Angélica, misión amor

Nuevos poderes

Angélica se estremeció al escuchar el sonido del claxon en su mente, pero antes de poder comprender lo que estaba pasando, Javier la sacó de sus pensamientos.

—¿Y bien? ¿Ya te diste cuenta de que eres un fantasma?

Al escuchar esto, la joven volteó y respondió con malestar.

—¡Arg! Da igual lo que pienses. Tengo una misión contigo y no me marcharé hasta que lo consiga —resaltó mirando fijamente a Javier.

La determinación de Angélica sacudió al adolescente, que un extraño calor se irradió en sus mejillas. Cuando se dio cuenta, aclaró su voz y desvió la mirada, para después objetar.

—¿Misión? ¿Solo cruza al más allá y déjame en paz?

Angélica se estaba fastidiando de la absurda discusión, así que tomó asiento en el sofá que había en la habitación y replicó.

—Créeme que si pudiera hacerlo, no estaría aquí, pero, para mi infortunio, tengo que cuidarte o no podré cruzar “al más allá” como tú dices —señaló haciendo el gesto de las comillas con sus dedos.

—¿Qué mierda? ¿Por qué tendrías que cuidarme? ¡No soy un niño! —cuestionó Javier, contrariado.

Como no quería dar más explicaciones, Angélica suspiró profundamente y respondió.

—Mira, solo tengo que hacerlo y ya. Si tanto te fastidia, solo ignórame, lo único que tengo que hacer es cuidar tu alma.

Tal argumento no convenció a Javier, que demandó furioso.

—¡Arg! ¿Por qué no solo desapareces y ya? No puedo sentirme cómodo sabiendo que estarás cerca de mí, como un chicle.

—¡Ash! No lo hagas más difícil —exclamó harta—. Entiende, tu ángel de la guarda se cansó de ti y decidió enjaretarme el trabajo de cuidarte, así que, digamos, soy un ángel suplente. Cuando termine con mi misión de evitar que tu alma se pierda, o algo así, podré marcharme. Así que, plis, no lo hagas más difícil y coopera para que yo pueda salir pronto de tu vida.

Javier aún seguía sin creer que se encontraba en esta situación, que ya no dijo más. Angélica notó su predicamento, entonces escuchó en su mente la voz de Javier, que decía internamente: «Esto no puede estar pasándome, de seguro estoy soñando». 

Esto sorprendió bastante a la joven, que al darse cuenta de su capacidad de leer la mente, decidió demostrárselo a Javier para convencerlo de su testimonio.

—Ahora estás pensando que esto es un sueño.

—¿Qué?

—Sí, y ahora mismo puedo ver que tienes la intención de pellizcarte para despertar de lo que piensas, es una pesadilla —continuó Angélica diciendo.

Asombrado de que “ese fantasma” pudiera saber sus pensamientos, Javier reviró.

—¡Imposible! Tú…

—Así es, puedo leer tu mente —completó ella con orgullo.

—¡Ah! —gritó Javier, asustado, que rápidamente tomó un libro que estaba cerca de él y lo arrojó hacia su interlocutora.

Aunque el objeto no podía hacerle daño, Angélica se hizo a un lado para esquivarlo y reclamó furiosa.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? ¿Por qué haces eso?

—¡Fuera! ¡Apártate de mí, fantasma! —gritó Javier, que seguía arrojando cuanta cosa tuviera a la mano.

Harta de esquivar los ataques de “su protegido”, Angélica estiró la mano con la intención de bloquear los objetos voladores, pero su acción provocó que Javier terminara congelado. Al percatarse de su nueva habilidad, aplaudió.

—¡Wow! ¿También puedo hacer esto?

—Qué… Qué… Qué me hiciste… ¡Bruja! —gritó Javier con mucho esfuerzo, ya que todos sus músculos habían sido bloqueados por completo.

Molesta por esto último, Angélica se levantó y lanzó a Javier contra la pared.

—¡No soy una bruja! Y si no quieres quedar como estatua para siempre, ¡discúlpate! —ordenó con autoridad.

Esto último convenció por completo a Javier de cooperar, así que dijo con desesperación.

—¡Está bien! ¡Está bien! Te creo, pero, suéltame, ¡por favor!

Aunque la súplica no fue suficiente para Angélica, decidió no atormentar más al muchacho, ya que temía lastimarlo con ese poder que apenas podía dominar. Cuando ella chasqueó los dedos, Javier cayó al piso al instante.

—Perdonado —dijo ella con desdén.

—¡Auch! —gimió—. ¿Estás segura de que no eres un fantasma?

—¿Quieres volver a quedar congelado? —amenazó.

—¡No! Por favor, no lo vuelvas a hacer.

—Bien, entonces —en ese momento Angélica se acercó y, ofreciendo su mano, dijo en son de paz—, comencemos de nuevo. Hola, soy Angélica y, desde ahora, seré tu ángel guardián.

Javier miró desconfiado la mano y luego señaló.

—Supongo que debería tomarte la mano, pero recuerdo que no puedo tocarte.

—¡Ah! Es cierto, entonces, dejémoslo así. ¡En fin! Eres Javier, ¿no?

Asustado, el adolescente exclamó.

—¡Qué mierda! ¿Leíste mi mente para saber mi nombre?

—No, idiota, antes de marcharse, mi superior me dijo cómo te llamabas —respondió Angélica con fastidio.

—¡Ah! Ya veo…

—¡Bien! En vista de que ya nos presentamos, te comento que te estaré vigilando las 24 horas del día, procurando que vayas por el camino del bien. 

—¿Cómo? ¿Acaso vas a entrar conmigo al baño? ¡Ni hablar! —objetó el chico. 

Este señalamiento hizo volar la imaginación de Angélica, que de inmediato replicó avergonzada.

—¡Estás loco! ¡No haré eso! Solo me encargaron vigilar que no termines mal.

Javier estaba a punto de decir algo más, cuando alguien llamó a la puerta y una voz femenina sonó afuera de la habitación.

—Javier, ¿con quién estás hablando?

 




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