animó a decir—... hay un asunto que debo resolver.

El apacible sujeto escuchó atento las demandas de la joven y, luego de que esta terminó de hablar, se acercó cuidadosamente para decir con seriedad.

—Entiendo que todo esto es abrumador para ti, pero para eso estoy aquí.

Al oír esto, la joven alzó la mirada y preguntó intrigada.

—¿A qué te refieres?

—Ven conmigo.

Sin decir más, el sujeto comenzó a avanzar, a lo cual, la joven lo siguió.

—¡Ey! ¿A dónde vas? ¡Explícate!

El sujeto volteó el rostro y, sonriendo, respondió.

—Ya lo verás.

Antes de que ella pudiera decir algo más, el pasillo se abrió de repente y frente a ellos apareció la recámara, que a todas luces pertenecía a un adolescente. La joven, confundida, preguntó.

—¿Qué es este lugar? ¿Por qué me trajiste aquí?

—Angélica es tu nombre, ¿no?

—Eeee… ¿Sí?

—Bien… pues hoy te encargaré una misión: ser un ángel guardián.

Contrariada con lo que acababa de escuchar, Angélica cuestionó.

—A ver, a ver, a ver. ¿Qué es lo que dijiste?

—Cuidarás al dueño de esta habitación —respondió el sujeto, con una expresión divertida.

—¡Me niego! ¡No voy a ser niñera de nadie! —objetó Angélica, mientras daba vueltas por la habitación—. Hace una hora estaba con mis amigos en una cafetería, divirtiéndome y luego de eso aparecí en ese tétrico pasillo, sola y sin una forma de volver a casa. Después tú llegas de no sé dónde, diciéndome esas cosas de la vida eterna y así… para que me vengas con el cuento de que sea… —hizo una pausa para intentar recordar lo que su interlocutor le había dicho minutos atrás— ¿qué me dijiste?

—Un ángel guardián.

—¡Eso! Un… ¿Ángel?

—Exacto.

—¡Un ángel! ¡No tiene sentido! ¿Por qué habría de hacer algo así? Además… —en ese momento, Angélica se dio cuenta de un importante detalle y recalcó—. A todo esto… ¿quién eres tú?

Ante el cuestionamiento, el sujeto enderezó su espalda y respondió con orgullo.

—Yo seré tu guía, me encargaré de que cumplas con éxito esta misión.

—¿Guía? ¿De qué hablas? ¡Dime tu nombre! —demandó la joven contrariada.

—Gabriel.

—¿Gabriel? ¿También eres un ángel?

—Sí.

—¿Y por qué yo?

La renuencia de Angélica no alteró al ángel Gabriel, quien comenzó a explicar con una sonrisa calmada.

—Mira, como en tu vida no hiciste algo destacable o bueno que te valiera para ir a la vida eterna, se te ofreció la oportunidad de salvar tu alma a cambio de cumplir con una misión…

—¿Qué? ¡No! —interrumpió Angélica con desesperación—. ¡Quiero vivir! ¡No puedo irme así! Mi madre no soportará que yo muera, además, tengo muchos planes por cumplir con mis amigos, además, mi novio… ¿Qué será de nuestra relación?

—No te preocupes por ellos, estarán bien —reviró Gabriel.

—¡No! ¡No puedo quedarme aquí! ¡Tengo que volver! —suplicó la joven, hincándose frente a Gabriel.

El ángel se inclinó hacia ella para levantarla y luego señaló.

—¿Por qué quieres volver? Tu comportamiento hacia tu madre no era muy cálido que digamos y es demasiado tarde para mediar tus malas acciones contra ella. Por otro lado, tus amigas no son suficiente razón para volver, ya que ellos te abandonaron en el momento en que dejaste ese mundo, al igual que tu novio, quien es un patán y te engañaba con Lissy…

Esto último alteró más a la joven, que exclamó furiosa.

—¡Lo sabía! ¡Ese maldito me estaba engañando con esa zorra!

—¿Lo ves? —señaló Gabriel—. Con todo lo que has escuchado, ¿estás segura de volver? —cuestionó, mirando con severidad a la llorosa niña.

 




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