Angélica, misión amor

Dulces sueños

Al escuchar la voz de su hermana, Javier dirigió una mirada de terror hacia Angélica, pero antes de prevenir lo inevitable, Jenny entró intempestivamente a la habitación.

—¿Qué rayos estás haciendo que no escuchas que ya es hora de bajar a cenar? —reclamó indignada.

—¡Jenny! ¿Por qué entras así a mi habitación? Claramente en la puerta dice que…

—“Ninguna persona de género femenino puede ingresar a esta habitación, excepto mamá” —completó Jenny con fastidio—. ¡Ash! Eso es demasiado tonto, hermanito.

—¡No es tonto! ¿Realmente odio que entres aquí sin pedir permiso? —replicó Javier, que al instante recordó que en la misma habitación se encontraba Angélica.

En tanto, Jenny se adentró más al cuarto para observar detenidamente, pasando de largo frente a Angélica, para después cuestionar.

—¿Con quién estabas hablando? 

Javier parpadeó de asombro al ver que su hermana no había detectado la presencia de “su guardiana”. «¡Mierda! Entonces es real que Angélica es invisible».

—¿Ahora crees que soy un ángel? —recalcó ella, al escuchar los pensamientos de “su protegido”.

—¡Ah! ¡No es cierto! —gritó Javier, tomando por sorpresa a Jenny.

Esta volteó a verlo con desconcierto y cuestionó.

—¿Qué no es cierto? 

—No es cierto, ¿qué? —respondió Javier, haciéndose pato.

—Te pregunté que con quién hablabas —insistió Jenny, mirando con recelo a su hermano mayor.

Intentando desviar del tema, Javier comenzó a empujar a su hermana afuera de la habitación.

—Deja de decir tonterías, de seguro escuchaste mal.

Esto no convenció del todo a la curiosa niña, que insistió.

—¡Oye! ¡No me empujes! ¡Dime la verdad! Claramente escuché que estabas hablando con alguien, dime, ¿a quién metiste a tu habitación?

—¡Ash! Estás imaginando cosas, ya te dije que no hay nadie en mi habitación —replicó Javier, mirando nerviosamente hacia Angélica y sacando a Jenny del cuarto.

Esta se quedó pasmada viendo a los hermanos abandonar el lugar, pero luego recordó la frase de Gabriel: “por ningún motivo te apartes de él o jamás conseguirás salir del Limbo”.

—¡Ash! Tal parece que mi trabajo comienza ahora —dijo con fastidio.

Después de esto, salió del cuarto para alcanzar a los dos hermanos, quienes ya estaban bajando las escaleras para dirigirse al comedor. Cuando llegaron, fueron recibidos por una mujer de apariencia estricta.

—¡Vaya! Finalmente bajas, te dije que estabas castigado, pero no que podías saltarte las comidas —recriminó.

Ignorando los señalamientos de su madre, Javier tomó asiento y miró con pereza el plato de estofado que tenía en frente.

—Bien, coman rápido antes de que se enfríe —ordenó la severa mujer.

Tan pronto como dio la orden, comenzó a comer, por lo que sus hijos la imitaron en silencio. Angélica sintió una extraña pesadez en su pecho al ver la poca gentileza que esa mujer tenía hacia sus hijos.

—Vaya, ¿acaso esa mujer es madre? —mencionó con incredulidad.

Javier se sintió incómodo con ese comentario, pero decidió mantenerse callado para evitar que su madre lo reprendiera de nuevo. 

Al ver que este no decía nada, Angélica continuó diciendo.

—¡Ah! Realmente te compadezco, tu madre sí que da miedo, aunque me sorprende que ahora te comportes como un corderito, cuando momentos atrás manifestaste una actitud rebelde hacia ella.

«¡Cállate! Tú no sabes nada», replicó el chico, mentalmente.

—¿Qué? Solo digo…

Estaba a punto de decir algo más, cuando la mujer rompió el gélido silencio.

—Javier, quiero que sea la última vez que me llaman de la dirección. Ya bastante tengo que lidiar con mi estúpido jefe que reduce mi sueldo cada vez que salgo antes del horario, como para tener que escuchar al idiota de tu director diciéndome que debo ser más estricta contigo. Realmente me estoy hartando de perder dinero por tu culpa, ¡necesito ganar más para poder cubrir con los gastos de esta casa!

Javier apretó el puño de impotencia, mientras escuchaba los reclamos de su madre y repasaba en su memoria los hechos. En tanto, Angélica revisó rápidamente los recuerdos de “su protegido” y en ese momento se dio cuenta de que el regaño era injusto.

—¡Oye! No mereces eso, claramente…

—¡Basta! —gritó Javier, para callar a Angélica.

Jenny se asustó con la reacción iracunda de su hermano, que inmediatamente volteó a ver a su madre, quien lucía bastante contrariada.

—¡Cuida cómo le hablas a tu madre! —regañó.

El joven apretó los labios de impotencia y, armándose de valor, respondió.

—¿Cómo quiere que le hable, si más que una madre, usted se comporta como mi verdugo?

—¡Oye! ¡Jamás…! 

—¡Escúchame primero! —gritó Javier con desesperación—. Yo no robé nada, me inculparon. No sé cómo llegó eso a mi mochila, ¿ok? —En ese momento, dos gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas y continuó diciendo—. ¿Por qué siempre piensas lo peor de mí y crees en las mentiras de los demás? ¡Soy tu hijo! ¡Deberías confiar más en mí!

—¡Javier! Sé muy bien que…

—¿Qué sabes? ¡Tú no te preocupas por nosotros! Todo el día te la pasas en el trabajo y jamás nos ves, así que no vengas a decirme que me conoces bien, porque es mentira —reclamó Javier, al tiempo que se apartaba de la mesa y comenzaba a caminar hacia la salida.

Contrariada con esto último, la mujer intentó detener a su hijo.

—¿A dónde vas? ¡No hemos terminado de hablar!

—¡Yo sí! ¡No me molestes más! —gritó Javier, al tiempo que cruzaba el umbral de la puerta, haciendo caso omiso a los llamados furiosos de su madre.

A pesar de que estaba sorprendida por lo que acababa de presenciar, Angélica siguió torpemente a Javier para ver qué era lo que planeaba hacer. El muchacho entró furioso a su habitación y, sin darse cuenta de que ella estaba detrás de él, azotó la puerta con todas sus fuerzas. Esto sorprendió en un principio Angélica, que de no haber sido porque era un espíritu, posiblemente habría sufrido daño al ser golpeada por la madera.




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